Los niños perdidos

En 2022, uno de cada cinco niños y adolescentes presentaba adicción a los celulares; cifra que, al menos en Cuba, ha dado graves muestras de aumento. Foto: Raúl Navarro/Archivo Girón
En 2022, uno de cada cinco niños y adolescentes presentaba adicción a los celulares; cifra que, al menos en Cuba, ha dado graves muestras de aumento. Foto: Raúl Navarro/Archivo Girón

En una era digital donde las generaciones van ya por la letra griega Alfa y un simple toque de dedo puede abrir ante ti todo un universo de información y entretenimiento, los niños y adolescentes se encuentran cada vez más inmersos en los entornos virtuales.

Sin embargo, el acceso constante a dispositivos móviles ha llevado a muchos de ellos a desarrollar una dependencia que puede considerarse adictiva y comienza a generar preocupaciones sobre su bienestar emocional, físico y social.

El uso de Internet y las redes sociales posee grandes beneficios: nos permite acceder a información, comunicarnos con otras personas y, muy importante en el caso de los niños y adolescentes, constituye una fuente de entretenimiento infinita. No obstante, el uso desmedido e irresponsable de estas tecnologías puede llegar incluso a afectar la salud mental de los infantes.

La psicóloga Diadenis Romero Morales asegura que el uso excesivo de Internet y las redes sociales puede provocar trastornos del sueño, agotamiento, falta de atención, cambios en el humor, ansiedad, así como una disminución en el rendimiento académico, al descuidarse el aprendizaje por estar todo el tiempo expuestos a la tecnología.

“Surgen entonces otros problemas como el aislamiento social o la exposición a fuentes no seguras de información, que pueden llevar a los niños y adolescentes a ejercer juicios y emitir criterios errados sobre determinados temas”.

¿AUTISMO INDUCIDO?

“Míralo, siempre en el celular, va a terminar autista”. Es esta una frase que suele aflorar cuando un niño o adolescente posee adicción a los dispositivos móviles. Sobre el desconocimiento generalizado que existe con respecto a los Trastornos del Espectro Autista (TEA) y el mal uso del término “inducir”, Romero Morales realiza algunas aclaraciones.

“Los TEA son trastornos del neurodesarrollo que se caracterizan por dificultades en la comunicación, el lenguaje, la socialización y la conducta. Sus causas todavía se desconocen, pero sí está demostrado que el autismo no se ‛induce’.

“Por lo tanto, es un error afirmar que los TEA son ‛inducidos’ por el exceso de celulares y pantallas. Si bien es cierto que exponer a un niño a estas tecnologías desde edades tempranas no es beneficioso para su salud, es incorrecto decir que causa autismo, pues estamos hablando de una condición con la que se nace”. 

LO QUE VEN Y OYEN

“Güey”, “pinche pendejo”, “guatdafak”. Son estas expresiones muy comunes en la mayoría de los niños y adolescentes cubanos. Damarys Ramos Báez, directora de la escuela primaria República de Costa Rica, las escucha a menudo y reconoce al instante su procedencia: “Es lo que ven y oyen en sus celulares”.

Oneyvis Nápoles Hernández, profesora de Educación Laboral y exdirectora de la Esbu República Popular de Angola, ha notado cómo sus estudiantes crean jergas propias alrededor del contenido que consumen. “Y si es con las canciones que se oyen ahora, peor”, agrega el director de la secundaria Ramón Mathieu González, Yoandry Prieto Masague.

Pero el uso de términos o acentos extranjerizantes no es el mayor de los problemas que enfrentan los niños y adolescentes con relación al lenguaje; tampoco lo es el vocabulario soez o la vulgaridad. Según la logopeda Fabiola Herrera López, la exposición prolongada a Internet y las redes sociales puede provocar incluso trastornos del lenguaje severos, sobre todo en la primera infancia, comprendida entre los cero y los seis años.

“Hasta cierto punto, su uso es positivo, pues en estos medios existen canciones infantiles, juegos didácticos u otros materiales con fines educativos que estimulan, desarrollan y enriquecen el lenguaje. Mas, el exceso o la falta de control con respecto a los contenidos que se consumen resulta nocivo y puede provocar, en el peor de los escenarios, un retraso”.

Romero Morales coincide con este criterio y, desde su especialidad, agrega que, “para tú poder hablar, tienes que comunicarte con otras personas; por ello, si estás todo el tiempo en la pantalla, no lo haces y te atrasas”.

EL CULPABLE: ¿ESCUELA O FAMILIA?

“Estoy segura de que, si tú subes ahora mismo allá arriba, hay alguno usando el teléfono”, asegura Ramos Báez, refiriéndose a las aulas de quinto y sexto grado. Si bien la familia posee una mayor responsabilidad en cuanto al consumo de Internet y redes sociales por parte de los niños y adolescentes, el segundo sitio en el que estos pasan más tiempo es la escuela, y está comprobado que el celular no suele salir de sus mochilas o bolsillos.

