Pareciera ser que esa (inesperada) celeridad con la que cayó el gobierno de Bashar al-Assad ha marcado el ritmo de los últimos reacomodamientos geopolíticos, que tienden a ser justipreciados por algunos analistas como nuevos puntos de equilibrio (de hecho, lo son), pero que, tratándose del inestable Medio Oriente, siempre pueden considerarse como fulcros donde se asienta “la calma que antecede a la (próxima) tormenta”.
Lo cierto es que, si miramos The Big Picture, lo que está sucediendo en Medio Oriente no carece del todo de cierta lógica hacia un balance de fuerzas renovado, que incluye un creativo sistema de seguridad, que voy a intentar explicar en el transcurso de este frondoso artículo.
Empecemos con la llave que ha abierto la puerta.
Me refiero a la situación siria, a partir de la cual empieza esta serie de encadenamientos de posiciones renovadas en el Levante —este verdadero «barajar y dar de nuevo» que advierto en el título— que hace epicentro allí pero se extiende, como siempre ha ocurrido, a toda la zona circundante.
Vuelvo sobre el particular aunque suene repetitivo: parece ciertamente inverosímil creer que en apenas 11 días haya sido derribado un gobierno que pudo aguantar 12 años de bloqueos y sanciones, bombardeos sistemáticos, sabotajes, actos terroristas (incluyendo ataques químicos), aislamiento político generalizado e incluso, una brutal “guerra migratoria” 1 que obligó al país a despoblarse compulsivamente. Este último punto es especialmente remarcable: el uso de las migraciones como arma de guerra implica la consecución de dos objetivos vitales; acusar a un gobierno de «reprimir a su propio pueblo» y vaciarlo, para así debilitarlo [esto ocurre con Venezuela también, en el artículo anterior «Asumió el “Dictador” del “Régimen”» hice comparación entre ambos casos].
Desde 2012, el acoso internacional sincronizado e incesante impulsado por el Occidente Colectivo —que dirigía la guerra propagandística desde el Syrian Observatory for Human Rights, con sede en Coventry—, los reinos del Golfo (fundamentalmente Qatar y Arabia Saudita), Turquía e Israel, y la aplicación de diversos agentes subsidiarios [proxy] ligados a la Hermandad Musulmana y a las huestes wahabitas, fue tan extremo y enérgico, que la guerra pudo ser “ganada” por la República Árabe Siria únicamente por extenuación, no por aplastamiento, quedando reductos de estas facciones dueñas y señoras del 40% del territorio sirio original.
Tuvo mucho que ver en la etapa final de la guerra, la búsqueda de un equilibrio político entre las potencias extranjeras, a saber, Turquía (como voz opositora), Rusia e Irán (como voz oficialista) en Astaná, que inauguró un proceso de estabilización y pacificación, el cual se vio reflejado entonces en una geografía discontinua.
Es menester destacar que, más allá de la firmeza de Bashar al-Assad, y del valeroso pueblo sirio, nada hubiesen podido hacer para resistir y persistir sin la encomiable ayuda de la República Islámica de Irán —en especial del talentoso general Qasem Soleimani y su Cuerpos de Guardianes de la Revolución, que se destacó también en Irak, comprendiendo la escenografía del problema— y los destacamentos de la Fuerza Aérea Rusa, a los que incluso se le sumaron flotillas navales en las costas —para evitar ataques desde el Mediterráneo Oriental, algo que estuvo a punto de suceder en noviembre de 2016 cuando Barack Obama lo ordenó y luego se echó atrás— y tropas especiales Spetsnaz (más los “violinistas” de Wagner).
Muchos no lo recordarán, pero la implicación rusa en Siria fue tan extrema, que desplegó sus dos mejores buques de superficie para protegerla. Sucedió en noviembre de 2016, cuando nada menos que el portaaviones #063 Admiral Kuznetsov y el crucero nuclear #099 Piotr Velikiy, escoltados por los destructores antisubmarinos #626 Vice Admiral Kulakov y el #609 Severomorsk, más tres cisternas, dos remolcadores marítimos y un submarino nuclear (probablemente el K-119 Voronezh) se posicionaron en las afueras de la costa siria mediterránea para evitar un ataque aeronaval estadounidense. El despliegue fue en respuesta a un extraño informe de la ONU/OPAQ que responsabilizaba al gobierno de Bashar al-Assad de un ataque químico en Idlib, en marzo de 2015, que “casualmente” accionaba la “línea roja” proclamada por Barack Obama para realizar un ataque aeronaval a Siria.
Pero “algo” ocurrió en diciembre de 2024 —casualmente a un mes de asumir la presidencia Donald Trump— que Siria se derribó como un “castillo de naipes”, mientras secretamente se sondeaban negociaciones por Ucrania y, paralelamente, el gobierno iraní impulsaba el objetivo principal de “la gestión post-Raisi” que es levantar las sanciones económicas occidentales a través de un nuevo acuerdo nuclear.
Yo adivino allí una lógica, que en el fondo de las disquisiciones es bastante simple: si la dinámica de enfrentamiento viene problemática, y es necesario salir de los atrincheramientos, entonces hay que emprender una nueva visión, incluso hasta lateralizada, para salir del atolladero, encarar opciones más viables y brindar algún tipo de solución política basada en los hechos. Dicho vulgarmente, si la “mano viene brava, hay que barajar y dar de nuevo”.
