Parte del elenco de Teatro D’ Dos, acompañados por la actriz Miriam Muñoz.
Le ha tocado el turno a la obra La noche de los asesinos, de José Triana (Camagüey, 1931-París, 2018), de convertirse en la pieza 25 del Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana, que atesora la Casa de la Memoria Escénica. En la mañana de este viernes 19 de enero fue develada por su escultor, Adán Rodríguez Falcón, acompañado por parte del elenco de la agrupación Teatro D’ Dos, que asumió su puesta en escena en la década del 90.
Escrito a inicios de los 60, el texto se inspira en esa renovación necesaria y el espíritu de rompimiento con el pasado que vivía la nación. Sus personajes, los hermanos Lalo, Cuca y Beba, fingen un parricidio como una suerte de juego liberador, de desahogo emocional, a través del cual se exploran los innumerables vericuetos de las relaciones de poder en el seno familiar.
Como expresó el director de la institución, Ulises Rodríguez Febles, La noche… tuvo una enorme repercusión en el contexto teatral internacional, fue uno de los primeros premios Casa de Las Américas, en 1965; y con su estreno, a cargo de Teatro Estudio, bajo la dirección de Vicente Revuelta, la dramaturgia de la Isla conmocionó algunos de los principales escenarios de Europa.
Para traducirla al lenguaje escultórico, Adán Rodríguez Falcón escogió la forma de un enorme corazón, pues según su autor representa “el motor de toda energía transformadora” y también “lo que une a la familia”, y lo presenta atrapado entre una de esas pinzas que usualmente se usan para cargar hielo, en una franca intención lúdica de explorar la ambivalencia de los conceptos.
La ceremonia de develación se complementó con una lectura dramática, por los actores Jorge Juan Fernández Riverón y Daisy Sánchez, bajo la atenta mirada del director Julio César Ramírez. Como es la intención de la Casa de la Memoria Escénica propiciar el intercambio con el legado vivo del teatro, los tres creadores compartieron anécdotas e impresiones sobre la puesta en escena de D’ Dos.
“Existía el mito de que estaba prohibida en Cuba, porque se estrenó hace 30 años y no había vuelto a las tablas —contó Ramírez—, a mi opinión no era más que eso, un mito. Para nosotros fue muy importante retomarla en esa etapa de los 90, donde necesitábamos consumir la mayor parte del día trabajando para salirnos un poco de la realidad.
“Aquella Noche… empezó a surgir en el proceso de montaje y sus protagonistas a hacerse vivos, e impresionaba, a veces, porque sus diálogos cobraban una significación extraordinaria a la luz de un nuevo contexto. La estrenamos en Argentina, y allí la práctica nos demostró que posee un mensaje universal que dialoga con todos los públicos y en todas las circunstancias”.
La actriz Daisy Sánchez, quien encarnó a Cuca, recordó que su primer sentimiento fue el miedo, pues la rondaban los “fantasmas” de aquellos grandes que la representaron antes. “Nunca la vimos, tampoco existían referentes ni muchos materiales ni fotografías, nada más que el texto y todo lo que nosotros pudiéramos aportar.
“Los caracteres están muy bien perfilados, pero presenta el desafío de que el que te toque tienes que defenderlo, estés o no de acuerdo con su postura, tratar de entenderlo, de pactar con él. El proceso fue duro, como la obra misma, y esa intensidad con la que trabajamos rindió su fruto; creo que fue la primera vez en la historia del grupo en que los espectadores querían confrontarnos, debatir”.
Para Jorge Juan Fernández Riverón ponerse en la piel de Lalo fue una escuela. “Enfrentarme a un reto tan grande, hermoso y difícil me marcó. Yo era muy joven, venía del teatro para niños, me faltaba conocimiento, porque no había pasado la escuela y creo que no tenía el ‘diablo’ del actor para salir a escena y, en un instante, encontrar la rabia que precisa un personaje, eso me lo dio La noche de los asesinos”.
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