Emilia Teurbe Tolón: de la realidad a la escena

Emilia Teurbe Tolón, Bordadora de la Bandera ha hecho su tránsito al universo de la ficción en Emilia habla con los que no la escuchan.

Una figura histórica poco divulgada e incluso controversial, la de la matancera Emilia Teurbe Tolón, Bordadora de la Bandera Cubana, ha hecho su tránsito al universo de la ficción en el texto Emilia habla con los que no la escuchan, del dramaturgo Ulises Rodríguez Febles.

Nacida en 1828 en la Calle del Medio, “la entusiasta y hermosa filibustera”, como la llamó Cirilo Villaverde, se vinculó desde muy joven al movimiento anexionista, junto a su esposo, el poeta Miguel Teurbe Tolón, y fue la primera fémina en sufrir destierro. La singularidad de su vida ofrecía material de sobra para convertirla en personaje y Rodríguez Febles reconoce que el estímulo definitivo se lo dio el documental Emilia, historia de una cubanoamericana, información que luego complementó con la biografía de Clara Emma Chávez.

“Las mujeres en la historia casi siempre quedan relegadas al olvido, a veces pasamos por su casa natal y vemos la bandera puesta y la tarja, pero nadie repara en ella —expresa el dramaturgo—. Con este monólogo intenté, a partir de los argumentos reales, indagar en su personalidad, cómo le hablaría a los cubanos de hoy, qué significa la bandera como símbolo de la nación y su identidad.

“El proyecto se inició en 2022, por el 120 aniversario de su muerte, del que pocos se acordaron. Queríamos que participaran varias actrices desde los lugares en los que ella había vivido: Matanzas, Camagüey, España y Estados Unidos. Se sumaron Miriam Muñoz, Nora Elena Rodríguez, Elbita Torres, Mariela Bejarano e Yvonne López Arenal para un homenaje virtual, donde cada una de ellas hizo un fragmento”.

A partir de esta propuesta, dos agrupaciones, Teatro Icarón y Vital Teatro, decidieron incorporarla a sus respectivos repertorios, aprovechando las libertades creativas con que Ulises entrega su pieza dramática, “para que puedan dinamizar, violentar o soñar sus puestas en escena”.

Desde la perspectiva de la compañía habanera, pasó a llamarse Santa Emilia de los destierros. Su director, Alejandro Palomino, argumentó que el cambio se basa en las exigencias del espectáculo, adaptado a los presupuestos estéticos y conceptuales del unipersonal que asume Nora Elena Rodríguez.

“Sin la bandera no tendríamos construido completamente nuestro concepto de patria, de la cubanidad que nos une —asegura el artista—. Aquí hablamos sobre la posibilidad de tener, como país, una polémica profunda, dura y necesaria para asimilar nuestras diferencias a favor de un desarrollo del pensamiento.

En la opinión de Palomino, desde su estreno el pasado 8 de septiembre, la obra ha ido evolucionando hacia una zona mucho más comprometida, casi confesional. “La actriz, por momentos, hace suyo ese discurso, pero ¿quién de nosotros no es Emilia? Todos nos identificamos con esa manera de sentir, de expresarnos. También incluye espacios de su vida privada, de su religiosidad. Desde el punto de vista interpretativo tiene un riesgo tremendo”.

Muchos personajes ha encarnado Nora Elena Rodríguez en sus 30 años de carrera, pero supo que deseaba este desde el instante en que conoció su existencia. “Emilia me sedujo como la cubana rebelde, contestataria, que no se deja pisotear, porque también me siento así. Dediqué este trabajo a todas las mujeres que han atravesado esa realidad, porque la historia es cíclica y lo que pasó el siglo pasado puede darse otra vez en el presente.

“Cada presentación se torna distinta. Lo que sucede en escena responde a la confrontación con el público que llena la sala. Además, todos los días uno no tiene la misma intensidad o emociones, y eso se nota”.

Sobre los retos de representar a una persona real afirmó que, aunque existen ciertas libertades, “no puedes mentir ni emocional ni orgánicamente, ni decir nada que ella no habría dicho. El nexo entre las dos es la Patria”.

Para una intérprete consagrada como Miriam Muñoz, líder de Teatro Icarón, descubrir el texto sobre la Bordadora de la Bandera representó la materialización de sus propios deseos.

“Viví mucho tiempo al lado de la que fue su casa, en la Calle del Medio, y siempre que salía pensaba en ella. Cuando Ulises me invitó a leer un fragmento creí que ese sueño de tantos años se convertía en realidad.

“¿Qué me llevó a hacer esta obra? La vida de una matancera valiente, muy machacada y humillada. He sufrido también el maltrato, sobreviví al Quinquenio Gris, por dos años estuve trabajando en una fábrica de fósforos, sin recibir nunca una explicación o una disculpa. Ese fue mi destierro, cuando te sacan de tu teatro te están echando de tu patria”.

Esa misma emotividad se advierte en la música creada por la pianista María de los Ángeles Horta para la puesta en escena yumurina. “Me encontraba pasando una circunstancia difícil, el fallecimiento de mi hermana, separaciones dentro de la familia; y los problemas acentúan la sensibilidad del artista. Al leer la historia de esta mujer que tiene que abandonar su patria, amándola, me conmoví mucho e inmediatamente me senté en el piano y fluyó el tema principal, que habla de ella en su soledad, su dolor, toda esa introspección.

“Ya había tenido esta experiencia con otros grupos de La Habana, pero me enriqueció mucho, como músico y como persona, trabajar con esa inmensidad de actriz que es Miriam Muñoz. Ella se volvió una inspiración constante”.

Aunque en un inicio pensó darle una sonoridad más acorde al siglo XIX, al estilo de compositores de la talla de Ignacio Cervantes o Manuel Saumell, la fuerza de la trama la convenció de que su propuesta no podía ser un acompañamiento tibio.

“Para la melodía que describe el momento en que las autoridades registran su casa, en ese arrebato de su intimidad, utilicé trompetas, trombones, instrumentos de viento-madera, percusión, porque resulta muy intenso. El final, cuando Emilia está pariendo la bandera, es una recreación del himno acompañada por un latido. No lo interpreto en el sentido de la muerte sino como el nacimiento de la cubanía”.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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