Yosmel, donde la juventud y dedicación prevalecen

Yosmel, donde la juventud y dedicación prevalecen

Temprano en la mañana, Yosmel llega puntual a las puertas de la escuela primaria Seguidores de Camilo y Che. Su grupo sexto C lo espera en el aula para recibir las clases, pues para ellos su presencia es más que usual porque lleva seis años junto a él.

Yosme, como le dicen sus allegados, es uno de los educadores más jóvenes que posee el centro estudiantil. Su preparación, puntualidad, sacrificio y preocupación por el trabajo lo convierten en todo un profesional a sus 34 años.

UNA INESPERADA DECISIÓN

Ser educador en estos tiempos no forma parte de las profesiones que eligen los jóvenes de ahora, pero existe un pequeño porcentaje que todavía aboga por el magisterio. Yosmel Rojas Luis es uno de ellos, aunque no se podría decir que para él fue como un llamado a la vocación, ni siquiera la carrera que tenía pensado estudiar; sin embargo, llegado el momento, fue una decisión sin arrepentimientos.

“Todo comenzó no porque yo quería la profesión, sino porque deseaba ser informático; pero no sabía nada de matemática en ese tiempo y por un punto no pude presentarme a las pruebas de ingreso para Informática. Cuando cursaba la secundaria básica, existía el sistema de los PGI (profesor general integral) y fue lo que pude coger, hasta que ingresé al pedagógico en el 2010.

“Comencé a dar clases cuando todavía era un estudiante, en las prácticas, con un segundo grado de la escuela primaria René Fraga Moreno, en Pastorita. Al enfrentarme al aula, todo me daba pena, era muy tímido y no hablaba con casi nadie. La primera reunión de padres que tuve fue un desastre, en el sentido de que todos eran casi de la misma edad que yo, y cada vez que daba las explicaciones tenía que tomar agua porque se me iba la voz. Pero después me fui adentrando en ese mundo y me fue gustando. 

“En aquel entonces, combinar mis estudios con el trabajo requirió una gran organización y planificación. Debía preparar las clases y actividades con antelación, y asegurarme de que cada lección fuera atractiva y adecuada para la edad de los niños. Fue fundamental encontrar un equilibrio entre cumplir con mis responsabilidades académicas y brindar la mejor enseñanza posible a mis estudiantes.

“Cuando me gradué, me dieron un grupo de cuarto grado complicado, con ellos tuve que hacer magia. Después decidí dar quinto grado, que era muy fuerte, pero lo logré terminar, y luego me trasladé a Seguidores. Fue aquí cuando me dieron el grupo del que actualmente soy el profesor guía”.

SEXTO C, UN GRUPO QUE NUNCA OLVIDARÁ

Transitar por todos los grados junto a su grupo de sexto C es de los mejores momentos de su vida.

Si realizas una visita a su aula y preguntas a los pequeños qué es lo que más les gusta de su guía, sus palabras serán: “se esmera mucho por enseñar”, “nos ayuda cuando tenemos duda”, “es muy bueno con nosotros”, “a la hora de enseñarnos lo hace con mucha paciencia”, “estoy orgulloso de ser su alumno”, “nosotros lo queremos mucho”. Para él no existe mejor regalo que verlos crecer, esos pequeños que recibió sin saber una letra, y ya hoy pueden escribir líneas y párrafos sobre todo el cariño que sienten por él.

“Decidí trasladarme a Seguidores de Camilo y Che por la cercanía, porque cuando en la antigua escuela se me hacía muy tarde, algunas veces no venía el transporte de nosotros y teníamos que irnos por la calle. Fue así como vine para acá y desde que comencé no me he ido y ni pienso hacerlo.

“El primer grado es el año más importante de la enseñanza primaria. ¿Por qué? Porque ahí aprenden a leer, escribir y calcular. Por eso escogí ser guía de un grupo desde primer grado hasta sexto, y han sido seis años maravillosos.

“Cuando llegué al aula, vi a esos niños tan pequeños decir ‘maestro, maestro’, y algunos como una alumna que presenta un problema en el lenguaje. Yo no la entendía, eran los demás niños quienes me decían ‘maestro es que quiere ir al baño’. Creí que no podía con aquello, pero todo ese miedo se fue cuando vi que aprendieron a leer, escribir y calcular, ahí es cuando sientes el mayor orgullo por esta profesión.

“Después vino la covid, cuando me faltaba dar las tres últimas letras del abecedario. Entonces, por la plataforma de WhatsApp enviaba los repasos. A pesar de ver las teleclases, a ellos les interesaban más las clases que les mandaba; no obstante, sabía que algunos no estaban leyendo, porque los padres me lo informaban, y cuando me los ponían por teléfono les decía: ‘Yo sé que no están estudiando, la cámara me lo dijo’, y enseguida se sentaban y empezaban a leer. 

“Recuerdo que el primer día de curso les había dicho que iba a estar con ellos desde primero hasta cuarto, que no les prometía quinto y sexto; pero al final continué con ellos en quinto y sexto. Al final dio sus frutos, porque no hay mayor satisfacción que ver cómo cada día ellos aprenden algo y se van preparando para la vida”.

EL SER DEL MAESTRO

No importa las circunstancias o los obstáculos, cumplir con la labor de un maestro es fundamental para Yosmel.

Para este hijo del poblado de Pedro Betancourt, ser joven y docente ha sido todo un reto en su carrera. No obstante, nunca se dejó avasallar por los comentarios o las malas críticas. En cambio, decidió probar que, a pesar de la inexperiencia y los pocos años de trabajo, podía transitar desde el primer grado hasta el último y comprender aún mejor la importancia de la labor de este oficio.

“Al convertirme en maestro, comprendí que uno tiene que ser creativo en las clases y trabajar mucho con la imaginación de los niños, para que ellos puedan captar los contenidos, así como motivarlos en el estudio, por ejemplo, con la estrellita roja en la libreta.

“También entendí la importancia de la empatía y la paciencia al tratarlos. Cada estudiante es único y tiene su propio ritmo de aprendizaje. Aprendí a resolver problemas sobre la marcha, desde cuestiones académicas hasta conflictos entre ellos.

“Por otra parte, esta experiencia me hizo valorar aún más la profesión del docente, pues no solo implica enseñar materias, sino formar personas, guiarlas y apoyarlas en su desarrollo integral. Cada sonrisa, cada avance y cada momento de aprendizaje con mis estudiantes me incentivó a seguir adelante y a dar lo mejor de mí.

“Esta es una labor de amor y dedicación. Mi tiempo con el grupo de segundo grado durante las prácticas no solo me enseñó a ser un mejor educador, sino que también me ayudó a crecer como persona. Es una etapa que siempre llevaré en mi corazón y que marcó el inicio de mi camino en la enseñanza.

“Como joven, he recibido algunas críticas y comentarios. Es común que en cualquier profesión, especialmente, en una como la enseñanza, se enfrenten este tipo de desafíos y opiniones diversas. Es por eso que cada día debe superarse, para poder enriquecer sus clases”.

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Sobre el autor: Beatriz Mendoza Triana

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