El Cinematógrafo: Retrato de una mujer en llamas

Ficha técnica

Título original: Portrait de la jeune fille en feu

Año: 2019

País: Francia

Dirección y Guión: Céline Sciamma

Fotografía: Claire Mathon

Música: Jean-Baptiste de Laubier et Arthur Simonini

Reparto: Noémie Merlant, Adéle Haenel, Luàna Bajrami,

Duración: 120 minutos

En la página 28 hay un desnudo que hice de ti, es el Retrato de una mujer en llamas.

Hay películas por las que hubiera matado para verlas en un cine, y Retrato de una mujer en llamas es una de ellas. Esta obra de Céline Sciamma logra traspasar los límites de la física y secuestrar la atención del espectador por dos horas. Es glorioso convertirse en el testigo invisible de un romance que se desarrolla lentamente y rebasa el homoerotismo. Una historia sobre cómo crear un país sin nombre, donde vivan pocos personajes que desaparecerán para siempre cuando aparezca el último fundido a negro. Y la misma autora dijo una vez que cuando termina de narrar se olvida de ellos, para ella su existencia está solo justificada al comienzo y al final.

Retrato… es una tragedia que se escribe con música y en la soledad de unas mujeres que viven a los márgenes del establishment. Es una licencia que aparta el ojo vigilante de los hombres de un romance escrito por una mujer y evidencia cómo viven y aman ellas. Las relaciones de poder y de clases son exploradas con el objetivo de reinventarlas y, tal vez, conformar un arquetipo alejado de los Romeos y Julietas o noviazgos demasiado básicos como el de Titanic. Punto a favor será siempre esa firma autoral que se traduce en la visión que tiene el creador del mundo y que por desgracia muchas veces se tilda de aburrido o pretencioso.

Un crimen a lo Sunset Boulevard es lo que une a estas dos mujeres, a la pintora y a la futura esposa. A lo Sunset Boulevard,porque aquí el crimen es el de la época que les tocó vivir, un ocaso casi atemporal, violento y machista, donde las mujeres son como cerdos que sirven para dos cosas, servir y morir. Pero son artistas, esposas, sirvientas, cantantes, parteras, madres, y un largo etcétera que se pierde en los negativos sin revelar del celuloide. Todo ocurre frente a los ojos de los hombres, pero resulta imprescindible que no estén, una justicia poética que une a las amantes en una suerte de mansión con pasillos gigantescos y vacíos que las obliga a escaparse a la playa y a los herbazales. Aquí no se oyen voces, se observa con picardía, se “vacila”, como dirían los cubanos… y las cubanas.

Marianne (Noémie Merlant) tiene que pintar a Héloise (Adéle Haenel) porque Héloise se va a casar con un milanés que la conocerá físicamente gracias a ese cuadro. La muerte la persigue, porque en un principio era su hermana quien debía casarse. Pero esta arrojó su cuerpo al vacío en un intento finito de acabar con el compromiso, dicen que se quería morir porque nunca gritó. Y no hubo quien pintara a Héloise hasta que Marianne llegó.

No sé con certeza si fue Bergman quien comenzó este, por así llamarlo, género, donde una dupla de personajes se complementa, y que el cine tomó de la literatura. Y aunque pueda haber vestigios de esta índole en el cine noir y sus parejas de detectives y asesinos, siempre había una interconexión de estos con todo aquel que le rodeaba. Cuando me refiero a lo que comenzó Bergman, reconozco a los actores dramáticos como complementos humanos que remarcan virtudes y defectos de su pareja en la soledad compartida. Ejemplos famosos podrían ser Walter White y Jesse Pinkman, Superman y Batman, las mujeres de Persona, el soldado y la muerte en El séptimo sello, los muchachos de Y tu mamá también, etcétera. Esta característica me encanta porque no existe tesis sin antítesis, y los personajes de Retrato… son personificaciones de la libertad y la melancolía. Conceptos que acaban chocando por culpa de la geografía que pisan los pies de los intérpretes y un guion bien conformado.

¿Qué queremos nosotros que sean las personas que nos rodean? Normales, que actúen según la normativa social. Pero la anormalidad remarca cualquier presencia en un mundo que etiqueta antes de comprender. Y son los personajes de Sciamma peregrinos mortales conscientes de su tiempo limitado, y buscan el estado puro donde alma y cuerpo dejen de doler. Tomboy, filme que cuenta las formas en que un niño construye su identidad de género, utilizó también el aislamiento para intensificar la relación entre lo que se ve y el que ve. Y la película más reciente de la autora, Petite maman, es una de esas que consuelan, que son verdadera magia, que traen a los muertos de vuelta y es como si los nuestros también pudieran revivir. En esta, es un bosque donde presente y pasado se unen, y una niña conoce una versión infantil de su recién difunta abuela.

La naturaleza tiene protagonismo en las películas de la directora; son el agua y la costa y las rocas y la hierba y el viento detalles ambientales que funcionan como reemplazo del sonido, de la música. Es en realidad el punto final de una obra maestra con picos dramáticos y landscapes tan vastos y solitarios como los de Abbas Kiarostami. Los diálogos están calculados y las imágenes hablan, es un despliegue narrativo; y resulta complaciente, ya en términos de cinefilia (que a veces roza el fanatismo), que Bong-Joon Ho le dijera a Celine Sciamma, después de que Parásitos arrasara en los Premios de la Academia, que era su cinta la que merecía el Oscar a Mejor Película Internacional. Existe una instantánea bellísima en la que ambos autores (lloran y ríen) se comparten al hombre amarillo.

El hecho de pintar a Héloise es un símbolo concreto de la relación que se establece entre ambas. En un principio es difícil que Héloise pose, pero, a medida que se van conociendo y enamorando, el rostro del cuadro empieza a tomar forma. Hay puntos de inflexión donde la relación se transforma, ya sea un roce, una conversación, el beso, el piano, el aborto, el fuego. Leo las secuencias como una línea horizontal con aislados episodios de distinta intensidad. Siendo apoteósico el clímax que explica el porqué, la música huye durante casi todo el filme y reaparece cuando quiere significar algo. Y es ahí donde vuelvo a defender la teoría de matar por haber estado en cualquier festival donde esta cinta se estrenó, porque es amargo imaginar la experiencia colectiva que vivieron los que atestiguaron en la pantalla más grande esta historia de amor.

En la página 28 de un tomo de La metamorfosis, una pintora hizo un desnudo de una mujer destinada a casarse. En una mansión manos, dedos, labios y dientes y lenguas y saliva se confunden en un plano que pervierte y asusta a los que aún no comprenden lo que es estar en llamas, y que alguien sepa que lo estás. Nunca he sido capaz de etiquetar esta película, no sé si es una tragedia, no sé si es una historia esperanzadora, o si solo quiere existir; por lo cual estoy agradecido, porque no hay mejor poema rodado sobre Orfeo y Eurídice, sobre mirar o no mirar. (Por Mario César Fiallo Díaz)

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