Desde este estrado se ha comprendido y explicado la debilidad estructural de la República Árabe Siria tras largos años de guerra y sanciones inescrupulosas. Asimismo, se entiende que la imposibilidad de amalgamar un país cuyo territorio está particionado ha traído serios estreñimientos que impidieron la recuperación, tanto económica como poblacional. Se sabe de la (loable, pero quizás poco inteligente) resistencia de Bashar a realizar “pactos” que impliquen “autonomías” o “concesiones internacionales” —existe confirmación de los intentos del Kremlin de reeditar el Acuerdo “aggiornado”de Adana de 1998 con Erdoğan— e insistir, en cambio, con su soberanismo (esto lo reflejé palpadamente en mi artículo «Cayó Siria»). Se entienden, además, los intereses singulares de Rusia e Irán, que han hecho una asociación de facto con Bashar al-Assad, no por simpatías ideológicas o lazos de fidelidad emocionales, sino en función de su percepción de amenazas y su necesidad de construir una «retaguardia estratégica». Fueron estos países quienes sostuvieron a Siria tanto en el plano militar, como infraestructural.
Es por ello que no se puede explicar la caída del gobierno sirio sin un debilitamiento de las posiciones rusa e iraní.
Sin embargo, es importante comprender que ese debilitamiento del que hago mención no implica necesariamente un desmoronamiento militar o de capacidades. La idoneidad de los cuadros y el hardware estaba disponible para su uso efectivo. Lo que no estuvo a la altura de la circunstancia fue la moral de lucha. Y eso puede atribuirse a muchos motivos, por supuesto. Se habló de cansancio, deslealtad y frustraciones con el “régimen”. Pero lo cierto es que un ejército no lucha cuando su mando no lo impulsa a luchar y sus apoyos externos se retiran. Lo más probable es que aquélla posición política que en un momento hacía necesario el sostenimiento del gobierno alauita ahora ya no era redituable, y se diera lugar a la formulación de un enfoque político alternativo.
Dicho en otras palabras: en Siria probablemente haya habido una «retirada posicional coordinada» de Irán y Rusia —no una derrota—, para centralizar fuerzas en otro punto y otros objetivos. Algo así como un «repliegue estratégico». La prueba está en que Rusia no perdió adherencia en Siria (conserva sus bases militares, ergo, su posicionamiento en el Mediterráneo Oriental) e Irán está reconfigurando su sistema de defensa, abandonando progresivamente el Eje de la Resistencia en pos de un acuerdo estratégico con la Federación Rusa.
Todo lo afirmado ahora lo anticipé el 11 de octubre en mi artículo «Rusia jugará fuerte en Medio Oriente», cuando anticipé un pacto formal de defensa mutua entre Rusia e Irán, dentro de un acuerdo de asociación estratégica aun más amplio, mientras ocurría en Asjabad (Turkmenistán) la primera reunión entre Masoud Pezeshkian y Vladimir Putin.
Muy probablemente, lo ocurrido en los intensos días de diciembre, mientras Bashar se desesperaba por activar la red solidaria de sus aliados, haya sido una increíble sucesión de coincidencias… programáticas.
La misteriosa Cumbre «de emergencia» de Doha para desarrollar una ronda de Astaná por Siria —justo en Qatar, los oficinas ejecutivas de la Hermandad Musulmana y del CENTCOM estadounidense—, en momentos donde los alfiles turcos, Hayat Tahrir al-Sham y el Frente de Liberación Nacional, progresaban tomando ciudades, mientras las Fuerzas Democráticas Sirias (alias, los “kurdos”) se hacían las distraídas, quizás por “consejo” estadounidense, coincidió mágicamente con la renuencia a luchar —excepto notables excepciones— de iraníes, rusos y mandos militares sirios.
Pudo haber ocurrido una «conversación indirecta» de la tríada de Astaná, o quizás únicamente de Turquía (pero informado/consensuado con el resto), al más alto nivel, con los jefes de las facciones en pugna —líderes de Al-Qaeda/Hermandad Musulmana y los altos mandos militares del Ejército Árabe Sirio—, para que la situación se decante rápidamente de la forma en la que se decantó. Esto es coincidente con mi hipótesis de que en Siria hubo un colapso del gobierno por confabulación interna (o si se quiere, un golpe encubierto) —por supuesto, formateado y apuntalado desde afuera— y no fue ni por asomo el resultado de una superioridad militar de los yihadistas, que nunca antes pudieron imponerse, y mucho menos, con la velocidad con la que se impusieron. Esto lo expresé claramente en mi artículo «El Día Después».
Es importante destacar que el 8 de diciembre cayó Damasco y Bashar al-Assad fue “retirado” hacia Moscú, quien optó por salvarle el pellejo como una suerte de agradecimiento por los “servicios prestados”; esos que ahora ya no eran imprescindibles.
