En un panteón edificado en marzo de 1872, a la derecha de la capilla central del cementerio San Carlos Borromeo, descansan dos destacados personajes del siglo XIX matancero.
Se trata de don Francisco y don Pedro Hernández Morejón. El primero, dueño de varios ingenios, es comisionado en 1821 para perseguir malhechores en Sabanilla del Encomendador, ganándose el mote de “Pancho machete”. Vinculado a la política, resultó electo alcalde de la ciudad yumurina en 1823. De nuevo, y con grados de teniente coronel, asume dos años después y repite en 1836.
En 1843 participó en la denuncia que hiciera su sobrino Santa Cruz de Oviedo sobre la supuesta sublevación que se fraguaba en el ingenio Trinidad. Sobresalió activamente en la represión y torturas a que fueron sometidos los esclavos en varios ingenios de la jurisdicción matancera.
Durante la causa seguida a los supuestos conspiradores del Proceso de La Escalera, asumió el triste papel de fiscal. El poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), en sus últimas palabras antes de ser fusilado el 28 de junio de 1844, lo señala como uno de sus verdugos.
En un giro de su pensamiento político se unió al anexionismo. Es procesado en 1850 por su vinculación con Narciso López y cinco años después se relaciona con Ramón Pintó.
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Su hermano Pedro integra en 1858 la Junta principal para la edificación del Teatro Esteban (Sauto), y al año siguiente se desempeña como alcalde de la urbe matancera. En 1864 ostenta el cargo de vocal en la Junta de Agricultura y Comercio local, y Juez de Paz en 1866. Finalmente, abrazó el anexionismo.
En el panteón familiar se localiza uno de los más peculiares epitafios de la necrópolis local: “He aquí el eco que responde a esa campana de funerales, que nos lleva al sepulcro una a una nuestras esperanzas, nuestros ensueños, nuestras ambiciones”.
Singulares personajes, con notable incidencia en la sociedad colonial matancera y que sin duda valen la pena historiar.