Las garzas alzan el vuelo ante la cercanía de una pareja de tractores encargados de extraer la papa del surco. Al instante, se posan en la tierra quizás en busca de los insectos y roedores que quedan al descubierto junto a los tubérculos.
A su paso, los equipos dejan una densa nube de polvo que a los pocos segundos se desvanece. Unos surcos más allá, cientos de hombres y mujeres permanecen encorvados, ensacando el producto que tiene como destino final la población matancera.
La faena es fatigosa y el fuerte resplandor lastima el rostro de los obreros. Las minúsculas partículas de la tierra roja se asientan sobre la ropa y los zapatos de los trabajadores.
Perteneciente a la Empresa Agroindustrial Victoria de Girón, la brigada recolectora se caracteriza por la productividad, según afirma Heberto Soto Ravelo, jefe de producción de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Gispert, del municipio de Colón. Asimismo, asegura que cada hombre cosecha hasta 60 sacos en una jornada, lo que se traduce en colocar en los camiones más de 3 000 quintales, unas 150 toneladas (t).
Curtidos en el trabajo agrícola, muchos jornaleros colman las cubetas en breves segundos y luego llenan los sacos que llevan amarrados a la cintura. Otros prefieren amontonar los tubérculos a lo largo del surco. Asumen diferentes estrategias para ensacar la papa en el menor tiempo posible.
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En una orilla del campo, se mantiene Heberto Soto supervisando la labor. Con esta suma su novena campaña papera, aunque está vinculado al cultivo desde hace más de tres décadas.
Durante mucho tiempo se desempeñó como profesor y subdirector docente de un politécnico enclavado en la zona de Gispert, donde se impartían disciplinas agrarias vinculadas al desarrollo de este cultivo. Sus conocimientos sobre la siembra de papa le convierten en una autoridad en la zona. Por eso, tras detenerse un instante en la estera del aditamento que extrae la vianda, logra augurar, “a ojo de buen cubero”, una buena cosecha.
Las papas que quedan a flor de tierra tras el paso de la cosechadora muestran excelente diámetro y tamaño, lo que propiciaría un rendimiento planificado previamente de 22,5 t por hectárea (ha).
Transcurridos 82 días desde que se sembraran las primeras semillas a principios de diciembre, el avezado papero explica que el clima no fue benévolo, pues el frío afectó un poco.
“El frío resulta indispensable, pero las bajas temperaturas llegaron a finales de diciembre y principios de enero, cuando la planta necesita de calor para su germinación.
“En febrero, cuando se hacía indispensable el frío para el proceso de tuberización, el clima tampoco nos acompañó ante las altas temperaturas”, refiere.
A ello se sumó la situación afrontada con las afectaciones eléctricas. Aunque se protegió la zona de los intensos apagones, la ausencia de fluido impidió algunas sesiones de riego, lo que atrasó las aplicaciones del paquete tecnológico, ralentizando todo el proceso.
“Cada etapa de riego va acompañada del suministro de los productos fitosanitarios; si falla un eslabón de la cadena, afectará la producción final”.
A pesar de las difíciles circunstancias, Heberto contempla con cierta satisfacción el buen desarrollo de las semillas. La pericia de los integrantes de la UBPC Gispert permitió que las afectaciones no fueran mayores en las 21 ha de la Finca # 3.
Uno de los camiones que esperan a la orilla del campo avanza sobre los surcos, donde permanecen decenas de sacos en pie. En un movimiento coordinado, dos estibadores elevan los sacos que son recibidos por otro grupo que se encuentra encima del transporte.
En tres días habrá acabado el ajetreo en el campo. Las fuerzas se trasladarán a otras áreas de la UBPC Gispert, donde continuará la cosecha de papa.
A kilómetros de distancia, en varias placitas de la provincia, arriba uno de los productos agrícolas más esperados en las cocinas matanceras, y que ha mantenido en vilo durante tres meses al personal de la UBPC Gispert.
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