El fin de semana del 9 y 10 de diciembre asistimos al estreno, en el Teatro Sauto, de Campanas del alba, por la Compañía Nova Danza, liderada por Kenia Carrazana.
Estamos ante un espectáculo que se diferencia mucho del primero que vi hace unos años. Aquel, más apegado a las metáforas; este, a la “ilusión” en la historia, la atmósfera y los conflictos que propone, y por ello a la catarsis que produce en muchos de los espectadores.
Reflexiono sobre dos premisas fundamentales: la madurez de la Compañía en todos los sentidos, en los que sus bailarines han crecido profesionalmente y en edad física. Esa evolución temporal y de procesos artísticos muestra el nacimiento de una poética que se relaciona con otros espectáculos de la agrupación, que confirma indagaciones artísticas y dignifica escénicamente, porque estamos ante un colectivo que convierte lo flamenco en diálogo creativo con otras experiencias culturales.
Por otra parte, en un mundo predominantemente femenino, como el que presenta Campanas del alba, y a la vez gitano, con sus simbolismos y códigos, en que el negro, para la muerte, el luto extenso y profundo de esa cultura, nos lleva al viaje hacia el Lorca, de mujeres solas, donde galopa un jinete y su caballo, con su sensualidad y despertar de pasiones, y también conduce a interrogantes estéticas y antropológicas, en que la fuerza dramática de la vida, la muerte y la pasión nos propician un mundo trágico, singular y poderoso, que vemos en escena. Recuerda, por signo y simbiosis estética, a Los gitanos también van al cielo, filme de 1976 de Emil Loteanu; a Bodas de Sangre, con sus lavanderas; a La Casa de Bernarda Alba y su mundo cerrado, sutil, y su Pepe Romano galopando en la espesura de la noche.
Destacó el trabajo coreográfico, en que el tejido dramatúrgico nos lleva a un clímax, donde el repicar de campanas, tacones y la sangre elevan la historia a la génesis y el furor de todas las tragedias; hermoso el diseño y realización de vestuario, fuego, luz, dolor, furia, envidia, venganza, creado por la propia Kenia Carrazana y Gladys Guerra; y la interpretación de las bailarinas de manera individual, y en las escenas colectivas, incluidas las niñas que juegan su rol, con énfasis en las protagonistas, y el contrapunto dramático del bailarín Rey Lucio Drake, que impone fuerza y lirismo simbólico a su personaje de carga referencial.
Kenia Carrazana aporta su experiencia y fuerza dramática en la madre, además de ser conexión espiritual y pedagógica, transmite las dudas, el amor, el dolor. La selección de Nataly Huerta en el personaje de Carmen, le insufla al espectáculo la energía de sus conflictos, en lo corporal, gestual y en la interpretación, y dimensiona con su caracterización a la trama espectacular.
Asimismo, resaltan por su trabajo danzario y la interpretación de sus roles: Nayelis Montes de Oca, Melissa Fournerie, Arletis Melis, Natsumi Ballester, Rosali Hernández, Katerin Medina. Delicado, adecuado a la atmósfera, a la teatralidad del universo gitano: el trabajo de Víctor Pérez Travieso.
Campanas del alba marca un valioso giro en la trayectoria de la agrupación.
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