Mi abuela pasó su luna de miel en San Miguel de los Baños. Es algo que se viene repitiendo en mi familia desde que tengo uso de razón, con énfasis en el tiempo pretérito de la oración gramatical: “pasó”, del verbo “ya no pasa”, diría un colega.
Cada vez que alguien te habla de San Miguel lo hace en pasado, como refiriéndose a un reino medieval o una caverna del Paleolítico, y eso te da un índice de lo mucho que deben haber cambiado las cosas.
Nunca olvidaré la primera página de El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, que decía algo así como “recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”. De ahí podemos concluir que, en el pecho de los habitantes de San Miguel, las “ocho vías” que nunca se terminaron de construir se abren paso con un tránsito de recuerdos perpetuo, la mayoría de ellos felices.
Historias hay muchas: como para escribir un libro entero. Mi papá trabajó algún tiempo en la unidad militar de San Miguel, y desde niño estoy escuchando los mismos cuentos: que si el balneario, que si la ermita. Boris Luis Alonso Pérez, compañero de trabajo nacido, criado y tristemente emigrado de San Miguel de los Baños, se pasa el día hablando de lo que vivieron sus padres, sus abuelos.
¡Incluso las historias ficticias, los “cuentos de camino”, mientan a San Miguel como el edén perdido de la llave del golfo! Hace algunos meses, preparando un texto sobre el río Buey Vaca, descubrí que algunos internautas asociaban el origen de su nombre con un cartel que decía way back ―camino de regreso―. Y, ¿a dónde creen que regresaba el supuesto camino mencionado en el supuesto cartel? Unos dicen que a Varadero; otros, que a San Miguel de los Baños. ¡Hasta lógica tiene, porque San Miguel era mucho San Miguel en su tiempo! Sin embargo, esto no es más que una leyenda, surgida del imaginario popular yumurino.
Podría pasarme horas hablando de este poblado y la opulencia que una vez reinó en sus predios, pero el Boris ya lo hizo en un reportaje cuyo mérito reside en las soluciones que plantea para rescatar un sitio empantanado en el tiempo y prácticamente olvidado porque, como diría Buena Fe, “todo lo que fue, y no es, es como si nunca hubiese sido”.
¿Mi aporte al tema? Este artículo cronicado y un puñado de fotos de época. Véanlas, y después me dicen si San Miguel es o no es el edén perdido de la llave del golfo.
Que nostalgia! Me hice técnico medio en San Miguel. Trabajé en la unidad militar como técnico. Asi cumplí el servicio. Cuando estudiante, visitamos mucho el balneario y su famosa cafetería, corriamos todos los dias de la escuela a la ermita para mantener la forma. Aquella loma se las traía. La Piscina! La Cueva del Oso!!! Era el bar del de a pie con su famosa Jiquima. Al frente estaba la cafeteria con croquetas, medallones, jugos y mucho mas, todo baratisimo. El hotel Villaverde de madera que lo arreglaron y se cayó solito. Por suerte no habia nadie. El hotel San Miguel! Tenia un restaurante donde se comia muy bien y barato. En fin añoro San Miguel, su gente, mis profesores, Alberto, Marilyn, Rene y Ramona, Quiqui como le deciamos de cariño! Forcades, de electrónica! Fueron los mejores años de mi vida. Ojala y algunos de ellos lean esto.