El 23 de octubre le nació una sala de teatro a Unión de Reyes, que hace años se estaba engendrando, con el nombre de Pedro Vera González Quevedo, y se bautiza el día en que ese gran artista cumpliría 71 años.
Hermoso homenaje, al hombre que de alguna manera le seguirá faltando a Unión de Reyes, a quien sembró el teatro en sus instituciones y de las calles hizo brotar actores de diferentes generaciones, así como obras del repertorio cubano y universal.
El hombre que, como el bibliotecario de Alejandría, levantó anaqueles de sabiduría no solo teatral, sino para dialogar con todas las artes, y fue un poco sus personajes, y también un patriarca del teatro, con su cuerpo inmenso, y su voz potente.
Esta sala nos recordará que el teatro debe seguir vivo para continuar una tradición del siglo XIX, y también que Pedro fue tanto un soñador como alguien que concretó cosas: un grupo, espacios, eventos; contribuyó a que Abelardo Estorino estuviera vivo en su pueblo natal, e incluso que cuando faltase siguiera vigente como un poema que se debe seguir escuchando, de luz y sensibilidad, de belleza e inteligencia, entre los vericuetos de la calle, más allá de los portales y las ventanas.
Lea también: Pedro Vera: fe en el teatro
Por Pedro, la gente venía a ver este pueblo de provincias, como lo definió en sus textos Estorino, y también propició que a veces Unión fuera más importante que Matanzas; por Pedro, Unión se unió a las raíces de Latinoamérica y a la vieja Europa; y Barba, Brecht y Grotoski llegaron a estar espiritualmente en su escena y asimismo fueron maestros que nos acompañaron con sus enseñanzas, en libros, videos o en la reinvención de Pedro.
Fue maestro y amigo de muchos, modeló la vida y la creación de muchos, y sin dudas Unión será otro sin él.
Tuvo la calma cristiana y la turbulencia socialista, la luz en los ojos, el amor en el corazón.
Pedro se trata de un símbolo de Unión, que se conecta con Cuba y el mundo, y que esta sala propiciará como el árbol que da sombra o como la memoria, que alimenta, si se ejercita, con un escenario vivo.
La sala Pedro Vera debe ser una semilla. Las semillas, cuando se cuidan, prosperan. Las semillas hacen que prospere la vida, que sirva a otros, que alimente, que proteja, que fortalezca el espíritu y la razón, los músculos del alma y el cerebro, la identidad de la nación, reunida en la patria que conforma el pueblo.
Aquí estás, Pedro, en esta sala, en este pueblo, en esta nación, para continuar construyendo el teatro.