La caída es una novela áspera y demoledora. Es el implacable retrato del individuo contemporáneo, ensimismado, atento a su propio código de vida y conducta, el individuo que en lo público cumple con éxito las pautas sociales al tiempo que en su existencia privada permanece distanciado emocionalmente de todos los que le rodean.
La obra literaria y filosófica de Albert Camus sirvió de orientación ética y de estímulo intelectual a la generación europea llegada a la madurez tras la Segunda Guerra Mundial y marcada por los horrores de la contienda. Publicada en 1956, un año antes de que se le concediera el Premio Nobel, La caída fue su tercera y última novela. Reflejó en ella la desesperación del hombre contemporáneo, condenado a vivir en un mundo dominado por el absurdo y forzado a descubrir, tras las ilusiones de la felicidad y la virtud, la dureza inclemente de una realidad hostil.
En este libro se aborda la culpabilidad y la redención. Está escrito en forma de monólogo; por medio de este formato, Jean Baptiste nos cuenta su historia. Nuestro protagonista es una persona egocéntrica, ensimismada, que ama a la vida tanto como a sí mismo. Busca la felicidad por todos lados, ayuda al prójimo, en los excesos y en las mujeres. Un monólogo, una narrativa de ideas, una confesión, una denuncia de nuestra naturaleza humana. Un abogado que defiende a los menos favorecidos, a los de causas nobles y débiles, pero al final reconoce que lo hacía por deleite de su ego.
En apenas un centenar de páginas, Albert Camus desarrolla un relato vertiginoso que sorprende por su inquietante sinceridad y por lo actual que resulta en pleno siglo 21. El único personaje de la obra representa ante los demás el rol del humanista bienpensante, aunque en el fondo rehúye los vínculos con otros y, en especial, cualquier tipo de compromiso, se nos plantea el perfil del individuo nihilista que vive insertado en la sociedad y cumpliendo con los roles plausibles. No cree que su situación sea excepcional, pues afirma que, sin importar cuál sea la profesión o el oficio que cada quien desempeñe, todos somos actores en la gran representación que es la vida en sociedad.
La obra está estrechamente relacionada con la filosofía del absurdo, considera que el mundo carece de sentido, o de un propósito superior. En opinión del autor, nada puede evitar el absurdo de la vida; sin embargo, a pesar de provocar la ansiedad, el vértigo, no es un absoluto aplastante sino el principio de todo. Al individuo corresponde asumir ese absurdo para, a partir de ahí, construir y fijar límites. Para ello requiere cobrar conciencia y adoptar una actitud de rebeldía ante el vacío.
La caída es una historia corta de no más de 120 páginas; parece un libro que se puede leer en una tarde, pero lo cierto es que requiere una lectura atenta. Cada página es un mundo en sí mismo, y está llena de ideas, simbolismos y reflexiones. Debido a su estructura de monólogo, no tiene diálogo, por lo que, si bien es una novela, tiene todos los tintes de un ensayo. Se trata de una persona que aparenta estar hablándole a otra, pero se siente como si solo pensara en voz alta.
Finalmente, la supuesta confesión de Jean Baptiste, nuestro protagonista, no va dirigida solamente a él, está denunciando a la humanidad, a nosotros como lectores, lo que ha generado debates literarios, filosóficos, políticos y hasta psicoanalíticos. Nos está diciendo que así somos, vanidosos, que queremos dominar, que no queremos ver nuestras verdaderas intenciones detrás de nuestras acciones. Denuncia la naturaleza humana, nuestro deseo de inocencia; todos los vicios del estilo de vida del hombre contemporáneo. Y lo hace para quitarse el peso de la culpa y la vergüenza, para compartirla con todos y aligerar su conciencia. Vuelve a intentar estar por sobre los demás, juzga a la generación rota de la posguerra con su narrativa de ideas, no de acciones.
FRASES DE LA OBRA
“Tantos libros apenas leídos, amigos apenas queridos, ciudades apenas visitadas, mujeres apenas poseídas”.
“Claro está que yo tenía mis principios, por ejemplo, que la mujer de los amigos era sagrada. Entonces, para actuar con total sinceridad simplemente dejaba de ser amigo de los maridos algunos días antes”.
“En este mundo se puede hacer la guerra, simular el amor, torturar a su semejante, figurar en los periódicos, o simplemente, mientras se está tejiendo, hablar mal de su vecino”.
“Hasta yo, por ejemplo, que no soy sentimental, usted sabrá en lo que he soñado: en un amor completo, de cuerpo y alma, día y noche, en un abrazo incesante, de placer y exaltación, que dure cinco años, y después la muerte”.
