Ni huevo ni gallina, primero fue el esfuerzo

Producción de huevos en finca San José. Foto: Arnaldo Mirabal

Si el emprendedor Jaine Hernández López se viera obligado a responder qué fue primero, ¿la gallina o el huevo?, parapetado en los predios de su finca San José, de Ceiba Mocha, afirmará, sin vacilar, desde el interior de una nave de gallinas ponedoras, que primero fue el esfuerzo.

Solo ese ímpetu que jalonea las voluntades y le cierra el paso a la flaqueza le permitió construir una nave de gallinas ponedoras a fuerza de puro sacrificio y con el apoyo de los que creyeron en él. Mientras enumera los rigores de su empresa, su conversación se torna apenas perceptible por el fuerte cacareo de cientos y cientos de gallinas lego, que llegaron hasta estos terrenos cuando apenas eran pollitos que no rebasaban el mes.

“Un buen día, me surgió la idea de crear una pollera —cuenta—. Le di vueltas y vueltas en la cabeza, hasta que decidí crear un proyecto de desarrollo local para la cría de gallinas ponedoras”.

La finca donde nació hace 37 años le brindaría una parte de los recursos necesarios, como el agua que brota del pozo construido por su abuelo hace mucho tiempo y que nunca se ha secado. Además, la producción de aves le resultaba cercana, pues creció a tan solo un centenar de metros de la unidad avícola donde han laborado durante décadas su madre y su tía.

De niño, seguramente, escuchó a los mayores referirse a las tantas atenciones que demandan las aves. El pequeño Jaine disfrutaba alimentar a sus gallinas criollas, y hasta logró extender su cría con varios ejemplares de ceba. Por eso sabía muy bien a qué rigores se enfrentaba cuando se dispuso a llevar a cabo su proyecto. Luego de profundos estudios de factibilidad, presentó su propuesta y, tras varias reuniones, comenzó a edificar una primera nave.

“Fue cosa de un mes y medio”, recuerda hoy, parado en uno de los pasillos donde el cacareo se hace ensordecedor. A ambos lados, permanecen las jaulas con gallinas, robustas por su buen estado de salud. Mas, prefiere no vanagloriarse en demasía, porque el combate contra las enfermedades es tenaz.

Producción de huevos en finca San José. Foto: Arnaldo Mirabal
Producción de huevos en finca San José. Foto: Arnaldo Mirabal

“Estos animales son muy delicados y requieren una atención constante. Cualquier variación en la dieta o la presencia de un extraño en la nave les puede causar un estrés que afectaría la producción”.

La instalación está recubierta por una gran lona verde, para contrarrestar el efecto de las bajas temperaturas que pueden atentar contra la obtención de posturas. 

A diferencia de otras unidades avícolas, el fuerte olor de la excreta no agobia demasiado. El avezado productor asegura que la cal neutraliza la emanación de la gallinaza. 

Esta sustancia química, conocida como carbonato de calcio, neutraliza los ácidos de los excrementos y contribuye a la higiene del lugar. Lograron adquirirlo en una provincia vecina, como parte de los diferentes encadenamientos productivos con entidades estatales y privadas, lo que le ha permitido obtener los recursos necesarios para impulsar el proyecto.

Producción de huevos en finca San José. Foto: Arnaldo Mirabal

Muchas de las materias primas para la sostenibilidad de la nave se hallan en varios puntos del país, como los cartones que facilitan la comercialización y traslado del producto, o los medicamentos que adquieren tras la firma de un contrato con la empresa Labiofam.

Las jornadas resultan intensas y abarcan casi la totalidad de las horas del día. Deben estar atentos a que la temperatura en el interior sea la adecuada, así como la iluminación.

Para Jaine Hernández una obra así solo prospera con la existencia de comida. Para ello se debe contar con una reserva suficiente que abarque hasta una veintena de días. “Si existe algún bache en la alimentación, las gallinas pueden estresarse, lo que se traduciría en un impasse productivo que podría durar hasta una semana”, advierte.

Y quizá sea esta la diferencia entre los productores a menor escala y las grandes empresas estatales de avicultura: la posibilidad de contar con el alimento requerido en su respectivo tiempo. Jaine importa una parte de la dieta que le suministra a la cría el calcio suficiente, la cual combinará con el maíz que produce en los suelos de la finca. Pretende extender este cultivo a otras áreas de la estancia.

“La gallina —explica este granjero avícola— es como una industria que funciona a la perfección, si se cumplen todas las normas técnicas. La alimentación debe ser a su hora; de igual manera, con precisión, la mezcla de los diferentes ingredientes de su dieta. Si cumples cada uno de los pasos que establece su cuidado, las gallinas te premiarán con un huevo diario”.

Producción de huevos en finca San José. Foto: Arnaldo Mirabal

Y debieron pasar 41 semanas de esmerada atención para que los pollitos recién llegados se convirtieran en ponedoras. Aunque aún restan para que alcancen el pico productivo, ya recolectan diariamente 16 cartones de huevos.

Esta producción se comercializa en las tres ferias agropecuarias que cada domingo se desarrollan en la cabecera municipal. También surten otros destinos, como los innumerables negocios privados que demandan este importante alimento. Asimismo, suministran varios cartones al Círculo Infantil Sombrerito de Yarey, de Ceiba Mocha, Consejo Popular donde radica este proyecto de desarrollo local.

Yasiel Silva Rodríguez es uno de los jóvenes que encontró una fuente de empleo con la concreción del emprendimiento liderado por Jaine. Rememora que fue uno de los consultados sobre la posibilidad de desarrollar semejante obra, cuando apenas era un sueño, y la idea le pareció fabulosa.

Participó en las diferentes etapas, y hoy es uno de los especialistas que observa las jaulas con detenimiento para constatar el estado de los animales. Pone en práctica sus conocimientos de ingeniero agrónomo ante el asomo de alguna enfermedad. Las lecciones de zootecnia animal recibidas en la Universidad de Matanzas le permiten determinar los posibles padecimientos.

Cuando aún no levanta el sol, deposita el pienso en los comederos. Deberá estar atento al reloj para luego introducir el estimulante a base de miel. Cada cierto tiempo, recorrerá los pasillos en el interior de la nave para remover el alimento, acción que permite que las aves continúen ingiriendo la comida.

Junto a Jaine y Yasiel, permanecen otros jóvenes en una labor constante. A determinada hora del día, recogerán el fruto de su esfuerzo en forma de huevos, que colocarán con cuidado en decenas de cajas plásticas.

A escasa distancia del lugar, la actividad también es intensa. Dos trabajadores acomodan el rocoso que será apisonado para edificar otra nave e incrementar los niveles productivos, porque, al parecer, por estos lares están conscientes de que solo el esfuerzo verdadero produce la abundancia necesaria. (Edición web: Miguel Márquez Díaz)


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