En la Cumbre, los países garantes del proceso de Astaná no entraron en conflicto. Discutieron detalles, por supuesto. Pero las relaciones siguen incólumes entre los tres (internamente) y los tres con el “mundo árabe”. Este hecho es un poco llamativo, dado que la prensa occidental ha puesto las cosas meridianas aseverando que Rusia e Irán eran los grandes perdedores de la contienda en favor de Turquía… lo que al principio pareció ser cierto… pero que hubiese sido estrictamente indudable si persas y rusos hubiesen combatido y perdido de manera humillante, lo cual no sucedió.
Durante la cumbre, los participantes reafirmaron su compromiso con la soberanía, independencia e integridad territorial de Siria… ¡pero no hicieron ninguna alusión política respecto de quién debe asumir el gobierno! Es más: los tres de Astaná enfatizaron en la necesidad de una solución política inclusiva que involucre a todas las partes en el conflicto. Serguéi Lavrov, en particular, subrayó la importancia de implementar plenamente la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU (de 2015), que dictamina que el futuro de Siria pertenece únicamente a los sirios, algo que destaqué en mi escrito «El proceso de re-colonización de Medio Oriente».
En Doha, el vocero del ministro de Relaciones Exteriores de Qatar, Majed bin Mohammed al-Ansari, señaló que los participantes —esa categorización incluye a Rusia e Irán—, coincidieron en la necesidad de garantizar la transición política, incluyendo a Hayat Tahrir al-Sham, asegurando que ningún grupo se sienta inseguro en la futura Siria (lo que no está sucediendo, al menos, con los alauitas y los cristianos). Es interesante apuntar el rol de Qatar, que también juega fuerte en las negociaciones Hamás-Israel.
El ministro de Relaciones Exteriores qatarí, Mohammed bin Abdulrahman se entrevistó en Damasco con el líder sirio Ahmed Hussein al-Charaa, confirmando el apoyo del influyente reino del Golfo. Asimismo, ratificó una visita de Estado del emir Tamim bin Hamad Al Thani a la brevedad.
Sinteticemos: es evidente que el líder de facto de Siria, Ahmed Hussein al-Charaa, fue puesto allí por Occidente Colectivo, los reinos del Golfo y Turquía. Incluso es visto con simpatía por Tel Aviv, que se saca a la transfronteriza dinastía alauita de encima. No hay nada nuevo bajo el sol. Que una cosa (lo pactado en Doha) no quita la otra (Siria es un botín de Occidente).
Al-Charaa no para de sumar apoyos atento a su buena predisposición para los negocios y su generosa receptibilidad respecto de las multinacionales occidentales y las entidades financieras internacionales. Recientemente, el Reino de España fue a rendirle sus respetos al nuevo mandamás de Damasco, incluso, reabriendo la embajada cerrada 12 años atrás. ¿Con qué argumento justificará Madrid este drástico cambio de postura oficial frente a los familiares de los 192 muertos del 11 de marzo de 2004? ¿O será que, en honor al vasallaje con la Anglosfera del 2003, acaso nunca Al-Qaeda fue realmente su enemigo?
Eso sí: España se reserva su cuota de moralina para embestir a la Venezuela de Maduro, que preferencias son preferencias: en Europa se puede perdonar a un yihadista ponebombas pero jamás a un socialista sudamericano con pretensiones de gobernar.
Pero a decir verdad, en todos lados se cuecen habas.
Occidente nos tiene acostumbrados al doble discurso, pero Rusia venía sosteniendo una posición mucho más firme en eso de llamar las cosas por su nombre. Quizás por las complicadas circunstancias bélicas —al límite del descalabro nuclear—, o quizás para favorecer una apertura de negociaciones en Ucrania, o probablemente por el desequilibrio en la relación con Turquía —quien maneja el TurkStream como único gasoducto ruso disponible hacia Europa—, o whatever, Moscú decidió cerrar el grifo en Siria, dejar a Bashar al-Assad sin respaldo e inclinarse por hacer arreglos pragmáticos, que por ahora, se respetan.
La Historia nos brindará tarde o temprano la respuesta, pero como sostuve arriba, es evidente que en Doha se decidió el destino fatal de la República Árabe Siria y del gobierno alauita. Si fue una cuestión guionada o producto de los efectos en el terreno, es materia opinable.
Los rusos, que intervinieron decididamente a partir de septiembre de 2015 para diezmar a los grupos extremistas salafistas patrocinados por Estados Unidos y sus vasallos (como parte de un proyecto de cambio de régimen), y que efectivamente lo evitaron gracias a sus efectivas operaciones militares, esta vez dejaron de invertir (políticamente hablando) en “ese hombre”.
El presidente ruso Vladimir Putin reconoció abiertamente, el 19 de diciembre de 2024, en la discusión televisada interactiva anual de los Resultados del Año con el público ruso y los medios de comunicación que tenían contactos con el HTS y que estaban dispuestos a colaborar con ellos.
Podemos creerle o no al presidente ruso Vladimir Putin. Algunos críticos sostienen que sus declaraciones son pour la galerie, para salvar las apariencias de una verdadera derrota en Siria. Otros pueden argumentar que efectivamente no hubo una derrota sino un reposicionamiento político. Pero la “única verdad es la realidad”: las guarniciones rusas siguen estando en Latakia y Tartús, esto implica que los intereses rusos han sido salvaguardados. Los asuntos de negocios son otra cosa: Rusia no está en condiciones macroeconómicas para reconstruir Siria.
