Aula que semeja futuro para la escuela con la simiente propicia para pensar en un mañana mejor, abonado por la sabia de sus maestros. Fotos: Cortesía de la fuente
Diversos hechos sociales y culturales engalanan la historia, desde su origen, del barrio Alturas de Simpson, en la ciudad de Matanzas; sus fiestas, parrandas, y cuna de hermosas damas, además del lugar donde surgió el danzón, baile nacional. Pero también es tierra fecunda de centros educacionales, como la escuela primaria Abraham Lincoln, luz de enseñanza.
Allí estuvo enclavado el colegio privado Irene Toland —fundado en 1899—; pero, desde la nacionalización de esta institución, en 1961, se halla el citado plantel que se honra con el nombre del insigne presidente de los Estados Unidos de América.
Aglutina a 190 alumnos, con una nómina de 36 trabajadores entre docentes y administrativos, todos importantes en el funcionamiento y cumplimiento del deber social interno.
No resulta fácil ascender hasta lo más alto de este barrio. Para arribar a la escuela, el caminar se hace lento, por calles empinadas y extensas, capaces de cansar al más enérgico, solo amparado por las reducidas sombras de aleros de tejas rojizas. De tal modo, divisas cuánto de añejo acumula esta zona encumbrada y, cual corona, se aprecia el centro estudiantil de marras, en la calle Jáuregui, entre Dos de Mayo y América, aledaño al Centro Comunitario Cultural del propio nombre, y al Seminario Evangélico de Teología de Matanzas.
Muy cambiado en referencia al colegio que conocí de niño, ahora acuden los más pequeños, adolescentes y jóvenes de casa, a diferencia de antaño, cuando era solo una selección de ellos, amparada por la posibilidad económica familiar.
Al llegar al recinto aquella mañana tórrida, una pequeña escalera y amplio pasillo, muy lustrosos, nos conducen a la Dirección General, donde la cálida sonrisa de Yenisbel Bolaños Aragón, la joven directora de 35 años de edad, indicaba un buen comienzo para el intercambio con este reportero.
Como no siempre se logra ascender a esa responsabilidad con pocos años de docencia, la instamos a que hablara de ella, su formación, experiencias al dirigir un claustro de profesores que toma la simiente estudiantil.
“Desde muy pequeña me incliné por la docencia. Mi familia hacía referencia a ello. Mi juego preferido era dar clases, ser maestra. Esto me hacía feliz. Leía al Maestro José Martí, y un buen día, en la escuela, me vi como monitora de diversas asignaturas. Y, al parecer, no lo hice mal.
“En el curso 2004-2005 comencé los estudios en el entonces Instituto Superior Pedagógico Juan Marinello. Primero como habilitada en los grados onceno y duodécimo, y luego la carrera, de la que egresé pasado un lustro”, manifestó quien por coincidencia de la vida naciera en una fecha histórica: 26 de julio de 1988.
“Fue difícil el cambio de estudiante a maestra, pues con anterioridad lo hacía como parte de los estudios universitarios. Pero lo asimilé. Hallé a un personal muy bueno en la escuela primaria República de Costa Rica, donde me apoyaron en todo.
“Esas puertas abiertas hicieron de mí una profesional bien fundamentada, por lo que, cuando hace un año la directora me dijo que ya estaba en condiciones de asumir mayor responsabilidad, parecía que el cielo me caía encima. No deseaba separarme de ellos tras 15 años unidos.
“A ella, Damarys, agradezco infinitamente cuanto he logrado, incluso las veces que me regañó para obtener un mejor resultado. Donde estoy ahora, al principio (curso 2023-2024), pensé que no lo lograría, porque debía hacerlo todo bien ante un colectivo de experiencia y me veía muy joven para guiarlo.
“Trabajo para que se haga bien todo, por maestros, alumnos y administrativos, y con los actuales recursos en sentido general, para enfrentar con éxito un curso académico. Es un reto enorme que solo venceré con voluntad, energía y amor a esta labor.
