Técnica canina de la aduana: tranquilidad y seguridad de un país
Onay y Leiko se parecen muchísimo, a no ser por ciertas manchas carmelitas perfectamente arqueadas que el primero tiene sobre sus ojos, como si le hubiesen pintado las cejas con un pincel.
Pero esa no es la única diferencia de los canes de la raza springer spaniel. A Onay le atrae el olor de los narcóticos y el dinero, mientras que Leiko se decanta por rastrear explosivos en todos los rincones del Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, de Varadero.
Desde hace más de cuatro décadas la aduana cubana sumó a sus filas a los perros, aliados perfectos en la lucha contra el tráfico de drogas y el enfrentamiento al terrorismo. Ocho ejemplares integran la técnica canina de la institución aeroportuaria matancera, quienes junto a sus instructores batallan día a día en la protección de bienes y vidas.
UN VIAJE A LOS INICIOS
“Soy graduado del primer curso que se realizó en la Aduana cubana, impartido por asesores de la antigua República Democrática Alemana”, refiere Fidel Alonso Grau, fundador de la técnica canina, la cual el pasado 8 de julio cumplió 42 años.
En enero de 1982, 34 miembros de la Aduana de todo el país se aventuraron en ese empeño en la Escuela Nacional de la Técnica Canina de Tropas Guardafronteras. Dos equipos cinófilos procedían de la provincia de Matanzas: el compuesto por Alonso Grau y el can Elo, y la dupla de Gustavo Fernández Rodríguez y Wulla.
“Luego de eso, pasé cursos con diferentes métodos en ambas especialidades (droga y explosivo), donde sobresalen checos, rusos e italianos, y una formación con un experto francés que introdujo la variante de búsqueda de dinero (dólares y euros) con los canes”, rememora Fidel, quien, aunque ya no se encuentra activo, mantiene vital el amor por el trabajo al que dedicó gran parte de su vida.
Desde aquellos dos primeros equipos que atendían fundamentalmente al Puerto de Matanzas y el de Cárdenas, y participaban en operativos realizados por el Ministerio del Interior (Minint), mucho se ha perfeccionado el quehacer de las unidades cinófilas de la Aduana matancera.
“Tenemos una plantilla de ocho canes de drogas e igual número vinculado a la detección de explosivos; pero no está cubierta”, refiere Alain Carrazana Miranda, hoy al frente de la técnica canina de la Aduana, ubicada en el Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, de Varadero.
“Antes de entrar al curso en La Habana, el técnico y el can reciben una preparación aquí. En la escuela le hacen una prueba de actitud con una serie de requisitos a cumplir.
“Al posible instructor se le hace una prueba de actitud, pero lo primero es que le gusten los perros y, en segundo lugar, que tenga condiciones para esa labor. Hay que sudar, coger sol, correr, limpiar las casetas de los perros… O sea, para llegar al resultado final, que es lo que todos aprecian de los perros por el salón del aeropuerto, es necesario pasar por una serie de dificultades”, asegura Carrazana Miranda.
EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE
A escasos metros de la entrada del aeropuerto se encuentra la Unidad Canina donde radican los ocho ejemplares que brindan sus servicios a la instalación. Si es horario de vuelos, lo más probable es que algunos de ellos estén desplazándose por los salones o tras un rastro en la estera por donde se desplazan los equipajes.
“Adquirimos los cachorros en el centro de cría del Minint, con tres cuatro meses de vida. A partir de ahí comienza la preparación del can”, —explica Alain, quien lleva más de una década vinculado a las unidades cinófilas del Juan Gualberto Gómez. En dependencia del aprendizaje, se extiende el entrenamiento entre cuatro y seis meses, donde además de obediencia adquiere el adiestramiento específico para la especialidad que le fue asignada: detección de explosivos, droga o dinero, y cuarentena, relacionada con alimentos que tienen su entrada restringida al país. El tiempo no difiere entre estas, porque prácticamente es la misma metodología; lo que cambia es la sustancia que vas a introducir.
“La vida útil de un can, según el reglamento de la Aduana y el Minint, es de ocho años, porque ya empieza a haber un desgaste en su sensibilidad olfativa, pierden facultades. Cierta vez le dimos baja a uno de 10, que se mantuvo hasta entonces en perfectas condiciones. Cuando dejan de estar activos, los guías se los llevan.
“Hace mucho tuvimos pastor alemán, labrador y cocker spaniel. La raza que empleamos actualmente, un 90 %, es springer spaniel. ¿Por qué? Es un perro que soporta gran carga de trabajo, ágil. El cocker no aguanta mucho en alza de vuelos, y al labrador el sol le afecta en demasía, porque se trata de una especie robusta, de clima frío.
“La rutina depende de si hay temporada alta o baja de vuelos. Estos se manejan por estrategias. En cuanto a lo relacionado con drogas, se analizan los de más riesgo o donde vengan pasajeros que estén sujetos a control; mientras que explosivos sí se buscan en casi todos los de salida, porque es seguridad del aeropuerto.
FORMANDO EQUIPOS
Para Fidel Alonso Grau, “la técnica canina se basa en lograr una compenetración del equipo cinófilo, una armonía, una socialización hombre-perro, y así motivar y reafirmar una perfecta cooperación entre ambos”.
