Este miércoles 8 de enero amanecimos con la feliz noticia de que a la actriz Miriam Muñoz Benítez le fue otorgado el Premio Nacional de Teatro 2025. Un jurado compuesto por Carlos Pérez Peña, Verónica Lynn, Raquel Carrió y Omar Valiño, reunido al amparo del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la seleccionó dentro del conjunto de cinco creadores nominados.
“Fue una sorpresa maravillosa —expresó la responsable de Teatro Icarón en declaraciones al periódico Girón—, me ha conmovido muchísimo lo que han dicho sobre mí algunos colegas e integrantes de ese jurado tan prestigioso; pero, sobre todo, la manera en que lo ha acogido el pueblo, cómo me han manifestado su alegría. Pienso en este momento en algunos que ya no están y con los que me hubiera gustado compartirlo, especialmente el diseñador Rolando Estévez y el director Pedro Vera”.
Mirita, como cariñosamente la conocen los matanceros, es menudita en su aspecto exterior, pero tiene entrañas de gigante. Muchos nos acercamos por primera vez al teatro a través de alguno de sus personajes: Edith, Emilia, Fernandito o Cristina. Como ha expresado el dramaturgo Ulises Rodríguez Febles, su nombre está asociado a la historia de la escena cubana desde la década del 60 hasta la actualidad.
De formación autodidacta, desde muy pequeña se vinculó al mundo de la creación artística, lo mismo en la actuación que en el canto. En 1967, junto al elenco del entonces Guiñol de Matanzas, tuvo su debut y de la mano de René Fernández Santana dio sus primeros pasos como profesional.
Ni los desaciertos de la política cultural de inicios de los 70 ni los rigores de la parametración lograron apartarla de su propósito vital. De un puesto como obrera en la fábrica de fósforos al que había sido relegada, regresó a las tablas, rediviva, con el emblemático Conjunto Dramático de Matanzas (posteriormente El Mirón Cubano) y estuvo en obras como Cordelia de pueblo en pueblo, El cruce sobre el Niágara, El gato de Chinchila o la Locura a caballo.
El director y dramaturgo Albio Paz se inspiró en ella para escribir el monólogo Las penas que a mí me matan, pieza que le dedicó. Se vistió con la piel de Edith Piaf y puso para siempre en el corazón de la urbe yumurina la particular manera de ser y de sentir de “El gorrión de París”. A inicios del presente siglo, nace su proyecto Teatro Icarón, con el que ha dirigido casi una treintena de puestas en escena.
Varias generaciones de artistas matanceros se deben al magisterio de Miriam Muñoz y a los sucesivos talleres de actuación que ha organizado desde la década del 90. También el trabajo comunitario ha tenido en ella un pilar fundamental. Este premio representa el justo reconocimiento a la virtud de quien se ha dejado la piel en los escenarios y aún hoy, a punto de cumplir sus 78 años, sigue regalando su arte a la ciudad que la vio nacer. (Fotos: Ramón Pacheco)