Matanzas en búsqueda del son

Matanzas en búsqueda del son

El reloj marca la cinco de la tarde y comienzan a llegar los bailadores al espacio conocido como Entrepuentes. De a poco aparecen los problemas de siempre, que si una guagua no pudo salir, que si la luz se va a las seis de la tarde, que si no se quién falta por llegar.

Los muchachos del audio prenden la música cubana y los bailadores dispersos comienzan a marcar. Algunos hablan sobre la coreografía, otros sobre temas personales, incluso una muchacha rubia se detiene para saludar a un conocido que pasó por ahí.

María Alejandra Quevedo Alfonso, la metodóloga provincial de danza, se me acerca y me dice: “Oye periodista, de que rompemos el récord, lo rompemos”. De repente me invade un poco de escepticismo, superar a 1 595 personas bailando casino de forma sincronizada luce como una tarea titánica y aquel ensayo como que se me queda corto.

El plazo para competir por el récord Guinness de la rueda de casino más grande del mundo es el 5 de mayo próximo en la Plaza de la Revolución y los minutos pasan como si nada hasta las cinco y media de la tarde. Alguien recuerda insistentemente que la electricidad la tumban a las seis, que hay que apurarse.

De repente la canción del ensayo suena y pasa algo mágico, como si el tiempo se parara en seco dándole paso a la música. Los muchachos que forman la rueda, comienzan a bailar y parecen uno solo, los pasos, las palmadas, los giros, las sonrisas, cómo si llevaran el son en la sangre.

Las personas en los alrededores se acercan al espacio y sacan sus celulares para grabar, incluso alguno se envalentona y se suma al baile desde su lugar. Los que como yo se quedan estáticos, sonríen, porque la alegría es contagiosa como pocas cosas en la vida.

En el momento en que aquellos muchachos bailaban, otras ochenta parejas hacían lo mismo en Perico, Cárdenas, Jovellanos, Colón, Unión de Reyes, Jagüey Grande y Los Arabos. De seguro existió un momento de la tarde en el que bailaron todos juntos, unidos por una canción.

En un punto la canción termina, todos se saludan, se abrazan y el tiempo arranca de nuevo, las dudas se despejan y el récord parece alcanzable. El cubano lleva el casino en la sangre y en los pies, ahora solo queda retomar el son.


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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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