Luces de nostalgia

Luces y adornos navideños disfrazan la nostalgia de las personas. Diciembre duele y aprieta, cuando en la mesa sobran sillas y falta gente. Cada año nos volverá menos niños y más viejos; entonces, comienzas a valorar lo que realmente importa.

En estas noches frías, la memoria teje hilos de recuerdos, añoramos momentos que no volverán, pero agradecemos por la vida, por estar, por todo lo que tenemos. Son fechas sensibles y es imposible no rememorar los viejos tiempos, lo felices que fuimos.

La cita era sin dudas en casa de abuela, toda la familia; existían lugares bonitos donde pasar el 24 o el 31, pero ahí, ahí se respiraba amor, ningún otro sitio podía reunir a todos los primos. La emoción en vena esperando ese encuentro, ilusionados por dedicar más atención a los juguetes cuando el verdadero valor era ese: todos juntos en casa de la abuela.

Sobre la mesa un gran banquete para deleitar: los dulces de las tías, la yuca con mojo, los turrones, el ron, la cerveza; eran buenos tiempos, cada uno aportaba algo y el brillo en los ojos provocados por la felicidad no podía faltar. Entre risas y anécdotas pasaban las horas, y con las horas los años; y entre año y año, abuela ya no está, los primos crecieron, la familia aumentó y tomó rumbos diferentes. 

El paso del calendario trajo modificaciones al espíritu festivo. Es difícil mantenerlo mientras no sabes si conseguirás los frijoles para el congrí, un pedacito de carne o tan solo la ensalada. Muchos se preparan para vivir estas fechas con la ausencia de un ser querido, cada felicitación a través de una pantalla debilita el corazón y agua los ojos.

En el barrio quedan pocos para dar la vuelta a la manzana con un montón de maletas, porque muchos ya lograron el viaje. Los que fueron en busca de un mejor futuro extrañan el olor de su tierra, de su hogar. Lo tienen todo y a la vez nada, les invade la melancolía y desean que sea el último año lejos, es el anhelo constante.

Estos días remueven remembranzas pero avivan el alma. No hay espacio para la tristeza si pensamos en todo lo logrado: las metas cumplidas, los miedos superados, el crecimiento profesional, los amigos que nos salvaron del caos, el amor que nos tocó la puerta, los viajes, las fiestas.

Con el viento susurrando al compás de los recuerdos, el último suspiro del año se acerca. En este instante fugaz donde las luces destellan emociones, evocando el pasado y dibujando los sueños del futuro, hay mucho por agradecer, así, envueltos entre la nostalgia y la esperanza. (Por: Lisbel Quintana, estudiante de Periodismo)

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