Es verdad que Putin casi siempre muestra una campechana tranquilidad cuando habla públicamente —usualmente tomando los bordes de la mesa, como conteniendo sus emociones—, pero la serenidad con la que relata lo sucedido pareciera hacerlo conocedor de que las bases rusas no serían tocadas en absoluto, ni siquiera, bajo la presión de los pedidos occidentales. Hasta se permitió acotar burlonamente “los grupos que luchaban contra Assad han experimentado cambios internos. No extraña que muchos países europeos y Estados Unidos estén tratando de desarrollar relaciones con ellos ahora. ¿Estarían haciendo esto si fueran organizaciones terroristas?”.
Resulta que ahora el Kremlin acomoda su posición ante su antiguo enemigo. ¿Les caen simpáticas las huestes de Al-Qaeda? Supongo que no. ¿Acaso no sabe que son una PMC occidental? Sí, definitivamente lo sabe. Pero es el “material de trabajo” de esta obra en construcción, y la justificación de Putin no resulta cómoda. Casi refleja con amargura la decisión que tuvo que (o se vio forzado a) tomar.
Ese mismo pragmatismo pudo observarse en las declaraciones componedoras de Al-Charaa —que sufrió en persona los bombardeos de los aviones rusos durante la guerra—, en un reportaje con la cadena saudí Al-Arabiya diciendo que “Siria tiene intereses estratégicos con Rusia. No queremos que Rusia se vaya de una manera que no sea consistente con su relación con Siria”.
Todo preanunciaba que si las facciones islámicas sunitas llegaban alguna vez al poder eyectarían a los rusos de Siria. ¿El fundamento? Las bases de Jmeimim y Tartús fueron constantemente asediadas por enjambres de drones durante la (mal llamada) Guerra Civil Siria. Sin embargo… el líder del HTS niega esta posibilidad y se justifica en la “personalidad independiente” de Siria.
Asimismo, Putin no expresó ni una sola vez desde la caída de Assad crítica alguna a las acciones de Turquía o su alianza con el HTS, ni jamás cuestionó sus legítimas preocupaciones sobre la cuestión kurda… ¡tampoco lo hizo Irán, cuyo presidente saludó entre sonrisas y hasta reverencias a Erdoğan en El Cairo! Entonces… ¿Qué ha sucedido aquí? ¿Por que no hay resentimientos? ¿Por qué no se distinguen desconexiones profundas entre los miembros del Grupo de Astaná?
Pues… todo indica que Turquía, Rusia e Irán sincronizaron sus relojes y eligieron hacer sus movimientos, al menos, informándose entre ellos, con interconsultas: para el binomio ruso-iraní, el involucramiento de Turquía con sus proxy en Siria, puede que finalmente sea una solución menos tóxica que un dominio práctico israelo-estadounidense. Los anglosionistas ya venían haciendo sus maniobras en Líbano y el sur del Siria, además de dominar amplias zonas del noreste (ocupadas por los kurdos) y la base Al-Tanf en el punto tripartito sirio-jordano-iraquí. Al ingresar Turquía, que tiene intereses incompatibles con los kurdos —y pretensiones pan-otomanistas—, obliga a una tensa calma entre miembros de la OTAN y a un enfrentamiento cara a cara con Israel, con quien tiene acercamientos y recelos. Rusia quizás puso como condición el sostén de sus bases, lo cual se está cumpliendo. Irán, probablemente, puso como condición un acuerdo bilateral integral con Rusia, que se acaba de cumplir. Que no hay puntada sin hilo.
Rusia e Irán, entonces, se enquistan en una posición de apoyo conjunto (de la que hablaré más adelante), y como yapa, no se retiraron del todo tampoco del Levante… (Irán reabrirá su embajada), que no sea cosa que la situación se desmadre con las ambiciones desmedidas de Israel.
Este país, lo sabemos, ha atacado inmediatamente la infraestructura e instalaciones militares sirias desde el mismísimo día en que cayó el gobierno de Bashar, mientras avanzaba desde los Altos del Golán con sus tropas para crear una nueva «zona de seguridad» sobre la vieja «zona de seguridad» usurpada en 1967, incluyendo el Monte Hermón, el punto más alto del Antilíbano, desde donde puede vigilar el sur del Líbano y el de Siria. Esto lo han podido hacer aprovechando la tregua con Hezbolá, alcanzada el 27 de noviembre, tras 13 meses de combates.
Algunos han visto en el pedido de tregua una victoria de la facción chiíta libanesa 2. Otros, un ardid israelí para descansar, reagruparse y lanzarse contra Siria. Volveré sobre este punto más adelante.
