Frente a un micrófono

Nunca es fácil estar frente a un micrófono. Da igual si es en una tribuna, delante de un pueblo, o si lo haces desde un estudio de radio donde la hermeticidad te hace sentir isla, aunque a través del cristal ciertas señas te devuelvan a la realidad de que no estás solo. 

Del reto de las cámaras, qué decir, porque tienen el poder de impresionar, aunque hay quienes ya poseen sus mañas y trucos para sentirse frente a ellas como si estuvieran en casa. 

Pero aun cuando pasen los años y la rutina te envuelva, cuando las presentaciones de los espacios las recites como poemas de esos que en primaria te tocaba decir en público, en aquellos matutinos de viernes que llegaron a gustarte (eran tus cinco minutos de fama); sabes que el don de la palabra anda aparejado a una responsabilidad de la que no se puede desligar. 

Porque no se trata solo del micrófono, sino de transmitir la información precisa, de tranquilizar aún en situaciones complejas, de ser entretenimiento, puente para la cultura y el conocimiento, y compañía ante la soledad. De dejar de ser el frío personaje que se cuela en casa de alguien sin pedir permiso porque simplemente se prende el radio o el televisor.

Una avezada locutora villaclareña me dijo una vez que el día en que dejara de sentir el “sustico”  antes de iniciar cada programa radial, entonces no los haría más: significaba que habría dejado de importarle su profesión y sus oyentes, esos con quienes el diálogo casi siempre logra salirse de libretos y volverse intimista. 

Hay herramientas que se adquieren con el tiempo y el estudio, y talentos con los que se nace, o no. Voces inolvidables, que no necesitan de rostros para eternizarse en la memoria de muchos. Simpatías y destrezas que van más allá de las aulas.

Para unos, el camino puede ser más fácil, mientras que para otros se labra a golpe de superación: mejorar las eses aspiradas, las erres atropelladas, las muecas delante de cámara, los nervios que paralizan, la fluidez en el lenguaje, la naturalidad… 

El reto viaja en cada entrega y el secreto está en perseverar, escuchar consejos y nunca dejar de superarse.

Estar frente al micrófono tiene disímiles retos, pero todo lo compensa saber que, a través del canal que sea, mediante ondas sonoras o con auxilio de imágenes, hay un receptor al que tu mensaje puede cambiarle el día. 

Para todos: para los que peinan canas en el oficio, para los que se han vuelto maestros de generaciones, para los que inician el camino y apenas dan sus primeros pasos, para los que se aventuran sin títulos, para los de mi terruño y todos los de esta Isla, para los que están dispersos por el mundo, para los locutores… ¡gracias por atreverse, gracias por existir!

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