Cuatro miradas al libro digital

Desde pequeño mi mamá me enseñó que comenzar a leer un libro conlleva cierto ritual. Hay que apreciar al detalle el arte de la portada, tocar la carátula, deslizar los dedos por las páginas y oler la tinta como quien disfruta de un perfume. Demoré en descubrir a cabalidad el placer de la lectura, pero al final tuve que darle la razón a mima. 

Aún así, con el tiempo aumentó mi apetito por los libros a la par de la dificultad para encontrarlos. Por suerte o desdicha, Internet llegó para resolver mi problema y toda la literatura del mundo de repente estuvo al alcance de mi dedo. 

No me quedó más remedio que ceder ante la tecnología y de a poco cambié las hojas impresas por los caracteres tras una pantalla. Así pude conocer a Roberto Bolaño, a Chuck Palahniuk, a Steven Erikson y muchos más, pero, por muy práctico que sea el libro digital, uno siempre termina recorriendo las librerías de la ciudad. 

EL ESCRITOR 

El escritor matancero de ciencia ficción Raúl Piad reconoce que el libro digital forma parte de un proceso lógico en el desarrollo de la literatura y que son innegables las posibilidades y comodidades que brinda; siempre y cuando mantenga una función de apoyo del libro físico. 

“Considero que en Cuba gana importancia el libro digital por las razones erróneas. En vez de formar parte orgánica del proceso de evolución tecnológica y de la obligatoria adaptación de las editoriales a los nuevos tiempos, vino a representar una solución a la escasez de papel y otros recursos para imprimir las obras literarias.

“Desde mi opinión, darle preponderancia al formato digital por encima del libro tradicional es no reconocer realmente las preferencias de los lectores cubanos, y optar solo por uno es una aberración.

“El libro digital es una opción, un complemento, e imponer a los autores que opten solo por él va en detrimento del interés por publicar con editoriales nacionales y por supuesto limita el alcance de las obras a los lectores, sobre todo a las personas mayores. 

“Mi experiencia en este sentido es un tanto agridulce. Recientemente publiqué un libro en formato digital y no se sintió igual que mis anteriores publicaciones en formato tradicional. Uno al final sabe que su obra está ahí colgada en un sitio donde los lectores pueden descargarla, pero aun así las presentaciones se sienten frías, no se pueden firmar libros y queda la sensación de que faltó algo por mostrar.

“Otros autores me han comentado que no se sienten motivados por publicar solo en ese formato, y en las presentaciones en las que he participado no se percibe la misma emoción por dar a conocer la obra como cuando pueden mostrar el resultado en sus manos”.  

“La única ventaja que le veo en estos momentos al libro digital en Cuba es que la obra puede llegar a todas partes del país y del mundo, y que no se limita a los reducidos planes editoriales. Pero vuelvo a lo que planteaba en un principio: ese es el valor que tiene como complemento, nada más”. 

libro

EL LECTOR

Pablo G. Lleonart, vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia y uno de los jóvenes poetas más galardonados del país en los últimos años, afirma que en Cuba no existen las condiciones tecnológicas para asumir a cabalidad el libro digital y que la mayor parte de los lectores no están acostumbrados a este formato.  

“En el mundo existen equipos y plataformas tecnológicas para consumir literatura, ya sea en Epub o en PDF, de una manera cómoda y saludable para la vista. Está de más explicar que este tipo de herramientas no se encuentran al alcance para una amplia parte de la población cubana.

“A esto sumémosle que aquí no están creados todos los mecanismos para que se comercialice el libro digital de una manera eficiente y segura. Sin contar que la mayoría de quiénes nos leen prefieren, pero por mucho, el formato tradicional, ya sea por costumbre, por comodidad o por el placer que representa poder manipular un libro”. 

“Entiendo que la apuesta por lo digital parte de la compleja situación económica que atraviesa nuestro país. Las editoriales tienen planes atrasados con obras por publicar desde los años 2017 y 2018, y la salida del libro físico en Cuba se ha estancado, esta es una realidad que hay que asumir.

“El error está en verlo como una solución económica a la producción literaria en un contexto de escasez. Incluso en algunos espacios se ha llegado a afirmar que el mundo entero está emigrando hacia el formato digital, cuando basta con realizar una búsqueda rápida en Google para entender que no es así.

“El libro físico continúa siendo el más vendido y la principal fuente de ingreso de la mayoría de las editoriales. Es cierto que también apuestan por otros formatos, pero solo como complemento. 

