Panamericanos más allá de las medallas

El medallero de Santiago de Chile no invita al regodeo. La realidad es otra y urgen soluciones definitivas.

Un quinto lugar en el medallero de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, aderezado con una que otra sorpresa, dejó satisfacciones en más de uno, pues se superaron pronósticos precompetencia en algunas disiciplinas.

Este quinto escaño supera el sexto lugar alcanzado en la más reciente cita de este tipo efectuada en Lima, en el año 2019, antes de la pandemia que paralizó al mundo dejando sus ecos en todos los ámbitos de la vida dentro y fuera de Cuba.

No obstante, las 69 preseas se quedan muy por debajo de lo que se ha hecho en años recientes. Para que se tenga una idea, en Lima se alcanzaron un total de 100 medallas y solo las de oro superaron en tres al total de las que se presume en Santiago de Chile.

Ahora bien, cabría preguntarse si los planes de las direcciones en los diferentes deportes estaban acordes con las posibilidades reales, en cuanto a la calidad de los eventos y rivales que asistieron.

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Recordemos que este certamen se realizó fuera de temporada, a solo unos meses de los Centroamericanos y coincidiendo con otras competiciones ya sea a nivel de clubes o de otra índole, de modo que muchos atletas no pudieron asistir o quisieron evadirlo.

Por esta razón no estaban todos los que pudieron elevar el nivel de las disputas por el podio y de esta forma se hacían mayores las oportunidades de los atletas cubanos, que con numerosas dificultades hicieron lo mejor que pudieron.

Carencias, abandono de figuras relevantes, posibilidades casi nulas de asistir a topes y bases de entrenamiento, entre otras causas, han afectado al deporte nacional, una esfera en la cual se debe invertir cuantiosos recursos y aprovechar mejor al personal comprometido para resolver los problemas materiales.

Una Eide trabajando actualmente al 50 por ciento no es el camino para volver a planos estelares, justificar años de espera por una academia de béisbol con falta de recursos mientras se invierte en la enésima remodelación de una cafetería, es cuando menos penoso.

Pero volvamos a Chile. Los deportes colectivos quedaron debiendo, excepto el voleibol masculino, que llegó a discutir el bronce sin sus principales figuras y con numerosas trabas en la conformación del plantel, pues jugadores decisivos se incorporaron a última hora sin tiempo de adaptación.

Esto sin lugar a dudas pasa factura y se vio la inestabilidad en el rendimiento; ya en los últimos partidos el cansancio se hacía evidente, dejando que los errores aumentaran, así como las imprecisiones en el pase y los numerosos fallos en el K1.

La pelota fue la gran decepción, algo que lastimosamente se hace costumbre en cualquier competencia internacional; para los optimistas y soñadores, la primera victoria les devolvía las esperanzas, pero fue en vano: la actuación del equipo Cuba fue vergonzosa.

Derrotas que no por constantes dejan de lacerar aquello que más nos duele, el orgullo nacional, pues aún con rivales sin tradición y con equipos accesibles se continúa repitiendo el patrón de poca producción de carreras y errores infantiles.

El boxeo fue otra de las disciplinas que no llegaron a satisfacer: nuestro buque insignia ha pasado de la certeza a la duda casi sin que nos diésemos cuenta, y agregó un insoportable sabor amargo en la recién concluida cita multideportiva.

¿Que todo fue penas? Por supuesto que no. Hubo glorias, sí, como el tenis de mesa, el judo, la lucha, Leuris Pupo, la pista en el atletismo, el salto con pértiga femenino, Luis Gustavo Cañabate, Idalis Ortiz… Nos hicieron vibrar de felicidad y orgullo.

Para todos los atletas y entrenadores cubanos las medallas valen el doble, pues compiten contra los adversarios en el terreno, colchón, pista, tabloncillo, y contra las adversidades que por muchos años han perjudicado el desarrollo pleno de nuestro deporte.

Aun así, el medallero de Santiago de Chile no invita al regodeo. La realidad es otra y urgen soluciones definitivas, volcadas a la sustitución o búsqueda de personal más capaz, incluyendo glorias deportivas que permanecen subutilizadas; de métodos de financiamiento; de integración con quienes pueden y estoy segura que desean colaborar económicamente.

Y no, no hablo de privatizar el sector, me refiero a cooperar, colaborar, inyectar capital, atender mejor a los atletas, cumplir con el desarrollo en la base, invertir mejor el presupuesto. Son solo ideas a priori para no dejar morir el deporte cubano.

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Sobre el autor: Norys Castañeda Valera

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