Crónica citadina: Palabrotas… ¡a pululu! Foto tomada de Cubadebate
De que en estos últimos tiempos existe un notable deterioro en la expresión oral, es innegable.
Por doquier se escuchan expresiones vulgares cuyos protagonistas no les importa lo más mínimo decirlas públicamente -no ya en el diálogo un poco más recatado que se establece a través de un celular-, incluso de acera a acera.
Por pudor no las publicamos, solo las insinuaremos a través de los puntos suspensivos.
_¿Y cómo te fue con fulano anoche?
_Nada, mi amiga es un auténtico come… Que se vaya al… Total, para la leche que da la vaca que se la beba el ternero.
Otro dúo:
_El me vio el diablo reflejado en el rostro, por eso recogió pita, el muy m…, piensa que yo soy una … y quiso coger los mangos bajitos conmigo. Le dije “bajanda”. Te portaste mal: no vas a coger ni eso ni lo otro. Cacho de…
Otra pareja: Dos mujeres, una llevaba un celular en una mano y le pedía a su amiga que le alcanzara una caneca con ron barato. Eso ocurrió una noche de este mes de julio:
La que portaba el equipo, extasiada miraba una escena íntima y le decía a su acompañante: “una… (palabrota perfectamente audible de acera a acera) como esa es la que me hace falta a mí ahora.
Ni gota de vergüenza o pudor.
Un “casito “ más.
El jefe se me encarnó y lo mandé para el mismísimo… ya tu sabes, se puso…, pero a míme importa un…eso, que se vaya para el… de su madre.
!Qué lamentable oír toda esa andanada de palabrotas, de vulgarismos, de indecencias que quienes las expresan lo dicen como la cosa más natural del mundo, sin importarle quién las oiga, incluso delante de menores.
Maltratar de esa forma nuestro rico lenguaje, no es un mérito, ni impone miedo o terror por tal bravuconada.
Pero lo más lamentable que hasta muy jovencitos, estudiantes de secundaria, tal vez, le he oído esas malas palabras, quizás influidos por la vida callejera, o por pertenecer a un hogar disfuncional, donde las trifulcas, peleas entre adultos se digan mutuamente esas barbaridades.
Por respeto a sí mismos, muchos no nos dejamos arrastrar por esa corriente del mal hablar. Se debe evitar caer en ese lodazal lingüístico que empaña la decencia y coherencia de nuestro elegante idioma Español.
Se impone cerrar filas para evitar que esas turbias aguas del mal hablar se desborden y nos inunden en el cieno de su lecho. Debemos ponerle un dique para contener esa maloliente marea del indecente hablar: Aunar esfuerzos, educación, el hogar, el trabajo, el barrio…
De no ser así, será inútil cualquier intento al respecto.
Entonces mi amigo, Ibrahín me ratificaría: ¿Palabrotas, expresiones soeces? ¡A pululu!
(Por Fernando Valdés Fré)
Las palabrotas o malas palabras, las define el gusto de cada cual, también forman parte del idioma. Las considero útiles y necesarias, pues hay momentos y situaciones que son insistituibles. Nada expresa, ninguna otra palabra o frase de nuestro rico español el total contenido del momento, del sentir. Pero, y ahí está el detalle, es insistituible, imprescindible necesaria, útil y comprensible para el interlocutor en un momento, no antes o después, en un contexto, en una situación, en un círculo determinado de personas que afrontan una determinada situación. Nadie escapa de su uso, ni el o la más remilgada, que quizás «nunca» ha dicho una mala palabra, pero al menos la ha pensado. En contraposición su uso en otras situaciones hiere el oido de quien, por simple proximidad tiene que escucharlas. Como regodea el artículo, ya es algo cotidiano ese «uso» dentro de la más mínima oración de la expresión de incluso féminas, en cualquier lugar, hasta las «disfrutas» integrando una conversación teléfónica en un móvil en una guagua atestada de gente. Qué diría al oirlas el genial Faustino Oramas, pues esas y esos «hablantes» no dejan nada para la imaginación.