Preguntándose por qué y en cuál punto de sus cinco años de relación ocurrió el quiebre definitivo, Miranda, una exitosa subdirectora en una revista de modas, observaba en silencio —de esos que rodean todas las rupturas mientras se grita por dentro— desde la mesa de algún café de la calle Fuencarral, cómo Tristán, el hombre con el que estaba segura era absolutamente feliz, se alejaba para siempre de su vida.
Así comienza la historia de Todas esas cosas que te diré mañana, de la española Elísabet Benavent. Es la novela número 22 de la autora, conocida por la saga Valeria o títulos como El arte de ganarle al karma, El diario de Lola, La magia de ser Sofía, Un cuento perfecto, entre otros; y al igual que en sus libros anteriores logra el “gancho” necesario para mantener la atención con dos preguntas que lanza desde la propia sinopsis y que guiarán toda la historia: ¿Y si tuvieras la oportunidad de cambiar lo que ya has vivido? ¿Se puede ser fiel a uno mismo cuando lo que está en juego es el amor?
La estructura del volumen hace que el lector consiga empatizar con la historia y el lenguaje desde el inicio, pero destaca por una introducción un nuevo elemento dentro del estilo de la autora: el juego del tiempo.
Tras el shock de la separación, Miranda descubre que le quedaron cosas por decir y se le ocurre de pronto que puede recuperar a Tristán haciéndolo. Se las ingenia para lograr un encuentro “casual” al día siguiente, solo que en vez de despertar en el presente despierta en 2016, en el día que conoció a Tristán “por segunda vez”.
Desde entonces, emprende un viaje personal a través de su relación, con saltos entre el pasado y el presente, donde intenta reescribir su historia con Tristán, al que si bien la une una relación relajada y divertida, alejada del mítico amor romántico, la separan intereses personales y estilos de vida que fragmentan poco a poco la unión.
La novela, a pesar de lo fantasioso de los giros temporales de Miranda, nos deja un poderoso mensaje: aceptar que el amor no siempre “lo puede todo”; que es necesario, pero no suficiente para hacer que una relación funcione, y lo más importante: no debería serlo.
El hilo conductor de la novela nos guía por conflictos de intereses de una Miranda citadina, entregada totalmente a su trabajo y un Tristán mucho menos realizado profesionalmente que no encaja en la vida agitada de Madrid; desacuerdos de convivencia y estilos de vida; lo imprescindible de ser fieles a uno mismo a pesar de las circunstancias; el drama pandémico o la decisión de no tener hijos, entre otros menos relevantes pero igualmente trascendentes como la amistad incondicional y la soledad.
Así, entre diálogos para reír a carcajadas, situaciones y personajes perfectamente delineados que hacen sentir al lector en todo momento identificado, y más de una escena donde aflora la melancolía, transcurre la lectura, motivada por la expectativa de saber en qué día despertará Miranda en el capítulo siguiente, qué outfit portará Iván, su mejor amigo y estilista de la revista donde trabaja, o si logrará el esperado efecto mariposa en su relación con Tristán.
Todas las cosas que te diré mañana resulta además un libro para desmitificar no solo el amor o nuestras relaciones amorosas, sino la felicidad y la búsqueda de ese estado en nosotros mismos, en esa “parcela” que no podemos ni debemos compartir, y no en la pareja como tanto nos han hecho creer.
En resumen, una historia lit, fresca, divertida, pero también abrumadoramente real, emotiva y reflexiva a partes iguales.
SOBRE LA AUTORA
Elísabet Benavent (Valencia, 1984) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia, y máster en Comunicación y Arte por la Universidad Complutense de Madrid.
Su pasión es la escritura. La publicación de sus libros se ha convertido en un éxito total de crítica y ventas con más de dos millones de ejemplares vendidos.
FRASES DE LA OBRA
“Cuando una pareja se pelea hay mucho silencio, muchas pausas en las que no se dice nada mientras se grita por dentro. Hay minuto y minutos, violentos e incómodos todos ellos, en los que se entiende que, en realidad, nada de lo que se exprese servirá de salvavidas”.
“El amor no me hace ser quien soy, no es nuestra única manera de ser felices. Pero la vida es una carrera en busca de compartir lo que tenemos, somos y sentimos”.
“Los años nos quitan la venda de los ojos para darnos cuenta de que la vida es mucho más sencilla de lo que nos imaginamos en un principio. Yo creo que es una montaña rusa. A veces todo es demasiado difícil y a ratos la vida se convierte en un juego de niños”.
“El amor es esa cuneta en la que terminamos todos varados sin saber cuándo perdimos el control del coche, sin ser capaces de contar cuántas vueltas de campana dimos hasta terminar allí metidos”.
“Ella llegó como un ciclón, lo puso todo patas arriba y se hizo un nido en el interior, donde no pudiera echarla. Es así como sucede, ¿no? Primero se asienta en tu cabeza y en tu estómago en forma de pensamiento parásito. Está en todas las conversaciones, hables de ella o no. La recuerdas a todas horas. Quieres pasar con ella cualquier minuto que rasques al día. Y luego, cuando lo asumes, cuando lo masticas, cuando dejas que ponga los pies sobre el círculo de intimidad que defiendes de los demás, viene esto, el amor. La confianza. La risa. La importancia de la imperfección. Los planes”.