Frente a la reja llega el beso en la frente, esta vez sin sollozos, porque la “seño” y sus amiguitos ya no son extraños, sino una nueva familia. Mamá sonríe. Aunque a su corazón pareciera que se le desprendieran trozos cada vez que le despide, sabe que está en el sitio adecuado: donde le protegen y educan con amor.
Allí se regirá por los requerimientos de un horario de vida que contempla un tiempo para cada una de sus necesidades básicas, desde alimentarse hasta dormir lo que demanda su edad. Aprenderá de números, vocales, colores y formas, de compartir juguetes, lazos afectivos, y en juegos de roles se transformará en maestro, doctor o bailarín.
Si bien los círculos infantiles cubanos hoy ascienden a más de mil, solo eran tres los que en 1961 verían la luz justamente un 10 de abril, gracias al empeño de Vilma Espín; la Vilma de la Sierra, del Moncada, de la Federación de Mujeres Cubana y de un sinúmero de proyectos que beneficiaban al sexo más discriminado hasta entonces.
No fue casualidad que todo ocurriera un 10 de abril: el día en que casi un siglo antes Ana Betancourt se alzó en Guáimaro por los derechos de las féminas, porque se les aceptara como iguales en la lucha y no en visión minimizada y de debilidad.
Volvía la fecha a marcar la diferencia. Las mujeres escalaban otro peldaño, ganaban más del terreno que por décadas les había sido negado. Con la creación de los círculos infantiles, ellas podían insertarse con normalidad en la sociedad.
Antes de triunfar la Revolución, la realidad era otra. Bien lo saben aquellas que vieron su papel en la vida resumido al de ama de casa que mantenía ropa y losa resplandeciente, calderos llenos e infantes cuidados. ¡Y solo eso! Sin superación, sin aspiraciones… Aunque no se les tildara de brujas herejes y se les cazara como en la Europa de la Edad Moderna, se les privaba de aportar sus conocimientos y su genialidad.
Hoy los sueños de Vilma se multiplican a lo largo y ancho de toda la Isla. Para satisfacer la demanda, a los círculos infantiles se sumaron otros proyectos igual de beneficiosos para la madre trabajadora, como la creación de las Casitas Infantiles, una modalidad institucional de atención educativa en la primera infancia, que no solo presta servicio a las féminas, sino también a padres, tutores, cuidadores u otras familias que tengan a su cargo la custodia de un menor.
Los círculos, 63 años después, continúan siendo un espacio educativo por excelencia para los infantes y un apoyo vital para la mujer, que gracias a su existencia ha podido crecerse en la sociedad y sentirse útil en todas las áreas del saber.
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