El hecho es que, con la caída de Siria, la cúpula sionista entró en un espiral de excitación pocas veces visto, que los llevó a confesar a viva voz que ha llegado el momento de expandir su país del Nilo al Éufrates, para consolidar el «Gran Israel». Estos consejos/festejos provienen fundamentalmente de ideólogos como el diputado del Likud, Hassim Vaturi, promotor del asedio medieval de Gaza, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, partidario del genocidio poblacional y la superioridad judía sobre los goyem, o del ministro de Patrimonio, Amichai Eliyahu, que hasta coqueteó con una solución nuclear contra los palestinos, por no nombrar al provocador serial y arabófobo Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad. Estas posiciones supremacistas salen también de la boca del rabino Uzi Sharbaf, miembro del Jewish Underground, condenado a cadena perpetua en 1984 (pero que está libre).Esta gente es incluso más intransigente que Benyamin Netanyahu, hace ver a Bibi como un bebé de pecho.
Es necesario advertirlo: bajo estas autoridades supremacistas y hegemonistas, Israel no es un interlocutor confiable para hacer tratos.
Su tregua con Hezbolá fue aprovechada para sus incursiones en Siria, y para realizar sus arreglos secretos en Líbano, donde el 9 de enero se impuso como presidente el general proestadounidense Joseph Aoun 3, para lo que recomiendo el revisionado de mi artículo «Se procura reeditar la guerra civil en el Líbano». Casualmente, el ejército libanés, de donde proviene Aoun, tiene la misión de supervisar el alto al fuego entre Israel y Hezbolá en el sur del Líbano…
Muchos podrán decirme que es una elección del Parlamento libanés, que es multiétnico y multiconfesional. Coincido. Pero este nombramiento muestra sin duda la influencia disminuida de Hezbolá, quien no pudo imponer a su candidato y hasta terminó votando por… Aoun. La primera visita de Aoun será a Arabia Saudita, casualmente, de donde es oriundo el líder “sirio” del HTS (tampoco es detalle menor que el reino saudita esté en un limbo administrativo y no resuelva satisfactoriamente su ingreso oficial al BRICS).
Los embates israelíes en Líbano —no solamente los múltiples ataques de descabezamiento y debilitamiento del Hezbolá, sino también la instalación de un presidente “amigo” que pretende desarmar sus restos—, y en Siria —contribuyendo a terminar con el “régimen de Bashar”—, cortando la ruta de abastecimiento desde Irán al país del cedro y destruyendo toda infraestructura militar, no pueden desvincularse del reciente acuerdo con Hamás.
Por mucho que se quiera hacer creer que el Eje de la Resistencia ha vencido a Israel por el mero hecho de no desaparecer, la verdad es que su poder ha mermado sensiblemente, ha quedado residual, y sus perspectivas operativas no son positivas. Hasta puede que Irán ya no tenga interés en mantener el Eje como un instrumento de su seguridad nacional. Las proyecciones hebreas en la región son, por el contrario, auspiciosas. Israel viene demostrando que el corset que había impuesto Irán a su alrededor está siendo quebrado gradualmente.
Nadie duda ya que en Israel existe un proyecto supremacista y expansionista. Pero probablemente Netanyahu, que se apoyó políticamente en estos grupos extremistas para acceder nuevamente al poder cuando estaba acorralado por problemas judiciales, tuvo siempre más en mente impedir la creación de un Estado Palestino para así brindar su visión romantizada de The Blessing, donde imponer una égida israelí en Medio Oriente, sin necesidad de expansionismos territoriales.
Para Netanyahu, es la causa palestina la que frena esa “bendición”, y la que ha paralizado los Acuerdos de Abraham —e incluso el Plan de Paz de Trump de enero de 2020—, que hubiesen llevado el plan de dominio económico-político israelí a la realidad, que ya empezaba a articularse con el I2U2, el Corredor IMEC y las explotaciones gasíferas. Y es, también, The Curse [“La maldición”] del Eje de la Resistencia quien insiste en “particionar” Israel con las aspiraciones palestinas. Por eso para Israel una causa (la palestina) no se desliga de la otra (Irán y su Eje).
Durante sus mandatos, Netanyahu hizo que el Mossad infiltrara Hamás para mantenerlo en oposición a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat; dirigente histórico que firmó los Acuerdos de Oslo de 1993 que daban vida al Estado Palestino y su soberanía territorial. Por supuesto, estos acuerdos fueron saboteados por Israel bajo diversas metodologías, incluso favoreciendo a Hamás, siendo una de las más extremas el asesinato del primer ministro Isaac Rabin.
Es probable que Israel acepte una tregua con Hamás solamente porque ya cumplió sus objetivos estratégicos allí y porque su frente interno ha mostrado atendibles muestras de fisuras (y no… no se trata de la acusación por genocidio en la Corte Internacional de Justicia ni la personería de Palestina como miembro de la ONU, eso no le hace cosquillas a Netanyahu…)
Se trata, eso sí, de la exitosa huelga montada por el secretario general de la Histradut, Arnon Bar-David, en septiembre pasado, en oposición a quienes sostienen que “no se puede negociar con el Hamás” y que el ejército israelí “va a encargarse de liberar a los rehenes en Gaza”. Fue un hito que caló hondo en el gobierno hebreo. Fue la lenta toma de consciencia de que Netanyahu y su gobierno de excepción no defienden a los judíos sino que persiguen una operación de limpieza étnica en Gaza con una misión tanto geoestratégica como religiosa-supremacista. Incluso el reluctante ministro de Defensa Yoav Gallant ha comprendido este asunto y culpaba ahora a Netanyahu de desoír los informes del Shin Beit que advertían de una operación del Hamás para octubre de 2023.
