Detrás de la nariz roja de Tareko

Detrás de la nariz roja de Tareko: Enrique Alejandro Bofill

Las risas resuenan dentro de las paredes de la sala de teatro. Tareko entró a escena no hace mucho tiempo y tanto niños como mayores disfrutan de sus ocurrencias. “Él nació para eso, nació para ser payaso”, comenta una persona cercana a mí y me resulta difícil quitarle la razón. 

Hace alrededor de 10 años lo vi por primera vez en una escuela secundaria básica y desde entonces me asombra el poder que tiene el joven para divertir a cuanta persona tenga delante, aunque se trate de una puesta en escena -en principio- infantil. 

Una nariz roja puede transformar a la persona en un personaje, o al menos eso cree Enrique Alejandro Bofill, quien deja de ser él, un adulto de 27 años, y se convierte en Tareko, un niño capaz de sacar las carcajadas del público. 

Tareko dista de ser ejemplo de buen comportamiento: hace travesuras, inventa palabras, no escucha a los mayores, pero realmente intenta hacer comprender a los pequeños qué se debe y no hacer. Para ello utiliza muy bien la contraparte, con quien forma una sinergia como si se tratara de una obra ensayada más de 50 veces. 

¿Quién es Tareko? En palabras del artista: “Es ese niño que todo lo exagera pero que a la vez es muy inteligente y sobre todo es muy muy pícaro. Se adapta a cualquier medio y a cualquier compañero de trabajo”.

Payaro Tareko. Fotos: Tomadas de la página de Facebook de Teatro El Mirón Cubano
Fotos: Tomadas de la página de Facebook de Teatro El Mirón Cubano

Esa resiliencia tal vez sea una de las pocas características que tienen en común el personaje y la persona. Alejandro confiesa no ser divertido como mucha gente pudiera imaginar, más bien un poco rabioso y peleón cuando de trabajo se trata, perfeccionista y exigente, pues las cosas deben salir de la mejor manera posible para entregarle al espectador el cien porciento de su energía y creatividad.

Bofill lleva el arte en la sangre, pues cuenta que en su familia conviven varios artistas: “Mi abuela es escritora, Margarita Aldanaz; mi abuelo ventrílocuo, el mago Bofill; y mi papá es payaso, el verdadero payaso Tareko; yo vendría siendo como el Tareko Junior.

“Cuando crecía, todo el mundo decía ‘ay no, otro artista, no, no, no, que sea, no sé, médico, maestro’. Muchas personas estuvieron en contra y yo, solo, de una manera muy empírica, fui creando todo esto. No tuve esa ayuda como tal, yo observaba mucho y absorbía lo que me interesaba”.

Los proyectos infantiles Trencito de la Alegría y Reparadores de Sueños contribuyeron de alguna manera a la formación artística de Bofill, quien ve al payaso de la escena como un artista completo, pues “tiene que pasar por todas las facetas del circo, tiene que conocer de magia, malabares, equilibrio, todo”.

La Compañía de Circo La Rueda acogió a Tareko hace un tiempo, y es común encontrarlo en las salas de teatro El Mirón Cubano, como parte de la función colaborativa denominada «En un 2×3» y en parques, escuelas, teatros y hospitales.

En casa, su hijo más pequeño, de dos años, despunta como digno sucesor de la que podría convertirse en una tradición familiar. “El otro día me llamó la mamá y me dijo: ‘Alejandro, me hace falta que vengas por aquí urgente’. ¿Qué pasó? —pregunto—. Respondió: ‘No, no, nada, ven’. Y cuando llegué: ‘Siéntate ahí y dile a tu niño que te haga la magia que él estaba haciendo’. 

“El niño de buenas a primeras, solo, sin nadie decirle, cogió un carrito para hacer magia, lo apareció y lo desapareció, después vino y me mandó a soplarlo para seguir con la magia y yo claramente me quedé asombrado, porque desde tan pequeño parece que también viene con ese bichito del payaso dentro”.

Tal vez Bofill sí esté en lo cierto y hay alguna energía más allá del aprendizaje diario que impulse al niño al camino de las artes, pero sin duda ver a su padre feliz en escena, con pasión y entrega, será una fuerte motivación.  

Mientras tanto, Tareko seguirá defendiendo el nombre familiar como su tesoro más sagrado. Siempre que la nariz roja lo acompañe, aparecerá el payaso y su niño interior cobrará vida. “Le digo a todo el mundo que la nariz es algo mágico, nada más que me la pongo ya me transformo; es una cosa que no se puede explicar, tienes que vivirlo para sentirlo”. (Por: Arleen Matamoros Morales)

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