Los directivos y educadores entrevistados coinciden en el hecho de que sus centros sí admiten la entrada de dispositivos móviles, siempre y cuando sea solo para comunicarse con sus familiares o con fines educativos; eso sí, con diferentes niveles de regulación según la enseñanza.

En este sentido, la Resolución 357/15, correspondiente al Reglamento Escolar, describe como falta grave “mantener activado el celular u otro dispositivo en turnos de clases, estudio individual u otra actividad docente o extradocente”; y, como muy grave, “la utilización de celulares, memorias, cámaras u otros dispositivos para hacer grabaciones o filmaciones sin la debida autorización”. No obstante, no se especifica nada con respecto a la introducción del celular a la escuela.

En el caso de la Educación Primaria, Ramos Báez explica que, al contrario de otros niveles de enseñanza, los alumnos no tienen por qué utilizar el celular en clase, ni siquiera con fines didácticos, así que su uso se encuentra un poco más regulado en este sentido.

Foto: Raúl Navarro/Archivo Girón

“Con respecto al tema de la comunicación, aquí ningún niño sale de la escuela sin que yo lo sepa; y, si se da una situación determinada, yo soy la primera que llama al padre y se lo dice. Por lo tanto, no considero necesario el uso del celular con fines comunicativos, a no ser en circunstancias muy específicas”.

En el caso de la Esbu Ramón Mathieu González, el uso de celulares con fines didácticos está permitido. “Nosotros mismos les decimos que los traigan cuando el profesor los necesita en la clase”, refiere su director. Esto no quiere decir que se desconozcan los peligros de su uso excesivo; al contrario: se toman todas las medidas necesarias, pero los estudiantes persisten en usarlos todo el tiempo.

“Tengo grupos que, si tienen algún turno libre, se lo pasan entero con el teléfono. A veces me les paro delante y ni siquiera me ven. Incluso, si los observas bien, los notarás cansados, ojerosos, y es, por lo general, porque se pasaron la madrugada en el celular.

“Esto les llega a afectar académicamente. No hacen las tareas o dejan de estudiar, con tal de pasar más tiempo en Internet. Hemos tenido casos de estudiantes buenísimos cuyo rendimiento disminuye con el aumento de su adicción al móvil. Lo llevan incluso al baño, y ahí te das cuenta de que no pueden vivir sin él. Y, si le preguntas a la familia, te dicen que el teléfono está en la casa, pero es probable que lo encuentres si les revisas las mochilas”.

En la Esbu República Popular de Angola, la situación no es muy diferente; aunque su exdirectora reconoce que, muchas veces, el culpable de que ocurran estas situaciones es el mismo profesor.

“Cuando llegas a tu turno bien preparado y utilizas los 45 minutos, no les das chance de utilizar el teléfono. No estamos en contra de las nuevas tecnologías, pero es que, en vez de usarlas como medio de enseñanza o bibliografía, lo hacen para jugar y conectarse”, refiere Nápoles Hernández. 

Todos los directivos y profesores entrevistados manifiestan que, al menos en sus centros, no existen niños o adolescentes youtubers, tiktokers o influencers, aunque un rápido bojeo por redes sociales demuestra lo contrario, con contenidos grabados, hasta en uniforme escolar.

Por otro lado, refieren abordar el tema en las Escuelas de Educación Familiar; así, los padres estarán al tanto del peligro que representa para sus hijos el uso indebido de Internet y las redes sociales. Sin embargo, no poseen círculos de interés u otros proyectos que aborden el tema directamente.

EL PELIGRO TRAS LA PANTALLA

“El curso pasado tuvimos el problema de una niña —nos cuenta Nápoles Hernández— que se tomó fotos indebidas y las envió a un hombre casado. Son muchas las incidencias de este tipo que se dan en las escuelas, y casi todas comienzan por los teléfonos”.

El anterior es un caso preocupante de pornografía infantil; situación que forma parte de una serie de riesgos graves relacionados con el uso indebido de Internet y las redes sociales, entre los que también se incluye, por ejemplo, el ciberbullying.

“Los niños se comunican constantemente con desconocidos a través de las plataformas digitales, y pueden convertirse en víctimas de acoso”, refiere Romero Morales. 

“Por ahí mismo se ofenden —agrega Nápoles Hernández—, practican el bullying, y luego van a la escuela a resolver sus entuertos mediante la violencia”.

El uso desmedido e irresponsable de Internet y las redes sociales representa una amenaza significativa para la salud mental, el rendimiento académico y las relaciones interpersonales de los niños y adolescentes. Padres y educadores deben trabajar al unísono para fomentar un uso saludable y equilibrado de estas herramientas digitales, promoviendo la seguridad en línea y estableciendo límites adecuados.

Solo así protegeremos a todos esos niños perdidos que, al contrario de los que habitaban Nunca Jamás, no dejan de crecer, sino que lo hacen antes de tiempo, y a qué costo. (Por: Humberto Fuentes Rodríguez y Beatriz Mendoza Triana)

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Periódico Girón

Sobre el autor: Colectivo de autores

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