Estamos en una época donde la pólvora ha devenido un nuevo invento humanoide, capaz de hacer algo que se le da bien al ser humano: matar.
Japón. Una mujer-hombre se mueve entre posadas y pueblos, busca a cuatro individuos blancos que transformaron su vida en una maldición, la convirtieron en una mujer demonio sanguinaria y hábil con la espada, lo volvieron un hombre de marginados ojos azules que se consuela en la muerte.
Esto es Blue Eyes Samurai.
Empecemos con las influencias. La venganza ya no es una mera palabra en cualquier ficción, sino un camino que produce cambios físicos y psíquicos en los personajes. Es por eso que con el paso de los años ha resultado un recurso que transforma tanto a protagonistas como a secundarios. Toda la serie huele a Quentin Tarantino: la fisionomía del protagonista, su estética y su habilidad con la espada me parecieron una fusión de La Novia en Kill Bill y Django en Django desencadenado.
Hay dos videojuegos de los que bebe la serie: The Last of Us Part II y Ghost of Tsushima. El primero de estos tiene como base argumental el odio, la venganza y el ciclo de violencia: el “ojo por ojo”. Pude relacionar a los personajes principales de ambas obras a partir de sus aspiraciones y las vías con que hacen frente a los obstáculos, las consecuencias que tendrán en ellos la venganza y la violencia. Sorprendentemente, es aquí donde la serie se luce y deja ver la agudeza narrativa original de su creador.
Un fanático del cine o la televisión del este asiático podrá encontrar similitudes estéticas con cualquier producto de la región. Los ronin son un grupo bastante representado por la meca productiva de esa parte del mundo. Pero encontré cosas en Blue Eyes Samurai que también vi en Ghost of Tsushima: un protagonista que elige el camino de la marginalidad moral como puente entre él y su objetivo, el llegar a ser algo más en pos de alcanzar su objetivo. Uno se convirtió en un demonio y el otro en un fantasma. Además, ambas historias se caracterizan por un retrato fiel, sangriento, fangoso, húmedo, machista, corrupto y violento del Japón de la época.
Jane Wu logró confirmar en solo ocho episodios y mediante ficción las formas en que construimos el género. En el período donde transcurre la trama, los hombres japoneses podían desarrollarse en cualquier tipo de trabajo manual e incluso aspirar a determinados cargos sociales, mientras que las mujeres debían prostituirse. Wu dice que utilizó esto como arma para uno de sus personajes principales y que lo convirtió en una aversión para otro. Una mujer abandona su vida señorial burguesa y se inserta en los barrios bajos, aprendiendo a utilizar su dote como una llave; mientras que otra mujer se hace una experta de la esgrima y asesina con acero fundido con olas de mar a todo aquel que ose ponerse en su camino. Viste como hombre, camina como hombre, habla como hombre, pelea como un hombre y tiene genitales de mujer.
No solo se ha conformado un personaje que fluye entre ambos géneros, sino que se siente honestamente como una verdadera presencia queer en la pantalla, que además se descubre a sí mismo y al espectador. Hay una tercera presencia, imposible de encasillar en términos como masculino o femenino: la encarnación de un demonio despiadado, vengador y feroz. Entre esos tres espectros se mueve nuestro espadachín y, mediante momentos argumentales medidos milimétricamente por su estática y acción, se logra construir un personaje tridimensionalmente hiperrealista.
¿Dónde Blue Eyes Samurai deja atrás ciertos convencionalismos y utiliza toda la confianza que ha venido construyendo? Yo digo que es a partir del episodio 5, cuando presente y pasado se fusionan para dar lugar a un clímax que arroja luz sobre la metamorfosis de Mizu, la mujer-hombre-demonio. Un episodio caracterizado por la belleza femenina innata de este personaje y por la apropiación que hace de la dureza masculina de esos tiempos, acepta al demonio de los ojos azules como su verdadera identidad y se relaciona con otros a partir del asesinato.
Asesinar es el lenguaje de Mizu, los cadáveres que deja tras de sí son su marca, su desconexión con el mundo que la rodea. Solo quiere acabar con la vida de esos cuatro hombres que acabaron con la suya. Y no importa cuántas veces lo apuñalen, siempre se levanta. Cuando desenfunda su espada abre una puerta al infierno, una parca silenciosa se apodera de su cuerpo y rebana a quien quiera arrebatarle su vendetta.
Blue Eyes Samurai ya tiene confirmada una segunda temporada y calculo que serán unas cuatro. Bastante entendible considerando cómo termina esta primera entrega que irremediablemente hace uso de narrativa coral y apuesta en su recta final por un enfoque hacia la política y la conspiración: el “necesito que esta serie resulte algo parecido a Juego de Tronos y así poder seguir haciendo temporadas”. Aunque, ¡sorpresa!: esto no me molestó en absoluto, lo sentí como una especie de gancho final que vaticina el cambio de estilo argumental que tendrá la segunda temporada. (Por: Mario César Fiallo Díaz)