Aún recuerdo cuando, en la Vocacional, mi compañero de mesa siempre se quejaba de lo lejos que quedaba su casa de la escuela. “Imagínate que vivo por San Severino”, solía decirme, y yo ―que era becado y no sabía ni papa de Matanzas― solo atinaba a abrir mucho los ojos y poner cara de “ño, qué lejos”.
Pasaron los años y un día fui a su casa. Solo entonces, caminando por Versalles bajo un Sol que ni el del Sahara, entendí por las malas el padecer de mi amigo. Al llegar, cansado y sediento, divisé a lo lejos ―como en un espejismo― las murallas del castillo.
La idea de erigir la fortaleza de San Severino ―en sus inicios fortaleza de San Carlos de Manzaneda― surge desde el momento mismo en que se decidió poblar y fortificar la bahía de Matanzas con el objetivo de evitar el comercio ilícito a través de sus ríos.
Las dos denominaciones que ha tenido a lo largo de su historia hacen referencia al entonces gobernador de la Isla y principal impulsor de su construcción, Severino de Manzaneda, a quien autores como Johanset Orihuela, Odlanyer Hernández y Ricardo A. Viera atribuyen también, muy probablemente, el escudo que adorna el frontispicio de su entrada principal.
Luego de varias décadas de planificación y solicitudes de ayuda económica, el castillo y la ciudad comenzaron a construirse a finales de 1693. Pero, tan pronto como al año siguiente, las obras de la fortaleza entraron en una intermitencia que duró hasta 1697, cuando se detuvieron por falta de recursos y mano de obra.
No sería hasta varios años después que se reiniciaron las faenas constructivas, cuya última piedra se colocó en la década de 1740. Pero el devenir aciago del Castillo de San Severino no había tocado a término aún, pues en el año 1762 ―de seguro se aprendieron esta fecha de memoria alguna vez― sus milicias lo destruyeron para evitar así que los ingleses se hicieran con él.
En los años posteriores sería reconstruido y desde entonces ha ejercido funciones de fortaleza, aduana y cárcel ―allí estuvieron recluidos varios de los implicados en las conspiraciones de La Escalera y Soles y Rayos de Bolívar―. En el año 1978 recibió la condición de Monumento Nacional y, desde principios de este siglo, radica en él el Museo Nacional de la Ruta del Esclavo.
A continuación, algunas fotos antiguas del Castillo de San Severino:
(Por: Humberto Fuentes)
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