El diálogo con la emigración de 1978: El inicio de un proceso de acercamiento continuo e irreversible

Cuando este 18 y 19 de noviembre se celebre en La Habana la IV Conferencia La Nación y la Emigración, estaremos recordando aquel primer diálogo en 1978 impulsado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, que representó el inicio de un proceso continuo e irreversible de acercamiento entre Cuba y la comunidad cubana en el exterior.

Ese acercamiento se ha visto fortalecido con el paso del tiempo, con la celebración de tres conferencias La Nación y la Emigración (1994, 1995 y 2004) posteriores a ese primer diálogo, y la implementación de múltiples medidas migratorias que favorecen los vínculos entre Cuba y sus nacionales en el extranjero.

Las políticas nacionales vigentes hoy también estimulan una mayor participación de los cubanos que viven fuera de Cuba en los procesos de desarrollo cultural y socioeconómico que tienen lugar en el país.

Como dijera Fidel décadas atrás: “(…) a la Comunidad hay que respetarla. La Comunidad existe. La Comunidad es una fuerza y a la Comunidad se le toma en cuenta”.

La Cancillería cubana refiere en su nota de convocatoria que esta IV edición de las conferencias La Nación y la Emigración tiene lugar luego haberse controlado en Cuba la situación epidemiológica provocada por la pandemia de covid-19.

Un logro obtenido, dice la Cancillería, gracias al talento y al esfuerzo titánico de nuestros científicos, personal de la salud y nuestro pueblo, a lo cual también se sumó el apoyo desinteresado y permanente de los cubanos residentes en el exterior, quienes en los momentos más críticos enviaron a su Patria insumos médicos, sorteando los innumerables obstáculos que representa la política estadounidense de bloqueo.

En una entrevista con Cubadebate, el director general de Asuntos Consulares y Atención a los Cubanos Residentes en el Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, Ernesto Soberón Guzmán, agradeció las donaciones realizadas por grupos de cubanos y amigos de la solidaridad desde 40 países de todos los continentes durante la etapa de la pandemia, y afirmó que la mayor parte de nuestros nacionales en el exterior favorece una relación constructiva con su país de origen y el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, al tiempo que reconoce al bloqueo estadounidense como una política fallida.

Actualmente existen más de 160 asociaciones de cubanos residentes en el exterior que apoyan a Cuba en sus principales reclamos internacionales. En los últimos años, han restablecido su residencia en el territorio nacional decenas de miles de ciudadanos cubanos, otra muestra de los lazos existentes.

Además, dijo Soberón, existe voluntad del Estado cubano de fortalecer la relación entre Cuba y sus nacionales en el exterior, diversificando los vínculos y su aporte a nuestra sociedad. “Basta revisar las medidas migratorias adoptadas durante estos últimos años por nuestro Gobierno, a partir del diálogo del ‘78, para darse cuenta de que han estado dirigidas a facilitar los viajes, en un sentido u otro, y a fortalecer la comunicación acorde con las condiciones y posibilidades de cada momento”.

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Jesús Arboleya Cervera, doctor en Ciencias Históricas e investigador cubano, especialista en las relaciones Cuba-EEUU, explicó a Cubadebate que en enero de 1959 se calculaban que habían en Miami unos 100 000 cubanos. “La inmensa mayoría de esas personas regresan a Cuba en los primeros meses del triunfo y se quedaría allá una migración de unos 20 o 30 000 cubanos”.

Argumenta que entre los primeros sectores que emigraron en esa época estaban los comprometidos con la dictadura batistiana, la burguesía que tenía negocios o habían estudiado y vivido en Estados Unidos.

No obstante, EE.UU. siempre fue el destino natural de los migrantes cubanos, asegura. “La afluencia de cubanos a los EE.UU. se remonta al siglo XIX y, de hecho, tiene un peso considerable en la migración latina hacia ese país, por ejemplo en Nueva York. En realidad todo el siglo XIX y hasta los años 80 del siglo XX, después del mexicano, el componente migratorio más importante en EE.UU. era el cubano”.

El experto considera que “también hay un componente político en la migración cubana antes del triunfo de la Revolución, que fueron los llamados exiliados, revolucionarios que huían o políticos que caían en desgracia con el régimen y debían refugiarse en EE.UU.

“Es decir, la migración cubana hacia EE.UU. no comenzó con el triunfo de la Revolución en 1959, sino que ya estaba, y tiene la misma composición que va a tener después, desde el punto de vista social. Los primeros que emigran son los sectores más privilegiados de la sociedad neocolonial cubana pre-revolucionaria, una gran parte de la clase media, etc.”.

