“Te falta experiencia…” y otros estigmas del diminutivo. Imagen generada por IA
Imagínense la situación: el veterano director de una empresa estatal acaba de jubilarse, luego de poco más de quince años al frente de la entidad. Las propuestas para reemplazarlo son: en primer lugar, Armando, recién graduado de la academia, con título de oro y una trayectoria científica envidiable a pesar de su corta edad; y “Felo”, cuadro de la empresa vecina, sin formación académica alguna pero con casi veinte años de experiencia en el sector. ¿A quién creen que le hayan dado el cargo? Alerta de spoiler: no fue a “Armandito”, diminutivo que acompaña al joven desde su reciente llegada al mundo laboral.
El adultocentrismo, entendido como la falta de confianza que sufren los jóvenes debido a la supuesta inexperiencia que traen consigo “de fábrica”, constituye un problema latente y todavía poco señalado en la sociedad cubana. Esta forma solapada de discriminación hacia la juventud se manifiesta en diversas esferas de la vida cotidiana, limitando en cierta medida sus derechos y oportunidades de desarrollo.
Quizás el sector en el que más se observe este problema sea el ámbito laboral, “campo de batalla” donde los jóvenes enfrentan numerosas dificultades si desean acceder a empleos de calidad y, a pesar de tener igual o incluso mayor nivel de formación, suelen ser a veces hasta ignorados por sus superiores.
Por otro lado, y a pesar de que representan una parte significativa de la población cubana, las voces y opiniones de los jóvenes ―muchas de ellas lúcidas y con propuestas interesantes― no llegan a tener una capacidad de decisión real cuando se analiza de manera práctica. Son escuchadas, de eso no cabe duda, pero ¿es un joven el que aprueba, o solo el que propone?
La lucha contra el adultocentrismo no implica una competencia entre generaciones, sino más bien la búsqueda de una mayor equidad y respeto entre todos los ciudadanos, independientemente de su edad o experiencia. En este sentido, urge impulsar medidas que fomenten la participación de los jóvenes en la toma de decisiones, así como promover su acceso a cargos u ofertas de trabajo que suelen estar reservados para personas mayores que ellos.
Son varias las instituciones, empresas u organizaciones que han encontrado en un líder joven la solución a la mayoría de sus problemas. A veces, los proyectos se estancan y pasan años o incluso décadas sin cambio alguno o con variaciones mínimas en sus acciones diarias, hasta que llega un novel con la capacidad suficiente para adaptarse a los nuevos tiempos y “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, frase que de tanto repetirla parece que la olvidamos.
Podemos recordar que un claro ejemplo de los errores del modelo soviético que llevaron a la caída del socialismo en Europa del Este se centró precisamente en la prevalencia de una gerontocracia que generalmente priorizaba la mayoría de edad por encima de cualquier otro criterio selectivo.
Y no solo se trata de ser más o menos joven. La experiencia, como tantas otras cualidades, es relativa y depende de factores específicos como el talento o el interés prestado. Lo mismo podemos encontrar a un veinteañero capaz de resolver un entuerto corporativo en menos de una hora, que funcionarios con varias décadas de “experiencia” en las que lo único que han hecho es quitarse responsabilidades de arriba, condenando a los procesos a anquilosarse en el tiempo.
El combate contra el adultocentrismo debe ser abordado de manera integral y desde todos los ámbitos. Esto implicaría un cambio de mentalidad en las personas con capacidad decisora, así como una mayor valoración de las potencialidades de aquellos jóvenes que, como Armando, sufren en carne propia los estigmas del diminutivo.
Son necesarios líderes jovenes, J O V E N E S…que se relacionen con franqueza con sus equipos, gente no viciada, que saben motivar y llenos de energia. Si alguien no ha probado nunca una determinada tarea, es normal que cometa errores, si los «viejos» se equivocan .Los jovenes promoven nuevos modelos y estilo de trabajo, tienen E N E R G I A, en un mundo donde el desgano sale de fiesta cada dia.
“Creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la Patria, fe en la Patria! ¡Amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas!”.
(Discurso pronunciado en la clausura del Congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, 4 de abril de 1962).