Recientemente, mientras me desplazaba en un transporte urbano, alguien aseguraba con cierta emoción que la Atenas de Cuba ya no es tan dormida como en tiempos de antaño, que ha crecido en vida cultural y en movilidad. “De día, todas las ciudades tienen ajetreo; pero antes, nada más que caía la tarde, todo parecía paralizarse”, enfatizaba el transeúnte.
Aunque me hubiese gustado ser matancera nata, y con esto no reniego mis raíces villaclareñas, no crecí en la urbe como para hacer las aseveraciones de mi compañero de viaje. Apenas han transcurrido dos años desde que convertí a Matanzas en mi hogar, y confieso que me he empeñado en conocer a la perfección todos sus puntos cardinales. No ser de esta tierra no evita que le siga de cerca su crecimiento y apueste por su máximo esplendor.
Si bien es cierto que varias transformaciones se le han realizado en los últimos años (acciones que se paran y reinician de lustro en lustro), con una visión no tan optimista como la de mi “amigo”, creo que aún quedan muchas aristas por explotar en la Ciudad de los Puentes. No hablo solo de remozar edificaciones, abrir nuevas tiendas que se mantienen vitales hasta el anochecer (algunas con anaqueles desabastecidos por los problemas económicos que conocemos), crear un Ocio Club o volver a activar el cine Velasco. A la ciudad aún le falta vitalidad.
A priori, cualquiera se percata de que es una ciudad de lunes a viernes, y otra los fines de semana. De día, la calle Medio concentra la mayor movilidad en la zona más céntrica, mientras que en la noche la vida matancera se resume al paseo de Narváez, hasta donde se traslada gran parte de la juventud.
Sin duda, hay que agradecer la revitalización de la margen norte del río San Juan, pero, asimismo, resulta imprescindible chequear los precios y calidad de lo que se expende en el área, porque muchas veces no están al alcance de adolescentes y jóvenes.
La provincia, en general, posee muchísimo talento artístico que en ocasiones permanece subutilizado, al punto de que suele ser más conocido por foráneos que por nosotros, los “autóctonos”, porque encuentra en la península de Hicacos el escenario perfecto, o el único, para sus presentaciones.
Por otro lado, no creo que deba esperarse al fin de semana para desarrollar buenas propuestas culturales nocturnas, ni a la etapa estival para acercar el arte a las comunidades y entretener y educar desde acordes y pinceles.
Matanzas es una inmensa y preciosa urbe que no merece calles desiertas ni teatros o centros culturales con puertas cerradas. Si no hay luces, será a cielo estrellado; y, si no hay background, que sea a capela; ajustemos horarios y aprovechemos espacios. No solo se trata de habilitar más espacios, sino de utilizar mejor los que ya están. Existen muchos seres que aman a su ciudad y esperan con ansias por verla despierta.
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Soy matancero y se que siempre la existencia del polo turístico de Varadero ha afectado la vida económica, social y nocturna de la capital provincial, es un estigma y se nota hasta en la dedicación del Gobierno y el Partido a todo lo relacionado con esa península.
Por otra parte a diferencia del resto de las provincias del centro hasta el oriente del país donde a cada momento se inauguran comercios, cafeterías, heladerías, centros comerciales con y sin MIPYMES, panaderías, dulcerías, etc en Matanzas se inaugura un solo Centro gastronómico solo en algún aniversario de la ciudad y al poco tiempo ya no funciona ó la oferta es pírrica.
Lamentablemente en Matanzas las iniciativas y ejecuciones de este tipo de actividades en bien del transeunte y población en general brillan por su ausencia y nunca saldremos por televisión tampoco.