“También tenemos ejemplos, como la editorial Arte y Literatura, que comercializa obras de la literatura universal y que no tendría sentido que los publicara en formato digital. Pero no hay que ir tan lejos, aquí en Matanzas tenemos a Ediciones Vigía en cuyos libros el principal valor radica precisamente en que se confeccionan manualmente, por lo que otro formato carecería de sentido.

Aun así, aunque establezcamos que la mayoría de los lectores prefieren el libro físico, no podemos descartar a una nueva generación que ha adquirido hábitos de lectura en formato digital fuera de nuestras librerías, en plataformas online como Wattpad u otras similares”. 

LA EDITORIAL 

Ediciones Aldabón, la editorial de la AHS en Matanzas, ha reducido las tiradas de sus libros y ha visto en el formato digital ese complemento necesario para hacer llegar sus publicaciones a un mayor número de lectores. Pese a ello, Daniel Cruz Bermúdez, director de la institución, reconoce que la principal debilidad continúa siendo la comercialización. 

“Lo que no me gustó desde un inicio con respecto al libro digital fue la falta de mecanismos para garantizar su seguridad. Está muy bien que los lectores tengan más posibilidades para acceder a nuestro catálogo, pero no podemos regalar las obras, porque eso sería faltarle el respeto al autor. 

“Mientras no esté creado un mecanismo eficiente para comercializar el libro de manera justa para todas las partes implicadas, los autores seguirán sin darle valor al libro digital y lo verán como una solución económica a la falta de papel. 

“Espero que en algún momento tengamos esa tienda online efectiva que nos permita colgar nuestros materiales de manera que aumenten las ventas, así como el alcance y divulgación de los textos. 

“Otro punto complejo es ¿cómo ponerle precio al libro digital? En el caso del físico, uno establecía una ficha de costo y el valor final se negociaba en dependencia de los recursos empleados, pero en el otro formato el precio pasa a ser cualitativo y, por lógica, menor al de la publicación física. 

“Nuestra primera experiencia con el formato digital es con la obra de crítica e investigación Pienso luego investigo inexperiencia y motivaciones de jóvenes cubanos, de la autora espirituana Liset López Francisco, con un precio de 40 pesos cubanos”.

“De momento, te puedo decir que nuestros clientes prefieren el formato físico y, si tienen la opción de elegir, siempre van a optar por el libro impreso, esa es una realidad que no podemos negar”. 

LA INSTITUCIÓN

José Manuel Espino, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en la provincia, considera que se ha distorsionado la función del libro digital, lo cual ha generado rechazo entre los autores, sobre todo los más jóvenes.

“A favor del formato digital, que puede llegar a más personas y eso es innegable, y económicamente es mucho más rentable ya que no se ve limitado por una cantidad establecida por un plan editorial. En contra, la manera en la que se ha implementado.

“Nunca me voy a adaptar al libro digital, tal vez por mi edad o que la vista ya no me lo permite, pero cuando hago esta afirmación pienso en la gente de mi generación. Además, conozco muchos jóvenes que prefieren el libro físico, por la mística que este genera o incluso el valor coleccionable que posee. 

“Hasta la poesía pierde sentido cuando se lee desde un celular. Siento que a través de una pantalla la lectura se vuelve un acto efímero, poco memorable. A mí me gusta marcar las páginas, hacer apuntes e interactuar con la obra. 

“Forzar una transición hacia lo digital es un absurdo que lo único que va a provocar es que disminuya el interés de los autores por publicar en nuestras editoriales. El camino para sortear la falta de recursos para imprimir debe ser otro. 

“Es cierto que en nuestras instituciones culturales se ha asumido como una estrategia potenciar este formato, pero la manera en la que se ha enfocado el proceso va a generar más daño que bien. 

“Analicemos todas las bondades que nos brinda el libro digital, creemos concursos que premien los textos interactivos que aprovechen los hipervínculos, el sonido y los estímulos visuales, para ofrecer un nuevo tipo de experiencia lectora. Eso sí sería sacarle partido al formato”. 

En el ya lejano año 2011, el escritor Ewan Morrison dijo: “Dentro de 25 años, la revolución digital supondrá el fin de los libros en papel”, han pasado 13 años de dicha declaración y el 70 % de las ventas de las editoriales a nivel mundial son de obras en formato físico. 

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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