Sin embargo, que la negociación llegue a un (digamos) “punto de acuerdo” tras una devastación nunca antes vista, con múltiples actos sanguinarios, directamente genocidas, que se llevaron a la tumba a más de 47.000 palestinos, fundamentalmente mujeres y niños, caídos por las bombas, pero también por la falta de atención médica y la inanición, y que ese asedio espantoso haya sido sostenido por Israel (y todo Occidente Colectivo detrás) durante 468 días… marca a las claras que nunca hubo intención de llegar a una solución satisfactoria, sino absolutamente lo contrario, se instaló un cometido desmedido de aniquilación amparado en la cursilería de la “legítima defensa”, que se extrapoló hacia los elementos del Eje de la Resistencia. 4
Si el ataque del 7 de octubre de 2023 (Operación Inundación al-Aqsa) fue un legítimo esfuerzo palestino para poner “en agenda” la causa (por el peligro de la firma del Acuerdo de Abraham con Arabia Saudita, por ejemplo) o si fue, por el contrario, una calibrada e infiltrada «invitación al ataque» —la sospechosa porosidad de las fronteras y los oídos sordos a los informes de inteligencia hacen sospechar esto último—, es también materia opinable… y poco importa para las víctimas (aunque sí para juzgar a Netanyahu como responsable criminal).
Lo cierto es que Netanyahu y sus apoyos supremacistas decidieron evitar negociaciones desde el inicio y emprender una guerra de exterminación, aun a costa de sus ciudadanos rehenes, que paradójicamente ahora recuperarán… ¡mediante una negociación!
El acuerdo de tregua —casi un calco del alcanzado en diciembre de 2023 que fue constantemente boicoteado por Israel—, rige desde hoy, y se supone que detendrá los ataques israelíes. Muchos creen, basados en episodios pasados 5 que es una teatralización, que Israel recuperará los rehenes 6 y luego seguirá implementando su «plan de conquista» por el Levante y más allá, hasta la aniquilación total de Irán. Netanyahu necesitaba un respiro táctico, para consolar las críticas puertas adentro, y para reposicionarse para lo que se viene. Es más, algunos ven un indicio de ello en la acusación de Netanyahu a Hamás de “renegar” detalles a último minuto, retrasando convenientemente la votación de su gabinete sobre el acuerdo… ¡y bombardeando intensamente hasta horas antes del cese de fuego!
Respecto del acuerdo, unos lo ven como una rendición israelí, donde Hamás logró impedir que Israel controle Gaza y que su población de unos 2 millones fuera desplazada de la Franja, un objetivo indisimulado de la cúpula sionista. Otros, sin embargo, creen que es una humillante capitulación incondicional gazatí. Su población ha sido diezmada, la infraestructura está en ruinas (el paisaje es francamente inhabitable), depende de una vía humanitaria cada día para la mínima supervivencia. Hamás ha perdido toda iniciativa política. Devolverá la única carta negociadora (los rehenes) y el cese de hostilidades vendido como éxito solo permitirá reorganizar a las fuerzas invasoras para un golpe definitivo, tanto en Gaza como en Líbano y Siria.
En lo personal, creo que es un triunfo político palestino, básicamente, porque Israel no pudo cumplir su objetivo (aún). Si lo expandimos, es un triunfo del Eje de la Resistencia. Pero es una victoria francamente pírrica. Toda la Franja está destruida. El paisaje está desolado. La población, agotada y debilitada. El sur del Líbano y grandes zonas de Beirut están demolidas. Y los asesinos de Tel Aviv siguen en el poder, pergeñando. Pueden patear el tablero nuevamente si es que logran convencer a Trump de sumarlo a su empresa.
El acuerdo consiste básicamente en tres etapas: La primera, supondrá el cese de las hostilidades. Hamás liberará 33 rehenes israelíes a cambio de hasta 1.000 palestinos encarcelados por Israel. El ejército israelí se retirará de las zonas pobladas de la Franja de Gaza el primer día del alto el fuego. El séptimo día, los palestinos desplazados podrán regresar al norte de Gaza. Israel permitirá la entrada diaria a Gaza de 600 camiones de ayuda humanitaria. La segunda fase, supondrá la liberación de los rehenes israelíes restantes. Israel completará su retirada de Gaza, manteniendo presencia en algunas partes del Corredor Filadelfia, que se extiende a lo largo de los 14 kilómetros de frontera entre Gaza y Egipto. En la tercera fase se producirán negociaciones para un fin permanente de la guerra.
Pero … ¿Qué ocurrirá con Hamás si todo anda bien? Porque Israel no aceptará la participación de Hamas en la reconstrucción de la Franja. Y Trump, que ha conversado con Mahmud Abás, cree que esa tarea tendría que realizarla la Autoridad Nacional Palestina (al-Fattah), que no tiene arraigo en Gaza.
Obviamente, Hamás no consentirá no dominar su propio territorio, por el que ha vertido sangre. Pero ahora no tiene interlocutores, ni aliados fuertes como Hezbolá, que está en jaque, o Siria… (pero tiene a Qatar).
