Una historia de amor

Una historia de amor

Mi madre solo dejó escapar una lágrima cuando, todavía adolorida por el parto, recibió la noticia. «Su hijo tiene Síndrome de Down», le dijeron. Con la fortaleza de una roca moldeada por las olas bravías de un mar furioso, se pintó los labios de rojo, secó sus mejillas y recibió al pequeño con un abrazo profundo. ¡Un bebé precioso! Los ojos rasgados y tres pelusas de pelo en la cabeza.

Desde ese día nuestras vidas cambiaron. La familia comenzó a girar en torno al nuevo integrante.  Me brindaba para cambiarle los pañales. Mis padres vivían por cuidarlo.

Ella pasaba las tardes  entre  vocales y  canciones infantiles. Logró llevarlo a la escuela con sus cinco añitos. Cuatro horas pasé de rodillas mientras mi príncipe estuvo en un salón de operaciones. Un ser humano con un corazón tan bueno y había que repararle la bomba que hace que el cuerpo lata, que la vida fluya. ¡Qué ironía!

Dicen que algo falló en su genética, que sus cromosomas no están bien, que en el recuento le sobra uno. Para mí no hubo fallo de la naturaleza, porque nunca he conocido a un ser humano tan entero.

Su felicidad cabe en una foto de familia y en el tiempo que pasa frente al televisor. Hace sus propias coreografías y se emociona hasta las lágrimas con una canción de amor. Cuando él sufre, sufro el doble. Si enferma, experimento un volcán de emociones, una fuerza interna que me hace mover cielo y tierra por su bienestar.

Quien no lo ame, no puede amarme, quien lo ama, se gana mi amor. Con él aprendí a no discriminar a nadie, con él aprendí a admirar en extremo a mis padres.

El peso de los años se les nota en los hombros, pero ahí están, atentos al cuidado de un niño de 27 años, con la misma dedicación y constancia de cuando apenas medía 50 centímetros y forcejeaba para levantar la cabeza.

En consecuencia seré la eterna escudera de mi familia de Quijotes. Donde ellos estén, estaré. Su mano siempre andará entrelazada con la mía. Hay un niño eterno que me ama y amo. No necesito mucho más. ¡Qué privilegio el mío de tenerlo como hermano! Hay un niño eterno que amo y me ama. ¡Soy tremendamente afortunada!


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Sobre el autor: Granma

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