Sexualización femenina, violencia estética y otros mandatos patriarcales

Violencia estética

Nunca salir de la casa sin peinarte, maquillarte o hacerte las uñas… no dejarte caer. Usar tacones, cuidar lo que comes, depilar las piernas, las axilas… “para lucir hay que sufrir”. Ocultar tus ojeras, contornear tu rostro, afinar la nariz, corregir la postura… no envejecer. 

Estas y otro sinfín de reglas dictadas por los mandatos patriarcales integran el “manual” por el que, en teoría, deberían regirse las mujeres. Se trata de un tipo de violencia que no solo lascera de manera más o menos evidente, sino que condiciona y estigmatiza a quienes no encajan en estos patrones.

La violencia estética, invisibilizada muchas veces e impuesta a través de los cánones de belleza y la sexualización femenina, actúa hacia nuestros propios cuerpos, generando desde problemas de autoestima o trastornos alimenticios hasta graves secuelas físicas y emocionales.

Se trata de un problema estructural que comienza desde la infancia, se acentúa en la adolescencia y se perpetúa en la adultez, con múltiples manifestaciones en cada uno de estos períodos. Hablamos no solo de bullying por parte de compañeros de estudio o de trabajo, sino también de estereotipos en el espacio público que limitan el acceso a determinados empleos o grupos sociales.

El acoso sexual es una manifestación de la discriminación de género y comúnmente como una forma de violencia contra las mujeres.
El acoso sexual es una manifestación de la discriminación de género y comúnmente como una forma de violencia contra las mujeres. Caricatura por Miguel Morales

Y sucede precisamente porque, como explicara la socióloga especializada en feminismo Esther Pineda, en entrevista para la agencia AmecoPress, “la belleza sigue siendo considerada un atributo exclusivamente femenino, porque es uno de los múltiples mecanismos de dominación patriarcal que mantienen la desigualdad entre hombres y mujeres; por ejemplo, que las mujeres estén preocupadas y ocupadas en su imagen, apartándose de los espacios de poder y toma de decisión. Además, han sido convertidas en consumidoras de una industria cosmética, farmacéutica y quirúrgica multimillonaria que se mantiene en manos masculinas. Y, al mismo tiempo, han sido transformadas en objetos de consumo para satisfacer los imaginarios y fantasías que los hombres tienen sobre el cuerpo y la imagen de las mujeres”.

Como resultado, encajar en los cánones promovidos en concursos de belleza o la industria de la moda (figuras esbeltas, extremadamente delgadas); o en el canon de la pin up —tan manido en la industria audiovisual o las redes sociales—, caracterizado por los cuerpos hipersexualizados con curvas pronunciadas, se ha vuelto un tema casi obsesivo para muchas mujeres.

Ese control excesivo por la imagen, ese ideal de representación homogénea y estricta que asegura que solo son bellas, deseables y exitosas las mujeres heterosexuales, blancas, jóvenes, depiladas, esbeltas y sin celulitis, termina por convertirse en algo patológico que provoca incluso el sometimiento a extremistas cirugías estéticas, tras las cuales no quedan, en muchos casos, rastros de identidad alguna.

Y no se trata de satanizar a quienes deciden por motivos estéticos propios intervenir quirúrgicamente sus cuerpos. Tampoco es una práctica recurrente en Cuba, aunque ha ido ganando terreno en los últimos años. La idea es que se logre discernir, bajo una lógica descolonizadora, cuando esa exigencia proviene de un deseo de satisfacer expectativas sociales o de pareja, o cuando responde genuinamente a la libertad de elegir sobre nuestro cuerpo.

Ser mujer no tiene un único significado y tampoco la belleza, al menos no la que han intentado imponernos durante siglos. Por tanto, no deberíamos juzgar si alguna mujer es feliz usando maquillaje o si por el contrario prefiere mantenerse alejada de bases, sombras o rimel; si decide retocarse o ama sus arrugas. Nadie puede imponer ni una cosa ni la otra, ni se es más ni menos feminista por asumirlo.

