Serie anime Pluto.
¿Qué nos ocurre a los seres humanos que con significativo avance electrónico nos volvemos unos paranoicos cuando se analiza la zona de la robótica? La existencia de un ser hecho a semejanza nuestra nos hace sentir como dioses y, como conocedores extremos de la historia bíblica, tememos su rebelión, que coman de la manzana de la libertad.
El ascenso de las máquinas que predijo Cameron en Terminator o las historias de Isaac Asimov son un reflejo del amor por las distopías que siente el ser humano. Sinceramente, considero que la Blade Runner 2049 de Denis Villenueve significó una vuelta de tuerca a cómo se trataba el tema del autómata ¿libre? que ya necesitaba una revisión.
Y justo eso es Pluto, una revisión a la ficción relacionada con la robótica y la inteligencia artificial; visto desde el país nipón y por un experto del seinen: Naoki Urasawa, quien también escribió los míticos mangas Monster o 20th Century Boys, entre otros.
Pluto tiene una estructura narrativa que puede recordarnos incluso al cuerpo de un robot: cada parte es diferenciable pero necesaria para un bien mayor. La combinación del suspense con el terror (por momentos el terror cósmico de Lovecraft) hace que sea imposible no meterse de lleno en la historia de esta serie, y que, como todo buen policiaco, nos obligue a reunir pistas durante todo el metraje para que seamos nosotros, además, quienes resolvamos las interrogantes de quién está matando y por qué.
Resultan obvios los elementos que toma de otros programas televisivos como True Detective: aquí encontramos al detective que huye de su pasado, pero esta vez nuestro cibernético Sherlock Holmes pertenece a una institución que ha borrado sus recuerdos. Su nombre es Gesicht y con él se introduce el thriller a la ecuación. Es inusual, divertido y refrescante el homenaje que se le hace a El silencio de los corderos cuando dicho personaje establece una relación tipo Clarice/Hannibal Lecter con el único robot que en esta ficción ha sido capaz de romper la regla de no dañar a un ser humano, Brau1589.
El código robótico impide que un autómata mate a una persona, pero, ¿qué ocurre cuando un robot es utilizado como una máquina de guerra cuyo fin es aniquilar a miles de su propia especie?
Urasawa utiliza una guerra como punto de partida y motivo por el cual un asesino en serie matará a los siete robots más fuertes del planeta y a los humanos que los crearon. Después del conflicto, estos robots tratarán de vivir en paz: uno de ellos se dedicará a la agricultura, uno aprenderá a tocar el piano, algunos adoptarán niños, uno irá a la escuela, uno tratará de vivir en paz y uno será detective.
La filosofía existencialista se cuela casi imperceptiblemente en cada uno de los diálogos y hace que el espectador se pregunte a sí mismo qué significa ser un humano. También hay espacio para reflexionar sobre el odio más radical y los grupos secretos que se forman para exterminar cierta especie. Nos convierte en el centro de conflictos bélicos que se preparan clandestinamente en salas oscuras, nos convierte en testigos de las consecuencias de las guerras, nos obliga a analizar el odio, preguntarnos de dónde viene y qué produce.
“Los robots deben aprender a copiarnos a nosotros (los humanos), para que puedan alcanzar un estado con el que actúen con verdadero humanismo”. Así decía uno de los doctores que hace nacer varias inteligencias artificiales en Pluto. Le decía a un robot que debía llorar porque eso es lo que hacen los seres humanos cuando se sienten tristes. Los humanos vamos a la guerra, así que los robots también; los humanos sentimos miedo, así que los robots también; los humanos matamos, los robots también; los humanos amamos, los robots también… Y los humanos odiamos, ¿los robots también? (Por Mario César Fiallo Díaz)