Según Arboleya, “lo que sí cambia es el volúmen, que aumenta considerablemente, y la connotación política del acto de emigrar”.

Además, “EE.UU. puso una gran cantidad de dinero en función de esa emigración, porque esa emigración va a cumplir tres objetivos básicos: drenar al país del capital que le hacía falta para el desarrollo, una medida esencialmente económica; utilizar a la migración como base social operativa de la contrarrevolución, y desprestigiar al sistema político cubano afirmando que de ‘Cuba la gente huye, escapa’.

“Esta idea va a estar presente a todo lo largo del fenómeno migratorio cubano desde 1959 hasta nuestros días. Es lo que explica los extraordinarios beneficios que han recibido esos migrantes en comparación con cualquier otro grupo de migrantes en cualquier momento de la historia de los EE.UU.”, opinó Arboleya.

Sobre cómo evoluciona el fenómeno de la migración en el proceso revolucionario, el investigador explicó que la primera migración tenía un contenido clasista muy fuerte. “Eran personas que provenían de los sectores más privilegiados del país, la burguesía nacional y la clase media alta, y profesionales. Su posición respecto a la Revolución era muy clara, y para muchos eran considerados enemigos”.

Arboleya cuenta que fueron años duros porque el conflicto entre emigrados y la sociedad revolucionaria se daba incluso a nivel familiar. “Esa política era durísima. En realidad a esos emigrados se les llevaban muy recio, perdían el trabajo, las propiedades, pero la mayor parte de la sociedad cubana apoyó esa medida, porque se identificaba al emigrante con el enemigo y no se podía tener otro tipo de actitud. Mi generación lo aceptó, lo veíamos así”.

No obstante, dijo, “esa política empieza a cambiar en 1978, cuando Fidel convoca al diálogo con figuras representativas de la sociedad cubana emigrante y empieza una política de aceptación y diálogo”.

Por su parte, José Ramón Cabañas Rodríguez, director del Centro de Investigaciones de la Política Internacional (CIPI) y embajador de Cuba en Washington en 2014-2020, aseguró a Cubadebate que en un periodo u otro la política de EE.UU. hacia Cuba en el tema migratorio ha sido errática, intencionada, y ha sido utilizada como un instrumento de presión contra la isla. “El tema migratorio, en general, ha tenido que ver con las tensiones de la relación bilateral”.

Recordó que los primeros grupos migratorios en la década del ‘60 eran personas que tenían una relación directa muy leve con el estado de cosas en Cuba antes del triunfo de la Revolución.

“Eran ellos miembros de la clase dominante, o tenían algún vínculo ideológico con el régimen de la tiranía de Batista o el régimen de cosas anteriores. Eso al cabo del tiempo cambió, hoy tenemos una discusión y son válidos todos los puntos de vistas del que emigró de Cuba; algunos dicen que lo hacen por razones económicas, por razones políticas, incluso aquellos que hoy consideran a la hora de partir que su principal razón de abandonar el país es porque no comparten el modelo político cubano.

“Lo cierto es que cuando llegan al destino, hacen una vida de emigrante económico, no se mezclan con ningún plan de agresión a Cuba, no militan en ningún partido político, ni redactan una plataforma política para construir otro tipo de sociedad en Cuba. Se acogen a los patrones de cualquier emigrante económico. Se dedican “a luchar”, como decimos los cubanos, a buscar un salario, a tratar de instalarse y en una inmensa mayoría de casos mantienen el vínculo familiar y eventualmente regresan a Cuba aunque sea de visitas.

“Es muy difícil sostener la tesis de que algunas de estas personas viajan huyendo de un estado de cosas en Cuba, pues cuando ya tienen legalizada su estancia en el país de destino, lo primero que hacen es volver y visitar”, aseguró Cabañas.

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Asistentes al diálogo de 1978 aplauden a Fidel. Foto: LASA

Según describe el historiador Elier Ramírez Cañedo en su artículo “El primer diálogo”: “Cualquier estudio que se proponga abordar la política de los Estados Unidos hacia la Revolución Cubana, debe tomar en cuenta el papel de la comunidad cubana en los Estados Unidos, pues esta ha tenido hasta hoy niveles de influencia en la toma de decisiones de Washington con relación a Cuba”.

