Svankmajer en el Festitim

Es un placer exhibir con sus carteles a Jan Svankmajer (Praga, 1934) en La Vitrina de nuestra Casa de la Memoria Escénica. Es tener un fragmento del genio checo, que se mueve en tantas áreas de la creación, que van desde director de cine, escultor, animador, poeta, dibujante, guionista, fotógrafo…, con un surrealismo que nos transforma como receptores en cada una de las propuestas, mezcla de sus visiones para mostrarnos un mundo alucinante, absurdo, que es el nuestro, el que vivimos como especie humana. 

Los carteles que se exhiben son una manera de asomarnos a su maestría y poética. Estamos ante un artista, que nos ha entregado en el cine esa mixtura de lenguajes que viene de la tradición titiritera de la escuela checa, donde sedimentó su formación. Tiene en el stop motion la fuerza lírica y dramática de sus creaciones, combina lo mismo esqueletos de animales, actores reales, muñecos de arcilla, que otros objetos; y en Poe, Lewis Carroll, Kafka o la leyenda germánica del Doctor Fausto, el sustento de su surrealismo. 

Los ocho carteles que se exponen transmiten su formación y su propia obra. Son carteles para filmes, que me hacen recordar la época dorada de la cartelística para el cine, que se reguardan de manera digital en nuestros  archivos y que constituían obras de arte, imaginativas; demostración del talento de sus creadores y de la existencia del cine como institución pública, que culminó a principios de los 90, cuando la mayoría de estos cerraron y nunca más volvieron a ser lo que significaron en el sentido amplio de lo espiritual. 

Más nunca los jóvenes pudieron ir al cine a enamorarse, a tomar la mano de su pareja o a dar un beso furtivo en la oscuridad de la sala cinematográfica; mientras como “aperitivo” se proyectaba el Noticiero Icaic, los muñequitos y luego, de plato fuerte Insectos, de Jan Svankmajer, filme que revela la imaginación y el sentido visionario del artista checo, que ahora se exhibe en la galería La Vitrina, Milanés 28007, entre Jovellanos y Matanzas.  

En los carteles está el Svankmajer fotógrafo, el Svankmajer titiritero y el Svankmajer dibujante. Por ejemplo, en un autorretrato, aparece bajo una lengua hiperrealista, que ha convertido en personaje: monstruo o, quizá, un animal que vuela, mientras el rostro del creador está dividido por su propio cráneo. 

En el Fausto, un titiritero anima el cuerpo de un bebé, al que acompañan dos diablos. 

Se trata de un universo de alucinaciones, en las que penetramos con las nuestras, para recepcionar la multiplicidad de lenguajes y estilos, y las historias que nos creamos, delante de una imagen de Praga, de cuyas ventanas brotan  manos.

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Sobre el autor: Ulises Rodríguez Febles

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