Rosmery Pino Alpízar apenas rebasa el año en la técnica canina, pero ya se le nota la emoción cuando cuenta su experiencia. “Aún paso cursos donde le enseño a mi perra y aprendo a la vez acerca de la introducción y discriminación de sustancias. Ese animal es el mejor compañero que uno puede tener; aquí somos una unidad y siempre nos ayudamos unos a otros”.
En el caso de Víctor Hugo O’Farril Nolasco, ascienden a siete los años que ha dedicado a la especialidad de explosivos, todos en compañía de Leiko. “Es un trabajo muy bonito y a la misma vez complicado, porque debemos educar a los perros. Aquí en fronteras se protege al país, desde cualquier especialidad. Aprendes a conocer a los canes, a entender que no solo son animales domésticos, sino que pueden convertirse en una potente herramienta de seguridad. Y te sientes bien porque, sin duda, el perro es el mejor amigo del hombre”.
El más experimentado en la tropa es Reynol González Victores, quien lleva en la aduana 40 años, 35 de ellos como técnico canino. “De los canes me sorprende su inteligencia. Actuamos en los salones, aeronaves, cargas internacionales, en buques. Buscamos los distintos tipos de drogas en los equipajes; cuando ellos detectan algo, se ponen al lado de las cargas que están positivas. Les enseñamos distintos tipos de marcaje. El activo sería rascando o ladrando. El que más usamos es el pasivo, que es sentado, echado o parado frente al objetivo, con la intención de no dañar el equipaje del pasajero.
“Últimamente, comparto más con Onay que en mi casa, porque existe crisis en la cantidad de personal. De siete días, por lo menos cuatro o cinco estamos juntos, un promedio de ocho horas diarias. He tenido como seis compañeros en mi período laboral. Retiré uno en 2022, y este (Onay) era de un colega que se fue y lo adapté a mí; se hallaba apto para esta faena y me conocía del área. No fue difícil lograr empatía, era como se dice: ‘pasarle la mano’. La primera etapa con los canes sí es fuerte, porque requiere de mucho entrenamiento. Tuve un perro que fue varias veces campeón nacional; luego de retirado, lo tuve en casa y falleció a los 16 años. Era tan querido, que en la Canina se le hizo un obelisco para homenajearlo”.
“Es un trabajo bonito, pero lleva mucho sacrificio. El resultado final en el salón de la terminal es bello, pero para llegar ahí se requiere de paciencia. Nos enfrentamos a diversas dificultades como todo el mundo, necesidades, escasez de muchas cosas para poder entrenar, y nos mantenemos inventando, —comenta Alain, quien ya atesora unos cuatro lustros de labor—. Empecé como técnico de explosivos. Mi can fue campeón nacional dos años seguidos, pero luego de un tiempo hubo que darle baja por enfermedad, tenía problemas del corazón. Después cambié de especialidad y empecé con una labradora de droga. Me gradué de instructor y ahora pertenezco a la comisión de exámenes de la Escuela Nacional de Aduana. Este es mi santuario. Aquí me siento como en casa”.
EFECTIVIDAD DEMOSTRADA
En diciembre de 2023, las unidades cinófilas de la Aduana matancera detectaron, en el aeropuerto de Varadero, siete casos relacionados con drogas en equipajes y uno con dinero; aunque este último se trataba de una cantidad permisible a transportar por fronteras.
De enero a la fecha, los números ascendieron a más de 50 marcajes relacionados con estupefacientes y siete con efectivo que excedía las sumas admitidas a importar y exportar.
“Bien preparada, la técnica canina es bastante eficaz. Incluso, a veces los pasajeros son consumidores, no traen nada en el equipaje, pero consumieron antes del vuelo, y el can marca el equipaje porque, en la parte donde más se toca, el olor siempre queda”, asegura Alain.
“Está el mito de que al perro se droga y no es cierto, lo que se le desarrolla es el olfato. Al animal se le empieza a enseñar con olores de él, luego el del técnico que lo instruye, y finalmente el marcaje de la especialidad para la que se entrena. Primero usamos una gasa embarrada y, cuando ya identifica, empleamos la sustancia pura, pero jamás entran en contacto con ella. En la calle me han preguntado varias personas sobre eso, hasta se me han puesto bravos. ¡Imagínense, tendríamos que buscar un perro cada siete meses, porque la drogadicción deteriora! Es que, según ese pensamiento, ¿qué se le da al can de la otra especialidad, explosivos?”, enfatiza Reinol, a quien le quedan tres años para jubilarse y espera hacerlo al lado de los perros.
“También es injusto pensar que se les explota, —considera Víctor, mientras le acaricia el pelaje a su compañero de más de un lustro—. El can hace turnos: a veces de 24 horas, otras de 12; eso depende de la situación operativa que tengamos. No abusamos de los animales, ellos ven lo que hacen como un juego, y les gusta; y nosotros sentimos emoción cuando el perro marca o reacciona a la sustancia”.
El anuncio por el altavoz, de repente, de un vuelo haciendo entrada pone en atención al equipo. Como si se tratase de atrapar pelotas, de nuevo los canes se desplazarán entre maletas en el área de facturado, recorrerán los salones zigzagueando entre el tumulto de quienes vienen y van, y una que otra vez se sentarán como nerviosos cerca de algún equipaje, con su colita inquieta, como quien encuentra el tesoro escondido.
Cada día volverán los retos y los juegos, la estrecha alianza entre el hombre y su más leal amigo; un trabajo que a la vez que reconforta salva, porque en su éxito descansa la tranquilidad y seguridad de un país.