No obstante, agrega, “ese papel ha correspondido generalmente a la extrema derecha de esa comunidad que, al mismo tiempo, ha sido utilizada como una pieza funcional de las distintas administraciones estadounidenses en su política contra Cuba”.

Aun así, en la década de 1970 varios factores posibilitaron la realización del primer diálogo y un mayor acercamiento entre el Gobierno Revolucionario y la comunidad de cubanos en el exterior.

El historiador reseña que durante la Administración de Jimmy Carter, la extrema derecha de la comunidad no tuvo la fuerza, el nivel de organicidad, ni el respaldo del Gobierno estadounidense que llegó a tener después, en los años de Ronald Reagan en la Casa Blanca.

Además, durante el período de Carter la extrema derecha de la comunidad cubana en los Estados Unidos no sería la única con un rostro público, pues también iría ganando espacio una tendencia favorable a la normalización o a la mejoría de las relaciones con Cuba.

“Se puede decir que el período de la administración Carter no fue solo singular porque los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba lograron sentarse a la mesa a discutir los tópicos que estaban afectando las relaciones bilaterales entre ambos países, sino también porque por primera vez desde el triunfo de la Revolución Cubana se logró establecer un diálogo entre el Gobierno cubano y un grupo de representativos de esa nueva tendencia, distanciada de las posturas tradicionales adoptadas por la extrema derecha de la comunidad cubana frente a la Revolución”, afirma.

Según proyecciones del Pew Hispanic Center, la emigración procedente de Cuba en Estados Unidos ascendía en 1978 a 431 429 personas. Se incluyen aquellos cubanos que ya estaban en Estados Unidos desde antes de 1959.

En una encuesta realizada por el Miami Herald en diciembre de 1975, el 53% de los entrevistados había manifestado su rechazo al restablecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, y el 47% estaba de acuerdo con la normalización de las mismas.

Esas vertientes que comenzaron a apartarse de las tradicionales posiciones hostiles de la comunidad cubana en los Estados Unidos en relación con Cuba se hicieron visibles, fundamentalmente, entre esos jóvenes que habían salido siendo niños de la Isla y que en los Estados Unidos habían sido marcados por la oposición a la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles, a lo que se le unió el deseo de buscar sus raíces culturales y la necesidad de conocer la verdad del proceso revolucionario cubano.

Para esa época, en Cuba había culminado una etapa de institucionalización del Estado y tras casi 20 años de transformaciones de calado la Revolución era mucho más sólida que en 1959.

Había tenido lugar el I Congreso del Partido Comunista, se había aprobado la Constitución de 1976 en referéndum popular y se había establecido el Poder Popular con la formación de la Asamblea Nacional, como órgano unitario del Poder. Procesos todos que tuvieron lugar en el contexto de la estabilidad alcanzada en las relaciones económicas con el campo socialista y en especial con la URSS, a partir del ingreso al CAME.

Por tanto, era un escenario que brindaba al Gobierno Revolucionario estabilidad política y económica, en un marco de mayor seguridad internacional.

Surgieron por aquellos años en EE.UU. organizaciones como la Juventud Cubana Socialista, “que se caracterizó por ser bastante radical y se dio a conocer con la consigna ‘no todos los cubanos son gusanos’”, describe Elier Ramírez Cañedo en su texto.

También despuntó un movimiento integrado por jóvenes que llegaron a la izquierda después de haber transitado el camino de la contrarrevolución. “Se trató de un grupo políticamente más experimentado, en el cual Lourdes Casal descolló por sus dotes intelectuales”.

Estas dos vertientes fundaron en 1974 la revista Areíto, la cual “tuvo mucha repercusión en los medios intelectuales de los Estados Unidos, América Latina y Cuba, y contribuyó a delinear muy bien que la comunidad cubana en los Estados Unidos no era monolítica, así como a lograr los contactos entre el Gobierno cubano y sus emigrados”.

En igual periodo surgió la revista Joven Cuba, “cuyos editores fueron un grupo de jóvenes vinculados con el movimiento radical estadounidense y ansioso por conocer a fondo sus raíces cubanas”.

“Muchos de los vinculados a las revistas Areíto y Joven Cuba abrazaron otros proyectos, entre estos, el más fulgurante resultó ser la Brigada Antonio Maceo, a la que se integraron cientos de jóvenes”, recuerda el experto.