Lea también:



Recomendado para usted

Foto del avatar

Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

1 Comment

  1. Ustedes las feministas dicen que el maquillaje hace parte del patriarcado, que es una forma de control, q las transforma en objetos, dice como debemos vernos y a decir verdad durante décadas la publicidad se ha encargado que esto sea un poco así. Pero en realidad y aunque ustedes no lo crean la relación del maquillaje y los derechos de las mujeres es mucho más profunda.
    Empecemos por aclarar que a lo largo de la historia las mujeres no somos las únicas que han usado maquillaje. En el antiguo Egipto hombres y mujeres lo hacían como símbolo de poder, protección y por que también se creía que tenía cualidades curativas, los vikingos lo utilizaron para asustar a sus enemigos en las batallas y durante el rococó en Francia los hombres utilizaron polvos, rubor y pelucas ¿Entonces por qué ligarlo con una imposición del patriarcado?

    A decir verdad durante mucho tiempo y aun ahora los hombres han creado spots publicitarios para las mujeres y mucho del rechazo al maquillaje como algo que empodera a la mujer se debe a esto. Durante mucho tiempo los hombres fueron las mentes creativas detrás de estos y muchas veces dijeron cómo debían verce, maquillarce, peinarce, todo para ser la esposa ideal, la madre ejemplar etc. También dijeron que no debíamos usar para vernos puras y virginales, que colores eran dignos de una mujer “respetable” y cuáles no.
    Pero resulta que el maquillaje en la vida de las mujeres y sus derechos sí ha cumplido un papel muy importante. En 1912 una de las mujeres más influyentes en la industria de la belleza, la señora Elizabeth Arden hizo parte del movimiento que le dio el voto a las mujeres en Estados Unidos. Durante las protestas Elizabeth repartió labiales rojos a las mujeres que hacían parte de la marcha, este color se conoció como el power red y se convirtió en uno de los símbolos del movimiento.
    Así mismo durante la segunda guerra mundial, Hitler se encargó de satanizar el maquillaje ya que para él las mujeres arias debían ser puras y naturales, cari lavadas, sin labial y esmalte. Por eso muchas de las mujeres que consideraban a Hitler el enemigo decidieron utilizar el maquillaje como símbolo de protesta. No en vano Rosie the Riveter uno de los símbolos del poder femenino durante esta época fue pintada con labial y uña rojas.
    En los años 70s cuando el movimiento feminista tuvo un auge importante muchas mujeres decidieron retirar los cosméticos de su vida ya que lo relacionaban con la opresión por parte del patriarcado, y fue ahí donde nació en el estereotipo de la feminista desarreglada que odia a los hombres y no se depila. Pero también surgieron movimientos como el “Lipstick feminism” donde muchas mujeres se apropiaron de su sexualidad, luchando por sus derechos sin dejar de lado su libertad de expresión, el uso de ropa sexy y maquillaje sin que esto fuera una imposición por parte de los hombres.
    En el 2018 Emma Stone y su maquilladora Rachel Goodwin quisieron sentar una voz de protesta a favor de las mujeres que hacían parte del movimiento Me too, y para esto utilizaron el maquillaje. Crearon un look con los colores que representaban a las sufragistas que le dieron el voto a la mujer en Estados Unidos.
    “Pensé que el lápiz labial rojo era un color que usaban las sufragistas, así que investigué más y descubrí que también usaban fajas simbólicas muy específicas, alfileres, enaguas y todas estas cosas en púrpura, verde esmeralda y blanco cuando luchaban por el derecho a votar,» Rachel Goodwin
    Como pueden ver, el maquillaje también ha sido un arma de guerra utilizado por las mujeres desde hace mucho tiempo, que las ha hecho sentir poderosas y sentar un precedente. Les deja expresar lo que quieren cómo lo quieren y son muy tontos los que piensan que cuando se ponemos maquillaje buscan solamente que las miren los hombres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *