Cuentan que, en el número 81 de la Calzada de Tirry, la brisa del conticinio nocturno esparce versos de amor; más o menos a la misma hora en que algunos juran escuchar el sonido de un tranvía.
Esta arteria de la urbe yumurina tiene algo de misteriosa; acaso una magia desconocida o la entrada a un portal futurista, que atrapa al caminante y lo traslada a una anomalía espacio-temporal en la que confluyen volantas, repartidores de La Aurora, motoristas.
A partir de 1812 comienzan los primeros intentos, aunque fallidos, de construir una calzada que uniera a la Matanzas fundacional con el margen sur del río San Juan, donde ya se vislumbraba una ampliación comercial y residencial.
Unos años después, en 1820, se llevaría a feliz término el novedoso proyecto de Miguel Belismelis y Juan de Mena, cuyo resultado final sería bautizado en honor a don Juan Tirry y Lacy, gobernador de la ciudad por aquel entonces.
En la solidez y buen gusto de la arquitectura yumurina, se vio reflejado el desarrollo económico que experimentó la ciudad durante el siglo XIX. Tirry no estuvo ajena a dicho florecimiento, y a lo largo de la calzada comenzaron a levantarse numerosas edificaciones.
Entre las más notables se encuentran el Hotel París, la Estación del Ferrocarril de Sabanilla y el antiguo Ateneo; algunas de las cuales, lamentablemente, no llegaron hasta nuestros días.
De igual forma, distinguidas personalidades de la cultura matancera nacieron y vivieron en residencias abiertas hacia la icónica vía, como es el caso de la poetisa Carilda Oliver Labra, quien la inmortalizara en su poemario Calzada de Tirry 81.
Tirry tiene lo suyo, y las fotos de época que les proponemos hoy constituyen evidencia fidedigna de cómo, en una misma calle, pueden confluir el pasado, el presente y, ojalá, el futuro de una ciudad y sus hijos.
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