Es imposible hacer un resumen noticioso de los últimos días sin analizar la amenaza que supuso para el occidente cubano la formación de una baja extratropical y su tránsito próximo a nuestras costas. La cultura meteorológica de los cubanos es muy amplia, por supuesto el acápite que más “dominamos” es la ciclonología tropical, pero ¿qué ocurre cuando lidiamos con sistemas meteorológicos, que como este, son “visitantes” en la zona tropical? Las cosas son diferentes.
Y sí, podemos seguirles llamando “visitantes”, aun cuando se hayan gestado en pleno golfo de México, porque como su nombre lo indica, son organismos con características que no corresponden a la zona tropical.
En Cuba y en general en el Caribe, se usa el término ciclón para referirse genéricamente a los ciclones tropicales, en cualquiera de sus estadios o categorías. Sin embargo, estos no son los únicos tipos de ciclones que existen. A las bajas extratropicales, las podemos encontrar referenciadas bajo el término de ciclón extratropical, ciclones de latitudes medias e incluso bajo otros menos comunes como borrascas frontales.
Los mecanismos que dan lugar a la formación y evolución de estos sistemas, que pueden llegar a alcanzar vientos con intensidades comparables con la de los huracanes, son bien diferentes a los que estamos acostumbrados a nombrar y dominar cuando se trata de sus parientes tropicales.
Las bajas extratropicales, a diferencia de los ciclones tropicales que obtienen su energía del calor proveniente de la evaporación del agua de mar, se alimentan de las diferencias de temperatura entre dos masas de aire: una “cálida” y otra “fría”.
Estos dos últimos términos van entrecomillados porque son relativos: una masa de aire es cálida porque se desplaza sobre otra con temperaturas más bajas, siendo una masa fría en el caso contrario. Esta característica permite que estos sistemas se formen lo mismo sobre mar que sobre tierra y que su intensidad no se vea influenciada por la superficie sobre la cual se desplacen; no como ocurre con los ciclones (los habituales, los tropicales), a los cuales la cercanía o el traslado sobre tierra los debilita al punto en que llegan a disiparse.
Y si en las circulaciones de las bajas extratropicales tenemos masas de aire de diferentes temperaturas, en el borde delantero (según la dirección en la que estas se desplacen) vamos a tener la formación de frentes, uno frío “abriéndole paso” a la masa fría y otro caliente “a la vanguardia” de la cálida.
Usualmente somos afectados solo por los frentes fríos, aun cuando la circulación de la baja extratropical esté bien distante de nosotros, ya que la masa de aire “visitante” trae normalmente temperaturas más bajas que el ambiente imperante en nuestras latitudes. El frente caliente entonces queda ubicado mucho más al norte, en donde la circulación ciclónica invernal fuerza a nuestro aire más cálido a moverse en latitudes más frías.
Recuerde aquí, que los frentes fríos no son los que traen las bajas temperaturas, sino las masas de aire que les suceden.
Otra diferencia notable con respecto a tormentas tropicales y huracanes, es que, aunque comentamos que pueden llegar a tener intensidades comparables a estos en cuanto a valores de presión muy bajos en su centro y a la magnitud de sus vientos, el campo de esta última variable tiene una distribución diferente.
En los ciclones tropicales, sobre todo en aquellos más intensos, los vientos más fuertes se localizan en las cercanías del centro, en un área de unos pocos kilómetros, comparada con la extensión de estos sistemas.
En el caso de los ciclones extratropicales el campo de vientos más fuertes es mucho más extenso del orden de cientos de kilómetros. Otro tanto pasa con las lluvias fuertes, que en el caso de los organismos extratropicales, las lluvias están confinadas a las zonas frontales, en donde además pueden ocurrir tormentas eléctricas, mientras que en lo ciclones tropicales, excepto en los primeros estadios de desarrollo en que pueden ser más desorganizadas estas áreas, se distribuyen de una manera más o menos uniforme respecto al centro.