“¿Qué hacer para ser otro? Imposible. Habría que no ser nadie”.
“Vivir por encima de todos sigue siendo la única manera de ser visto y reconocido por la gran mayoría… Algunos criminales, como muchos hombres, ya estaban hartos del anonimato y esta impaciencia pudo, en parte, llevarlos a extremos lamentables…”.
“En el fondo nada me importaba. Guerra, suicidio, amor, miseria, no les prestaba atención a menos, por supuesto, que las circunstancias me forzaran, pero de manera cortés y superficial”.
“¿Sabe por qué siempre somos más justos y más generosos con los muertos? ¡La razón es sencilla! Con ellos no tenemos ninguna obligación. Nos dejan en libertad, podemos rendirles homenaje a ratos perdidos”.
“Yo aprendí a contentarme con la simpatía. La podemos encontrar con mayor facilidad y, además, no compromete a nada… La amistad es menos simple. Es lenta y difícil de obtener, pero cuando se tiene ya no hay forma de deshacerse de ella, hay que hacerle frente”.
SOBRE EL AUTOR
Albert Camus fue un novelista, filósofo, periodista y dramaturgo francés. Nació el 7 de noviembre de 1913, en Argel. Actualmente, está considerado una de las figuras intelectuales más importantes de Europa en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Creció y comenzó sus estudios en su ciudad natal, trabajó como periodista y actor, ligado a movimientos políticos de izquierda. Viajó por Europa y publicó una primera colección de artículos, Bodas, en 1933. Debido a presiones estatales, Camus viaja a París, donde se instala en 1940.
Pudo desarrollar sus estudios iniciales hasta el bachillerato, gracias a las becas y ayudas que existían para los hijos de las víctimas de la guerra. Y él lo era, pues se quedó huérfano de padre con solo un año de edad, cuando su progenitor falleció como consecuencia de las heridas sufridas en la batalla del Marne, durante la Primera Guerra Mundial.
Sigue trabajando como periodista hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial, en la que participa como miembro de la Resistencia Francesa.
Fue un apasionado del deporte, especialmente del fútbol, que llegó a practicar jugando como portero. Sin embargo, la tuberculosis que sufrió hizo que tuviera que abandonarlo. También disfrutaba la lectura, uno de sus libros favoritos era El dolor, de André Richard.
Su primer trabajo publicado, El revés y el derecho (1937), estaba claramente inspirado en su propia vida. Y es que en este no solo narraba parte de su infancia, sino que le daba protagonismo a algunos de sus seres más queridos, como su madre o su abuela.
En 1951 publicaría La peste, obra que sería posteriormente adaptada al cine, en la que el autor refleja el auge del fascismo por toda la Europa de preguerra. Otras obras importantes de Camus, a partir de entonces, son La Caída (1956), El verano (1954) o El exilio y el reino (1957). La mayoría de su trabajo periodístico también fue recopilado en diversos volúmenes. Albert Camus recibió el máximo galardón de las letras, el Premio Nobel de Literatura, en 1957, por su novela El extranjero.
Numerosas fueron las amantes que tuvo fuera de sus matrimonios. No obstante, una de las más conocidas fue la actriz española María Casares.
A nivel político, se manifestaba como un profundo anarquista y precisamente luchó con el arma que tenía, su escritura, para defender sus ideales y atacar a movimientos como el nazismo.
Mantuvo contactos y amistad con importantes personajes ilustres de aquel momento, como el pintor malagueño Pablo Picasso, o Simone de Beauvoir.
Murió el 4 de enero de 1960 en un accidente de tráfico y, aunque han pasado muchas décadas de ese suceso, periódicamente surgen teorías acerca de los aspectos más secretos del mismo o de sus posibles causas. Así, por ejemplo, se ha llegado a exponer que presuntamente la KGB tuvo mucho que ver.
Una de las últimas palabras de Camus a Mumma (pastor que mantuvo conversaciones con el autor, reveladas póstumamente): “Amigo mío, ¡voy a seguir luchando por alcanzar la fe!”. En cuanto a su creencia en Dios, Camus afirmó en 1956, en una entrevista publicada por Le Monde: “No creo en Dios, es verdad. Y, sin embargo, no soy ateo”. Comprendía que, si no hay verdad, de leyes solo queda la de la selva.
Ahora, la lectura de Camus se convierte, para el estudioso, en la lectura de un buscador de sentido, largo tiempo insatisfecho; que busca y no encuentra. Procura incluso apartar de su mente la cuestión, se limita a preocuparse de su prójimo sin saber por qué. Tras múltiples frustraciones y desalientos, el sentido le sale al encuentro. (Por: María Karla Pérez Romo y Odalis Sosa Dencause)