Además, la tregua con Hamás podría contentar a las masas israelíes, pero a la vez provocar una seria crisis política. Varios ministros anunciaron que dejarán sus cargos: el inefable dúo Itamar Ben Gvir – Bezalel Smotrich pidió una ofensiva militar total para ocupar y “limpiar” Gaza, reteniendo toda la ayuda humanitaria y desatando una destrucción sin precedentes hasta que Hamás capitule definitivamente. ¿Les hará caso Netanyahu? ¿Buscará algún otro episodio de victimización para que la massmedia y el Deep State convenza a Trump de sumársele en otra excursión de muerte?
Hablando del flamante presidente ¿En qué medida Donald Trump tuvo que ver con esta situación? Bueno… se cree que fue la presión de la administración entrante la que provocó este alto al fuego… Y no solo hacia Israel, sino específicamente hacia Hamás.
Trump siempre fue decididamente pro-israelí, siempre ha intentado un acercamiento árabe-israelí bajo la égida hebrea —los ya citados Acuerdos de Abraham—, y nunca se ha mostrado comprensivo de las aspiraciones palestinas —hasta trasladó la US Embassy a Jerusalén y creó un Plan de Paz que daba prácticamente toda Cisjordania al Estado judío—, declarando en más de una ocasión que todo aquél que se opone a Israel deberá perecer.
El presidente saliente Joe Biden se atribuyó el éxito del acuerdo. Si bien las negociaciones “a tres bandas” entre Qatar, Egipto y Estados Unidos (más los involucrados directos, obviamente) empezó durante su gestión, en 15 meses Biden logró apenas una mínima tregua en noviembre de 2023 y luego se dedicó a abastecer a los israelíes con todo tipo de armamento e informes de inteligencia. Trump, por el contrario, más allá de sus preferencias por Israel, parece no querer heredar una conflagración en Medio Oriente. En el vídeo se lo ve con el negociador enviado por él a Tel Aviv, Steve Witkoff.
Pero a la vez, Trump tiene una visión jacksoniana 7 de reemplazar la guerra por el comercio, allí donde cree que debe estar el hegemonismo económico mundial estadounidense, sin darle tregua a los chinos.
Y aquí viene la pregunta del millón: ¿En qué medida la nueva asociación estratégica firmada el 17 de enero entre la Federación Rusa y la República Islámica de Irán tuvo que ver en todo esto? ¿Por qué Trump sostuvo que de no firmarse el acuerdo Hamás-Israel todo el infierno (Medio Oriente) estallará?
Aquí va mi hipótesis arriesgada:
Se cree que Trump, que ya hizo muchas declaraciones en contra de Irán —incluso acusándolos de querer matarlo—, y que en el pasado quebró unilateralmente el Pacto Nuclear y asesinó al general Qasem Soleimani—, incrementará las sanciones contra Irán. ¿Pero eso es un paso inevitable? Veremos. ¿Trump irá a la guerra de la mano de Netanyahu y sus matones? No necesariamente, por más que los sionistas metan fichas y presionen al respecto. Y puede que eso ya lo haya demostrado. Los iraníes hacen sus cálculos y tejen sus redes de contención. Por eso firman el acuerdo integral estratégico con Rusia, ideado para “combatir las sanciones”.
Sin embargo, si bien el acuerdo es financiero, económico, energético y tiene múltiples reciprocidades, no constituye una completa alianza militar, como la que Rusia sí constituyó con Corea del Norte.
Se sabe que Irán la ofertó, pero Rusia no quiso entrar en ese terreno, probablemente, como gesto hacia los Estados Unidos. No obstante, ello no quita que Rusia pueda abastecer ¡y lo hará! de moderno equipo militar, especialmente, relativo a las defensas aéreas.
Ahora bien: Trump también sabe donde están sus objetivos. Él comprende que Estados Unidos ha perdido influencia tanto en Medio Oriente como en Eurasia. Con su agresividad y falta de compromiso por los acuerdos, Biden envió a Rusia “a los brazos de China”, consolidando la peor alianza anti-estadounidense que podía imaginar Washington. Ahora está “progresivamente” enviando a Irán a los brazos de Rusia. El apoyo irrestricto a la sádica cúpula israelí debe finalizar, o no podrá jamás imponer una Pax Americana en Medio Oriente. Pero lo debe hacer con cuidado, porque afectar a Israel es afectar a su propia política interna (se entiende… ¿no?). ¿Por qué enviaría a su asesor personal, Elon Musk, a reunirse con el embajador iraní ante la ONU, Amir Saeid Iravani? Es evidente que Trump quiere algún tipo de entendimiento básico con “las nuevas autoridades” persas.
Ahora, las autoridades iraníes vienen repitiendo incansablemente que no desarrollarán armas nucleares y están haciendo gestiones para que 2025 sea el año en que pueda destrabarse la “cuestión nuclear” y finalmente ver levantadas las sanciones. La máxima prioridad de Irán es mejorar la economía, que es el punto débil del país y repercute en las esperanzas de la población. El Guía Supremo, Alí Jamenei, no es una persona obtusa y ha dado su apoyo a Pezeshkian sabiendo que era un reformista.