“No podemos obviar la importancia de la participación de los padres de los alumnos, comunidad y factores del área, muchos de ellos con sus hijos acá. Trabajamos para que así sea en todos los sentidos, pues no estamos exentos de problemas, pero tenemos que enfrentarlos con inteligencia, sabiduría y unidad, además de aplicar alternativas cuando sea necesario.
“Añoro los tiempos en que me impregnaba de tiza las manos, atendía a mis alumnos directamente, por lo que a cada rato lo hago. No obstante, estoy orgullosa de mis maestras, de cuanto hacen en estos tiempos”.
RAÍCES DE PEDAGOGAS
Aprovecho la llegada de una maestra, acompañada de dos alumnos, para dirigirme hacia una de las aulas donde se halla la máster en Ciencia de la Educación Teresa de Jesús Roque Romero, con trayectoria de 45 años en el magisterio, dedicados al primer ciclo de la Primaria, su preferido.
“Es donde el maestro ve el fruto de su labor consagrada. En esta etapa se forman en el niño valores, sentimientos, independencia. Contribuimos al desarrollo de su personalidad. Es la base para toda la vida.
“Tengo la satisfacción de trabajar, desde hace seis años, con mi hija, Lucía Morales Roque, quien se desempeña como Asistente Educativa. De tal forma, mantiene el vínculo con el sistema educacional, porque sus abuelos paternos fungieron como maestros normalistas en esta ciudad. Somos parte de una familia pedagógica”, manifestó Teresa de Jesús, reinsertada luego de la jubilación, como símbolo de apego a su linda profesión.
RECTIFICAR A TIEMPO
Comoquiera que la directora prosigue su encuentro con la maestra, hallo en el pasillo a Cristopher Alejandro Alfonso Cejas, alumno de 11 años de edad que cursa el quinto grado, recomendado por Mariela Rionda Barban, su pedagoga.
De ciertos desajustes iniciales en su conducta, debido a su hiperactividad, hoy es otro alumno. Estudioso, disciplinado, practicante del béisbol, apoya a su maestra. “Es lo mejor que podemos hacer, y velar por que todos cumplan con la tarea. No es ir para la casa solo a jugar, sino también hacer los deberes de estudiante”, manifestó con el carácter serio que por lo general muestra, aunque es afable al abordar a otras personas.
PERFECCIONANDO A DIARIO
Como parte de las nuevas formas de trabajo y perfeccionamiento del sistema educacional en la primaria Abraham Lincoln, existen cinco proyectos de grupo en los que los niños cantan, bailan, pintan, crean medios de enseñanza y participan en otras diversas actividades.
“Nos vinculamos al Centro Comunitario Cultural que posee igual nombre que nuestra escuela, con un director muy profesional, René Quirós Valdés, de mucha ayuda para nuestro proyecto.
“Los demás se nombran Creadores de un sueño (manualidad), Color y esperanza (formación artística), Martí en los niños (historia) y Patrimonio (ciudad de Matanzas). Todos en su contexto tienden a la formación vocacional de los educandos.
“Para ello se esmeran nuestros dos profesores másteres, ocho licenciados, dos maestros de Primaria matriculados en la licenciatura, tres técnicos medio, seis auxiliares generales, cuatro asistentes educativas y una auxiliar pedagógica. Asimismo, la bibliotecaria, la instructora de arte, la recepcionista, el personal de cocina, auxiliares de limpieza y cuatro custodios, de una forma u otra, aportan grandemente a cada curso académico, y son muy valiosos”, aseveró quien no sabe de años de experiencia, pero sí de consagración a la hermosa labor que sirve de fragua a las actuales generaciones.
Concluida la misión, las calles se me presentan menos cargadas en cuanto a distancia. Será porque desciendo. Aprecio el paso de la morena gruesa con su jaba colgada del brazo y de la anciana con su maravilloso pelo blanco. Simpson se me presenta como es: animado, con el agua corriendo por sus alcantarillas en algunos lugares, y sus vecinos alborozos.
Todos saben que los más pequeños de casa se hallan guarecidos bajo admirables conocimientos que los forjan para el futuro. La escuela primaria Abraham Lincoln y sus maestros constituyen el ejemplo que sustenta esa afirmación.