Octubre parece ir a toda máquina, y las brujas preparan sus escobas. Bueno, no sé si las escobas, pero los disfraces y maquillajes de Halloween ya son noticia en las redes sociales.
Las celebraciones del Día de Brujas, que se remontan a Samhaim, el antiguo festival pagano celta de Irlanda, se colaron en la cultura cubana como por “acto de magia”, tomando mayor o menor intensidad en dependencia de la zona geográfica.
En los últimos años, se ha vuelto común escuchar de fiestas de disfraces organizadas entre amigos, o bares con una noche temática en saludo a la fecha, que se perfeccionan en cada edición.
Apenas el mes pasa la mitad, y ya algunos salones de belleza de la Atenas de Cuba promocionan sus maquillajes, con fotos hiperrealistas en las que se observan simulaciones de pieles descuartizadas, rostros cadavéricos o disímiles versiones de la famosa Catrina (uno de los íconos más representativos de la cultura mexicana, también insertado en la nuestra).
Aunque algunos no se reponen del asombro, sobre todo los que peinan canas, porque “en su tiempo” eso no se veía, las celebraciones de Halloween en nuestra Isla son solamente una evidencia más de la transculturación, ese fenómeno descrito por el catedrático Fernando Ortiz que evoca la mezcla de culturas en el origen de la nacionalidad.
Si en tiempos de conquista y colonización tomamos costumbres de europeos y africanos, y posteriormente de árabes y asiáticos, hoy nuestro ajiaco contiene “viandas” de todo el orbe, evidentes en peinados, vestuarios, actuares y hasta en el propio vocabulario. De ahí que ya casi todos sepan qué es hacerse un selfie, muchos quieran tener un cuerpo fitness y no duden en responder por vestuarios cuando se pregunte por el outfit de la salida nocturna.
A propósito de estas terminologías, como parte de la cultura, el lenguaje también es cambiante y dialéctico. Además, es válido aclarar que la inserción de vocablos extranjeros en el idioma español no es un fénomeno exclusivo de esta tierra; de ahí que la Real Academia de la Lengua Española cada año sume o modifique nuevas palabras.
Como decía hace unos días un colega, las telenovelas y otros materiales audiovisuales presentes en las pantallas, grandes y chicas, han marcado actuares, mientras que la emigración tan presente en los últimos años ha hecho más diverso y notable el añadido de otras culturas en la nuestra.
Y no es que esté mal volverse brujos en octubre o usar gorritos rojos con pompones en diciembre. Solo que tenemos riquísimas tradiciones por ahí, guardadas en baúles, casi en el olvido, que pueden ser tan divertidas como las celebraciones extranjeras.
Matanzas, como el resto de la Isla, también tiene sus leyendas urbanas de perros invisibles, fantasmas y castillos embrujados, además de sus bailes, su folclor y su rumba, que esperan por ser contados, bailados, revividos y disfrutados.
Cada lugar defiende su identidad y sus raíces, y creo totalmente justo y necesario que a nuestro ajiaco, entre tantas viandas, no le falten las autóctonas.
Pero mientras no toque hacer fuego en el San Juan, realizar la Fiesta de la Colla o rumbear en el Callejón de las Tradiciones, no está de más ampliar la percepción que comparten aquellos abocados desde ya a revisar catálogos de maquillajes asombrosos y seleccionar el outfit a la par que octubre avanza y Halloween se acerca.