¿Obedece la “retirada” iraní de Siria a un primer paso hacia una construcción de confianza? ¿Obedece la “advertencia” de Trump a Netanyahu para que firme la tregua con Hamás a una correspondencia de ese primer paso iraní? ¿A eso se refería Trump cuando hablaba que, de no firmarse, estallaría el infierno (vale decir, que la guerra israelo-iraní era el paso subsiguiente)?
Solo el tiempo y la buena voluntad pueden dar la respuesta.
Lo cierto es que Irán tiene un track-record pésimo con Trump, pero el presidente, en su segundo mandato, luego de la “polémica salida” que le diera el Deep State, con censura comunicacional y sospechas de (verdadero) fraude político, viene recargado, con nuevas ideas. E Irán sabe que:
- La generación de la Revolución de 1979 ya es veterana. Pierde adeptos en la juventud, que necesita respuestas de mayor libertad personal, modernización y perspectivas superadoras. Para que la Revolución subsista debe reformarse, por supuesto, dentro del islamismo y ciertas reglas no discutidas. La base de la reforma es el mejoramiento de la economía, y eso requiere el levantamiento de las sanciones occidentales. Cuando ello ocurrió, en 2016, Irán creció un sorprendente 12% anual.
- Para lograr el levantamiento, debe resolver la cuestión nuclear, para lo cual debe sentarse en una mesa justo con aquel funcionario que se retiró unilateralmente en 2019. Que el ministro de Exteriores, Abbas Araqchi, haya elegido como asesor a Mohamad Yavad Zarif (quien negoció el JCPoA), con grandes contactos en Occidente, no es casualidad.
- Para ello, Irán necesita dar signos de confianza a Occidente recalibrando su política exterior.
- Para Irán es importante también consolidar su acercamiento a Arabia Saudita. En 2017, bajo los auspicios de Trump, Riad dio la espalda al yihadismo afiliado al Pentágono (lo que le llevó a enfrentarse con su vecino Qatar, que persistía en esa empresa, dándose la paradoja —cual muerto que se asusta del degollado— de que Riad bloqueó a Doha por “promoción del terrorismo”. La idea por detrás era insertar al Reino en el mundo moderno. Siguiendo esa senda saudita, ¿Irán está dando la espalda a los grupos paraestatales, usualmente utilizados como herramienta geopolítica? ¿Es por eso que cayó Siria, Hezbolá accede a Aoun y Hamás suscribe una tregua?
Así las cosas, Irán parece estar jugando al “por las dudas”: por las dudas abre la posibilidad de negociaciones con Estados Unidos para una eventual mejora de relaciones y levantamiento de sanciones; lo cual la nueva dirigencia percibe como estrictamente necesario. Pero por las dudas, suscribe un acuerdo por 20 años con Rusia para enfrentar las sanciones que por ahora persisten y podrían incrementarse si algo sale mal o el lobby sionista logra imponerse en Washington.
(Por: Christian Cirilli/Tomado de su blog La Visión)
- En 2011, la población de Siria se estimaba en aproximadamente 21,1 millones de personas, según datos del Banco Mundial y otras fuentes demográficas. La «Guerra Civil Siria» ha provocado más de 6,8 millones de refugiados sirios en el exterior (más del 32%). Turquía alberga la mayor población de refugiados sirios, con más de 3,5 millones. También hubo más de 6,9 millones de desplazados internos. ↩︎
- Se basan en la máxima «La guerrilla que no pierde, gana. El ejército que no gana, pierde». La verdad es que Hezbolá ha encajado bajas gravísimas y ha sido descabezado, política y militarmente. Sin embargo, esto NO implica su rendición, pero sí una importante merma en su operatividad y poder. ↩︎
- Joseph Aoun es un cristiano maronita. Bajo el Acuerdo de Taif la constitución libanesa asignaba a las diversas facciones y cultos libaneses determinados cargos administrativos. Los presidentes, entonces, están reservados para la minoría cristiana. El caso es que los cristianos fueron cómplices de las tropas israelíes durante la invasión al Líbano en 1982 (Operación Paz para Galilea) y cometieron salvajadas como las masacres de Sabra y Shatila contra civiles palestinos. En consecuencia, son vistos con recelo y desconfianza por Hezbolá. ↩︎
- Hamás planeó meticulosamente la operación Inundación de Al-Aqsa durante un año, en total secreto. Todo indica que Irán, Hezbolá y la Resistencia iraquí no fueron informados. Aun así la inteligencia egipcia logró enterarse y notificó a Israel con una semana de antelación. Esos informes fueron flagrantemente ignorados. Un días después, el régimen sionista lanzaba sus bombardeos masivos contra Gaza. Netanyahu dijo estar “en guerra” contra los palestinos (todos). Hezbolá entró en acción, abriendo un frente militar en solidaridad con Gaza poco después, a pesar de que Hassan Nasrallah declaró públicamente no conocer los planes palestinos. ↩︎
- El pasado es el mejor pronosticador de los comportamientos futuros. ↩︎
- La primera fase le da a Israel lo que quiere: la liberación de los rehenes israelíes en Gaza. ↩︎
- En referencia a Andrew Jackson, el 7º presidente de Estados Unidos (1829-1837). ↩︎