La bondad que aún persiste

Cuando aquel joven matrimonio decidió aventurarse en un largo viaje desde Palma Soriano hasta Matanzas, pensó que la dicha les acompañaría como con la llegada de su primogénito. Pero las cosas no siempre resultan como se planifican en la mente. La bondad aún persiste.
La bondad que aún persiste. Caricatura: Miguel Morales

Cuando aquel joven matrimonio decidió aventurarse en un largo viaje desde Palma Soriano hasta Matanzas, pensó que la dicha les acompañaría como con la llegada de su primogénito. Pero las cosas no siempre resultan como se planifican en la mente.

Sus supuestos anfitriones se arrepintieron de improviso y cerraron las puertas, dejando a su suerte a los visitantes. Para colmo de males, en algún punto del viaje un ser desalmado hurtó uno de los bolsos donde la pareja resguardaba el dinero y los documentos de identidad.

En pleno día, una oscuridad tenebrosa se cernió sobre las cabezas de los muchachos, a quienes no les quedó más remedio que deambular por las calles de la ciudad sin rumbo fijo. Llegaron a ese punto donde solo vienen a la mente ideas desesperadas. 

Hasta que decidieron acudir a la Estación de la Policía Nacional Revolucionaria, en busca de orientación sobre cómo conseguir algún documento transitorio que les facilitara el regreso a su ciudad de origen.

Apenas hablaban, ensimismados en el sufrimiento de saberse abandonados a su suerte. 

Fue entonces cuando llegaron hasta una institución de Salud, donde se apiadaron de sus historias y les brindaron techo. Los vecinos del lugar, al conocer sobre la situación, acudieron en su ayuda y les ofrecieron alimento y la posibilidad de bañarse.

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Alguna viejecita, de esas cuyo dinero apenas les alcanza, les dio gustosa —y quién sabe si hasta con un poco de hambre— su único pan de la cuota y el perrito caliente que conservaba para el almuerzo.

Una familia les convidó a cenar en su misma mesa, y así fueron desatándose los lazos de solidaridad, al punto de que otro vecino puso su auto a la disposición de ellos para cualquier trámite que les facilitara el regreso.

El Centro Kayrós abrió su instalación, como se abre el alma cuando rigen los buenos sentimientos. Además de un cuarto confortable, les facilitó medicinas, un peluche gigante para el niño, y un maletín de esos con rueditas que usan las personas para viajar lejos. 

Los astros siguieron alineados y desde el Ranchón del Tenis se les elaboró una comida suculenta libre de costo; y, en la unidad La Puerta del Sol, los trabajadores les compraron varias pizzas y dulces en el día de la técnica. 

La historia sin hacerse viral fue trascendiendo, y varias personas donaron dinero para el largo viaje de regreso. 

El niño, la madre y el padre dejaron de sentirse agobiados y más de una vez mostraron esa risa, entre nerviosa y agradecida, que no logra emitir palabras pero que sí lo expresa todo con la mirada. 

Desde el Gobierno municipal gestionaron el pasaje de regreso y los documentos transitorios necesarios para que circularan sin tropiezos hasta su hogar.

Las oscuras jornadas se tomaron luminosas. Tanta solidaridad imprimió un brillo especial en el semblante de los muchachos, al recibir tales atenciones que, sin duda, también obraron satisfactoriamente en el alma de todas esas personas al saberse útiles y solidarias; ello muestra que aún en los tiempos más difíciles persiste la bondad.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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