Basta hacer una búsqueda con la palabra clave “extratropical” en Cubadebate y en los resultados saldrán noticias como: Nuevamente en diciembre, una extensa baja extratropical influye sobre Cuba, La Habana se recupera de inundaciones provocadas por baja extratropical (+ Fotos), Baja extratropical provoca rachas superiores a 90 km/h en Occidente de Cuba (+ Video), Defensa Civil: Aviso de alerta temprana sobre la baja extratropical que afectará el occidente de Cuba (+ Video, Instituto de Meteorología: Baja extratropical afectará el occidente de Cuba.
Las últimas tres entradas de esta muestra corresponden a la cobertura del mismo sistema, que en diciembre del año 2018 inundó zonas del litoral habanero, del que quedan testimonios gráficos como este.
Curiosamente las entradas listadas corresponden a amenazas y afectaciones del mes de diciembre, un mes en el cual ya están más establecidas las condiciones invernales, hay una mayor afectación de frente fríos, pero no es precisamente el mes en que las bajas extratropicales son más frecuentes, ni se desplazan más cerca de nuestro país.
Cuando estas se mueven bien distantes, solo llegan a nosotros los efectos de los frentes fríos, y en algunas ocasiones, por la circulación combinada de la baja presión con un fuerte anticiclón migratorio “detrás”, puede haber vientos fuertes de región norte (noroeste, norte o nordeste) capaces de generar inundaciones en el occidente de Cuba.
En los meses de febrero y marzo se hace más habitual la formación en latitudes más bajas, incluyendo el Golfo de México, de estos organismos, cuya circulación, al cruzar cerca o sobre Cuba, maximiza los efectos mencionados anteriormente, además de sumarle que delante pueden provocar vientos de región sur (recuerde que los vientos giran en sentido contrario a las manecillas del reloj) capaces de inundar zonas bajas de la parte oeste de Cuba.
Quizás ante la duda de las características de estos organismos, para ilustrarlos se usó la analogía a algunos que han marcado la memoria de los cubanos como la “Tormenta del Siglo” en 1993 y el sistema que en cuya actividad prefrontal se formó el tornado que afectó la Habana en 2019. Sí, ambos fueron bajas extratropicales, formadas en el golfo de México, pero son casos muy extremos, que no se dan habitualmente. Sin embargo, por su frecuencia, los sistemas invernales producen afectaciones de consideración.
A la sazón de esta compleja situación, el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, nos recordaba un curioso caso de enero de 1958, en el que podemos ver una compilación de imágenes de la prensa, cuando La Habana fue afectada directamente por una baja extratropical.
Tales fueron los efectos en esa ocasión, que inicialmente se creyó que era un ciclón tropical extemporáneo, como nos recordó el Dr. José Rubiera en los comentarios de esa publicación, hasta que se determinó, años después, que su estructura no correspondía a un organismo tropical. Recuerde que en esas fechas no se contaba con información de satélites ni de radares meteorológicos.
Cuando estamos bajo los efectos de un evento ENOS (El Niño) como el actual, sus manifestaciones habituales en nuestra temporada invernal son de un incremento en la cantidad de organismos invernales, por una mayor incidencia hacia latitudes más bajas de los mismos. Esto incrementa la probabilidad de eventos de este tipo y por tanto la frecuencia de posibles eventos extremos.
Basta recordar temporadas como la de 1982-1983, con numerosos brotes de tormentas locales severas al paso de líneas prefrontales activas, generadas por delante de bajas extratropicales “golfianas”. Este término cubano que describe a aquellas que se forman en la parte sur del golfo de México, por debajo de la latitud 26º N y que habitualmente tienen una rápida evolución y veloz movimiento muy próximos o sobre el occidente cubano.
¿También se nombran?
Como curiosidad en los últimos años, en algunas zonas del planeta, como en Norteamérica y Europa occidental, se están nombrando estas tormentas invernales, más bien con una función mediática, ya que estas son tan frecuentes que pueden coexistir más de una produciendo afectaciones simultáneamente en zonas separadas.