Cuando se tienen bebés nonagenarios

Cuando se tienen bebés nonagenarios: los abuelos. Foto: tomada del sitio blogatend.atend.mx

Siempre quise bebés, de esos que enamoran desde el primer día, con el sonido de un llanto traducido en vida y el cuerpecito aún cubierto con restos de ti. Y los soñé de todas las versiones: con la sonrisa de mamá, los ojos más chinos, los crespos de la abuela, el talento para las artes… 

Los sueños aún están por cumplir, pero como compensación fui premiada con dos bebés nonagenarios, tan traviesos, encantadores y demandantes de afecto y cuidados como los de tamaño diminuto.

Cuando se tienen ancianos en casa también se alteran los horarios de descanso. Como los infantes, suelen intercambiar las noches con el día y a las tres de la mañana pueden querer ver la programación televisiva o, sencillamente, conversar sobre pastos y forrajes.

Te sorprendes lavando en la madrugada, en los escasos minutos de electricidad, porque la ropa se acumula desmedidamente y el tumulto asusta incluso cuando hayas realizado igual faena la jornada anterior.

No lloran tanto, pero sí se deprimen si se sienten aislados, si el trabajo te absorbe y no puedes dedicarles tantas palabras como deberías, si el estrés de los tiempos te pone huraña y gritona en demasía, o si se dilatan las llamadas de los que tanto quieres pero la emigración los ha puesto del otro lado del mundo.

Sufres cuando enferman hasta de catarro, porque sabes que sus pulmones ya no son los mismos, que los años los vuelven vulnerables, y que cualquier amanecer te puede sorprender con su triste ausencia. 

Aunque sus esfínteres se relajen y sus desechos corporales se dispersen en el hogar, agradeces que aún respiren, y en tus recuerdos hayas historias de aquellos primeros pasos que un día diste apoyada en sus manos, la paciencia que te tuvieron cuando moneabas con la papilla, el desvelo cuando tu fiebre no cesaba, a pesar de los analgésicos.

Estás consciente de la dureza del momento, de las limitaciones que afectan las rutinas, la nueva normalidad que de normal no tiene nada, lo encarecido de todo lo básico que necesitas para vivir; pero sigues agradecida de tenerlos, aun conociendo los desafíos que implica, y celebras cada día como si fuese un año, y cada año como si fuese una década, porque para ellos cada amanecer significa victoria.

Cuando se tienen bebés nonagenarios los retos no cesan ni los sustos tampoco, la paciencia se tambalea en una cuerda floja y de vez en cuando te cuestionas si realmente eres la indicada para una tarea tan fuerte, si lo estás haciendo bien, y repiensas y te regañas cuando crees que pudieras hacerlo mejor.

Una que otra vez lloras, una que otra vez dejas escapar una carcajada ante una divertida travesura. Como madre primeriza, no sabes qué sorpresas tendrás mañana, pero entiendes que el amor lo cura todo y que no hay nada más mágico que la vida, en cualquiera de sus manifestaciones. (Foto: tomada del sitio blogatend.atend.mx)


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