Melodía infinita en la Atenas de Cuba

Con la potencia única de The Metro Big Band, el jazz inundó la noche de este domingo la Sala White en el concierto de homenaje por los 80 años de vida y 65 de carrera artística del maestro Frank Fernández, siempre fiel a Matanzas y ausente en la ocasión por motivos de salud.

Ante un público que respondió un sí efusivo ante la pregunta Jazz’s ok?, el director Camp Kirkland condujo con mano sabia y constante interacción con la audiencia un repertorio de notable virtuosismo, cuyo clímax marcó la llegada de Melodía infinita, composición del mítico pianista cubano.

Foto: Ramón Pacheco Salazar

Piezas clásicas del género se mezclaron con la sonoridad latina y afrodescendiente, dando lugar a la variopinta y afortunada mezcla de Someone to watch over me, Take the ‘A’ Train, Malagueña, Jumpin’ East of Java, In the mood, algunas de ellas interpretadas por la extraordinaria cantante Lindsey Benedict.

Elegancia, diversión, ritmo, efusividad, fe… El good time deseado por el maestro Kirkland a los presentes se engrandecía de un tema a otro, como si Frank estuviera presente, y con una energía digna de esos músicos cubanos “con quienes no nos podemos comparar, porque ojalá tocásemos nosotros la música como ustedes”.

Foto: Ramón Pacheco Salazar

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Foto: Ramón Pacheco Salazar

Plenitud de solos brotaron de los diversos instrumentos, que destellaban bajo los reflectores de la sala de conciertos, y de los pulmones y pulsos admirables de sus ejecutores, al unísono de ovaciones sin distinción de edad. Quien antes de la velada no supiera que tras una improvisación pasmosa se aplaude como si en ello fuera la vida, lo aprendió para siempre gracias a The Metro Big Band.

Foto: Ramón Pacheco Salazar

Todo parecía conducir al clímax marcado por la canción Get Happy, la máxima de ser feliz al menos durante un par de horas. Esta ambición quedó conquistada durante la interacción de la banda con el público al cierre, cuando los saludos, felicitaciones y agradecimientos rompían las fronteras entre artistas y admiradores, al borde de una noche que daba ganas de salir agitando en el aire una batería inexistente.

Foto: Ramón Pacheco Salazar

¡Felicidades, Frank! ¡Gracias, banda! ¡En Matanzas todavía jazz’s ok!

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