Oficios made in Cuba. Foto: Del Autor
Aquí no se vive, se inventa. Inventamos monedas y siglas para las monedas. Inventamos métodos de resistencia para que la Isla no nos aplaste como cuando en la primaria al perdedor de la pelea todos le iban encima a hacer una «pilita». Inventamos palabras y expresiones cuando las de siempre nos aburren. Creo que pronto reinventaremos, incluso, el oxígeno para ver si cogemos un respiro del invento.
Entre tanto invento no extraña que también creemos nuevos oficios, profesiones que solo se pueden dar en una Isla del mar Caribe, este bote con boquetes, este pedazo de tierra que, cuando Cristobal Colón le soltó aquello de «la tierra más hermosa del mundo», de tan orgullosa y terca nunca le contestó.
Muchas de estas profesiones endémicas nacieron de esa habilidad del cubano de sacarle filo a todo: los cuchillos que te clavan en la espalda, las tijeras con que dicen que se corta el hilo del destino, la espada que te tiene contra la pared pintada con cal y tú con el pantalón de salir. Otras surgieron de diversos procesos políticos y económicos que, cada cierto tiempo, resetean al país, como en los videojuegos se comienza una partida nueva.
Tenemos al vendedor de dólares, ese que en los 90 te vendía a George Washington y a Thomas Jefferson; luego, en los 2 000, se cambió para los chavitos; y ahora volvió al reencuentro de esos viejos amigos que nunca se marchan del todo y siempre te esperarán bajo el Flamboyán. Es el mismo que antes te interceptaba en las proximidades de las Cadecas —otro invento nuestro— sin un mínimo de pudor, y ahora usa perfiles falsos en Facebook o se esconde en los estados de Whatsapp, donde pactas con él reuniones clandestinas en sitios públicos.
Como la internet se nos demoró en llegar y a Netflix el calor le da sarpullidos, algo había que hacer para matar esos tiempos muertos en que solo quieres desconectar, doparte con toda la telenovela mexicana (que después tomó un avión y se fue de turista a Estambul), o de todos los reality shows (como si el espectáculo de tanta realidad no te bastara), o de películas de tiros y jodedera o animes o doramas o lo que te funcione por si te dio el tedio demasiado fuerte.
Entonces, nace primero el encargado del banco de películas en el imperio del VCR, luego el vendedor de discos en la República del CD, y ahora en el reinado duro de los discos duros y las USB, el repartidor del cargue y el que llena memorias a 20 pesos el Gb, aunque te digan que la información debe ser libre y accesible a todos.
Por culpa de las señoras o señores que cuidan los baños, antes de ir a evacuar mis dudas que son bastantes, me cercioro de que en la cartera tenga billetes sueltos de 10 o de cinco pesos, si no me debo quedar con todas las dudas que me rondan y me rondan y no me permiten concentrarme en lo realmente importante, como saber a cuánto estará la tasa de cambio de los tipos de dos párrafos antes.
Otro clásico, con el mismo encanto vintage de los Moskvitch y los Ladas, signos de unos años 80 en que el tiempo se fue de vacaciones y nos dejó en una especie de parada, de páramo, de paranormalidad, hallamos a los rellena fosforera. El otro día me cobraron 50 pesos por cambiar una piedra, y yo imaginaba que, si Prometeo se hubiera enterado de que el fuego iba a alcanzar esos precios, no hubiera robado nada del Olimpo y así se cuidaba el hígado.
Un amigo hace un tiempo escribió la historia de María, la señora que cada día se sentaba al lado de un Mercado Ideal —el de los productos platónicos, porque muchos solo los encontramos en nuestra imaginación— a vender jabas. María entendió que aquí la jaba es nuestra principal unidad de medida, y que nada duele más que irte con las manos vacías para la casa, aún con dinero, por no tener dónde almacenarlos; casi que el mismo sufrimiento que siente el pirata al que se le acaban los cofres y las x en el mapa.
Quizás en el futuro nos esperen otros oficios: pulidores de robots, suministradores por la izquierda de combustible para cohetes, especialistas en calibración de láseres. Mientras los necesitemos, los inventaremos. Si llega a suceder el fin del mundo, inventaremos el mundo a nuestra imagen y semejanza, así de resilientes somos los cubanos.
Guillermo, puedes adicionarle a tu maravilloso artículo, el(la) coordinador(a) de permutas de casas, el impresor y reproductor de documentos, los agentes de comunicaciones (Etecsa), los carretilleros ( que ya se habían extinguido ), el bicitaxista de nueva incorporación, los vendedores de pan y galletas, los vendedores de garage, los cobradores de jubilaciones a domicilio, etc, etc, etc, todos basados sobre los mismos cimientos : aprovechar las carencias, escaseses y dificultades de la vida de hoy para sacarle provecho en beneficio propio a costa de los demás y olvidando » la ayuda al prójimo » .
Ah ! y ahora recién apareció el vendedor de pasta dental, a $ 350 el pomo de gel y a $ 600 el tubo de crema dental, vidente según la tarifa de precios que rige el mercado informal en Cuba, hoy……..