Paseo de esculturas: el arte en busca de la gente

Recientemente el malecón yumurino ha experimentado algunos cambios como parte de un proyecto, aún inconcluso, que pretende embellecer la silueta de ese paseo marítimo. Las esculturas de Osmany Betancourt Falcón y Osmany Betancourt Caballero (padre e hijo) se han mudado de sitio, en parte para devolver su espacio a Piet Hein, y se les han sumado las de Ictiandro Rodríguez y Manuel Hernández.

Si usted es de los que transita a diario por allí o le gusta sentarse en el muro a disfrutar de la brisa marina y el hermoso espectáculo de la bahía, podrá llevar a cabo un estudio sociológico totalmente empírico, “sin oficio ni beneficio”, pero la mar de divertido. Se trata de permanecer en silencio y aguzar el oído para captar los comentarios que van haciendo los transeúntes al pasar.  

Las expresiones más comunes: “¡Qué bonita!” o “¿Qué quiere decir eso?”, se entrelazan con algunas verdaderamente singulares. Ante la Mujer con sombrero escuché a alguien declarar: “Eso significa que las mujeres tienen la cabeza llena de basura”. Otro, muy jocoso, se preguntaba qué haría tanto personal bajo la falda de La botellera y más de uno ha argumentado que la propela anclada en el pecho de Melancolía habla sobre deseos de emigrar. 

Cualquiera con ínfulas de “culto” o de “especialista” podría esbozar una mueca de horror ante las “interpretaciones vernáculas” de este conjunto de obras cuyo valor artístico resulta innegable. Pero no, en el arte no existen significados erróneos, todo lo contrario: una escultura ambiental alcanza su justa valía cuando los ciudadanos la hacen suya y la incorporan al imaginario colectivo.  

Muchos matanceros reconocemos a una de las piezas enclavadas en la calzada General Betancourt por el sobrenombre de “Monumento al Chícharo”. Más allá de la intención plástica de su autor, Emilio Mora, que colocó un orbe entre dos bloques de piedra jaimanita ligeramente inclinados, la memoria popular la consagró como un homenaje a esa leguminosa salvadora, lo cual también la ha preservado de la indiferencia o el olvido. 

Este arte visual es una expresión artística que combina la creatividad con el entorno natural o construido y se encuentra profundamente ligado a la memoria emocional de la gente común. Quizá solo la arquitectura pueda equiparársele en cuanto a la formación de imágenes mentales que contienen las líneas y los volúmenes más identificativos de la patria chica. 

Transforma no solo el paisaje, sino también la monotonía de un recorrido diario y hasta la denominación de determinados sitios de la ciudad. Aquellos que hacen deporte a lo largo del Viaducto matancero muchas veces toman como meta “el pirata”; la estatua del corsario holandés ha dado nombre propio a ese punto concreto en curva de la bahía. 

En los niños, muchas veces así se despierta la curiosidad por el arte y por la exploración de las formas tridimensionales. Recuerdo la profunda impresión que causaron en mi hijo aún pequeño las obras de Narváez, cómo le gustaba pasar bajo ellas, inventarse historias o descubrirles posibles ángulos de observación.

En suma, la escultura ambiental es la plástica que sale en busca de la gente, echa a andar los resortes del gusto estético, de la construcción de sentido, reta a la inteligencia y convierte a cualquier viandante en un crítico suspicaz. 

Se agradece que esta suerte de galería al aire libre, regalo para la ciudad en su 330 cumpleaños, nos ponga a pensar en medio de las urgencias y el caos cotidiano. 

Lea también: Piet Hein, el vigía “perdido” de la bahía matancera 

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

2 Comments

  1. Recién vi La Botellera, y comentaba ante la maestría del autor, quizás la imaginación se desborde ante la posibilidad de que una dulcinea pidiendo botella oculte a sus deudos bajo la falda, pero, aseguro, hay muchas que piden botella con convoy, es decir, les piden a sus amigos que se oculten, y ella, con una figura agraciada, vestidad para la ocasión y gestos que van desde suplicantes a seductores, logra la detención del auto salvador, y, de la nada, aparecen sus compinches, para incluir su compañia en la gestión, ante la mirada soprendida y atónita del chófer.

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