El verde que rompe el concreto

Tres siglos atrás, la maleza de manglar se retiró a golpe de hacha y machete. Ahora parece que lo verde quiere hundirnos, tan profundo que, por su sombra totalizadora, no podremos realizar la fotosíntesis. Nos ahogaremos en pura y dura clorofila.
El verde que rompe el concreto. Fotos: Raúl Navarro

En la vieja Escuela de Idioma han crecido árboles de Babel. Como la torre que el hombre quiso crear para llegar a Dios, se elevan en búsqueda del cielo desde el antiguo patio de recreo o los aleros, o recostados a columnas truncadas. 

El edificio ha caído en desgracia, pero Dios, desde la propia Babel o Sodoma y Gomorra, no ha intervenido en asuntos arquitectónicos. El hombre solo, sin presencias divinas, ha permitido que caiga en desgracia su legado. Al retirarse lo humano, entonces, la naturaleza reclama lo que siempre le perteneció. 

El verde que rompe el concreto. Fotos: Raúl Navarro

A la ciudad de Matanzas, como otras tantas en esta Isla de pelaje de montes, la pespuntea lo vegetal. Los helechos crecen desde las grietas de las edificaciones y para saber hacia dónde jala el aire solo debes observar en qué dirección se inclinan. Helechos veletas, helechos guías para los marinos y los isleños, el helecho de los viajeros. 

El musgo crea manchas en las superficies y, como mismo se hace con las nubes en el cielo, una tarde sin guerras que luchar o amores que matar puedes dedicarte a buscar siluetas: un rostro, una hoz o un continente. El musgo del pintor de naturalezas vivas. 

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Las raíces en ocasiones trepan por las paredes y parecen las venas nudosas de los cantos y los bloques; si las tocas, quizá pudieras sentir el latido de ciertas casas, de ciertas fábricas abandonadas. Otras veces, se insertan dentro de los muros y comienzan a reventarlos o hacer palanca desde abajo -las raíces de Arquímedes-, hasta que los levantan en peso, hasta que los revientan en explosión de pedruscos y polvo. 

El verde que rompe el concreto. Fotos: Raúl Navarro

En la actualidad se habla mucho de ciudades verdes. Ante el dominio del acero y el cristal, se pide que se siembren más plantas para combatir el esmog y la contaminación. Incluso, se plantan jardines en las azoteas de los rascacielos. No quiero creer que el árbol de la vida se encuentra en el último piso del Empire State o el árbol del conocimiento en las Torres Petronas de Kuala Lumpur

Sin embargo, en Matanzas no necesitamos combatir el esmog, poco combustible nos queda como para preocuparnos por los humos nocivos de los tubos de escape de los carros, de las chimeneas de la termoeléctrica. Aquí la naturaleza practica su libre albedrío, porque el hombre lo ha querido así o no se puede hacer nada ante su empuje.

El verde que rompe el concreto. Fotos: Raúl Navarro

Tres siglos atrás, la maleza de manglar se retiró a golpe de hacha y machete y se apisonó el terreno cenagoso para erigir un asentamiento alrededor de una bahía en su cuyo lecho aún deben estar las armaduras de acero de los españoles que volcaron los aborígenes de las canoas. Ahora parece que, como los aborígenes, lo verde quiere hundirnos, tan profundo que, por su sombra totalizadora, no podremos realizar la fotosíntesis. Nos ahogaremos en pura y dura clorofila. 

Ello sucede porque el fondo habitacional de a poco se deteriora. Cuando no se conserva y repara con asiduidad, hacia cualquier hueco o rajadura el viento arrastra un poco de tierra y luego alguna semilla extraviada. La lluvia nutre la compostura y, de a poco, silenciosamente, sin mucho barullo, ocupan las plantas las posesiones abandonadas por los ciudadanos y la ciudadanía: la Escuela de Idioma; el Teatro Principal; las casas coloniales cuyos dueños solo pueden vivirlas, pero no repararlas por falta de los mismos presupuestos de los adinerados comerciantes y nobles que las construyeron.

Tal vez la urbe trate de retornar a lo primigenio, a convertirse otra vez en el jardín del Edén. Mas, no por algo nos expulsaron de allí. Aprender a coexistir pacíficamente con lo natural no significa ofrecerle en tributo lo que es nuestro. No obstante, por ahora brotarán los árboles de Babel, el musgo de los pintores de naturaleza viva, los helechos de los viajeros, las raíces palancas de Arquímedes.

El verde que rompe el concreto. Fotos: Raúl Navarro

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1 Comment

  1. GRACIAS UNA VEZ MÁS POR TAN EXCELENTES ESCRITOS SOBRE LA CIUDAD DE JOSÉ JACINTO MILANÉS
    MTZ ,LE AUGURO ÉXITOS EN SUS NUEVOS REPORTAJES DINDE IMPRIME LA SERIEDAD LA VALENTÍA Y EL TOQUE NO COLOR DE ROSAS QUE UD Y LA DIRECCIÓN DEL PERIÓDICO NO LES DA
    FELICIDADES A UD Y A LA REDACCIÓN

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