¿Conoces el impacto de lo que los investigadores han llamado «pereza lectora»? ¿Sabes cómo se manifiesta en Cuba?
A las puertas de la Feria del Libro en Matanzas, a este importante tema dedicamos este episodio de Foco de Atención.
¿Conoces el impacto de lo que los investigadores han llamado «pereza lectora»? ¿Sabes cómo se manifiesta en Cuba?
A las puertas de la Feria del Libro en Matanzas, a este importante tema dedicamos este episodio de Foco de Atención.
Estimado Boris:
Me animo a participar en el debate, ponderado desde la experiencia encumbrada en la tercera edad y el continuar considerando que uno de los pilares de mi formación, la base de mis prestaciones profesionales, está en el hábito de lectura, inculcado desde la más temprana edad, por mis padres.
No voy a tocar ahora el tema económico. Adquirir un libro hoy, lo mismo en una librería que en la propagandizada «Feria» compite desventajosamente con necesidades más materiales, incluso la alimentación. Por otra parte, ya desde antes del periodo especial, los gigantescos empeños editoriales (quizás se imprimían libros con una baja calidad de impresión, emplane, papel, etc, pero se imprimían y eran leídos) estaban languideciendo y son impensables en medio de las carencias actuales.
Un niño de mi época, ávido de conocer el mundo, ¿cuáles opciones tenía? Un buen libro, y los había buenos, no solo de literatura universal, enciclopédicos, de historia, de geografía, de ficción, de aventuras (Verne, Salgari y otros), literatura para todas las edades, para niños, juvenil, y más complejos. Un buen cimiento para conformar una sólida base cultural, lo que después se llamó cultura general integral, con agregos de imaginación, de cosmopolismo, y sobre todo, de historia patria. Había poca televisión, ni siquiera se soñaba con los teléfonos móviles ni menos con las redes sociales o internet. Hoy, ese mismo niño, bombardeado desde la más temprana edad con una programación televisiva extemporánea (nadie crea que la «programación para niños» sea siquiera soportada por estos), con un celular a mano, cuya imaginación es destruida a base de construcción de falsos estereotipos, ni se acerca a un libro impreso, pues cuando ya mayor, inquiere por un texto, se le recomienda un e-book bajado de no se sabe que nube ni quien lo escribió (hoy puede ser una I A), si es real (aunque sea un texto «científico»), si es una buena traducción del original en otro idioma o, cuando menos, no nos induce a fallas de ortografía. En fin, creo que se lee menos porque nos han hecho creer que la información que necesitamos para nuestro consumo espiritual y social, ya alguien, para ahorrarnos tiempo y dinero, nos la resumió, nos la hizo digerible y aceptable visualmente, conectándonos a la red con un móvil y dando un clic.