El primer viaje a Cuba de la Brigada Antonio Maceo, a finales de 1977, tuvo un significativo impacto político, tanto en los Estados Unidos como en la mayor de las Antillas, y abrió una nueva etapa en las relaciones entre los emigrados y la sociedad cubana, la cual los recibió con simpatías y solidaridad. La visita de los 55 jóvenes integrantes de la Brigada tuvo como colofón un encuentro con Fidel Castro.

A la par, surge otra vertiente conocida como “grupos coexistencialistas”, y el más conocido de esos grupos fue el que dirigió el reverendo Manuel Espinosa, que abogaba por la solución pacífica y negociada del problema de la reunificación familiar y los contactos con la Isla.

Esta vertiente se manifestó por una aproximación distinta en el análisis y las relaciones con la sociedad cubana. “El grupo fue heterogéneo política e ideológicamente como era de esperarse, pero se distinguió del resto por el nivel de elaboración de su discurso, el impacto de sus integrantes en la opinión pública y su influencia en la política de los Estados Unidos hacia Cuba. (…) Aunque no fue un grupo muy organizado, sus integrantes se nuclearon de cierta forma alrededor del Instituto de Estudios Cubanos, asociación creada en 1971, por iniciativa de la profesora María Cristina Herrera”.

Elier Ramírez Cañedo considera que “como derivación del acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, proceso abierto durante la Administración Carter, los sectores de la extrema derecha de la emigración se sintieron por vez primera soslayados en cierta medida del resto de la comunidad y disminuida su capacidad de acción”.

Por tales motivos, recurrieron a la más espantosa violencia y campaña propagandística para frustrar el proceso de mejoramiento de las relaciones entre ambos países y el diálogo. Organizaciones contrarrevolucionarias como Omega 7 y Alpha 66 sembraron el terror en esos años, con el objetivo de frenar cualquier manifestación en la comunidad cubana que reflejara un cambio en la manera de ver a Cuba y a su Gobierno.

Y un dato citado por el experto ilustra esta afirmación. “En los años de la Administración Carter, el 68% de las acciones desarrolladas por los grupos terroristas anticubanos ocurrió en los Estados Unidos, constituyendo según el FBI la red terrorista más peligrosa de las que actuaban en ese momento en territorio estadounidense”.

“Este sector de extrema derecha no dejó de hacer todo lo posible por torpedear cualquier posibilidad de avance de una mejor relación entre los Estados Unidos y Cuba, y en alguna medida fue un escollo más en el proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Sobre todo, cuando comenzó a establecer sus conexiones con la nueva derecha neoconservadora que con estridencia avanzaba en el Congreso, los medios académicos y en los medios de difusión masiva.

“Además, este llamado ‘exilio histórico’ de extrema derecha ejerció fuertes presiones sobre las principales figuras del ejecutivo estadounidense y sobre numerosos congresistas, manifestando su desacuerdo con la posibilidad de mejorar las relaciones con la Isla”, asegura Elier Ramírez Cañedo.

En resume, el experto considera que el reconocimiento por parte del Gobierno cubano de una tendencia dentro de la comunidad cubana en los Estados Unidos propensa al acercamiento pacífico y constructivo, así como los vínculos establecidos con elementos representativos de la misma, la consolidación de la Revolución cubana, los cambios de la política estadounidense hacia Cuba, el impacto que produjo en la Isla la visita de la Brigada Antonio Maceo, las gestiones realizadas ante el Gobierno cubano por miembros y grupos de la comunidad cubana en el exterior, fueron los elementos que, de conjunto, estimularon a que la máxima dirección revolucionaria decidiera apostar por el diálogo, en pos de solucionar problemas más acuciantes que afectaban tanto a la comunidad cubana en los Estados Unidos como a Cuba; entre ellos la liberación de los prisioneros, la reunificación familiar y las visitas en ambas direcciones.

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En ese contexto, la propuesta de la Cuba revolucionaria de conversar sobre esos temas sensibles con sus connacionales en el exterior se dio a conocer el 6 de septiembre de 1978, durante una conferencia de prensa ofrecida por Fidel a periodistas y medios vinculados con la comunidad cubana en los Estados Unidos.

La única condición que fijó Fidel para la selección de los participantes en la conferencia fue que no podían asistir “cabecillas de la contrarrevolución”.

“Cualquier otra persona representativa, independientemente de su orientación ideológica, si estaba dispuesta a trabajar con seriedad por la solución de los problemas que afectaban las relaciones entre el Gobierno cubano y la comunidad cubana en los Estados Unidos, podía participar en las conversaciones”, según Fidel.

El líder cubano enfatizó en esa conferencia de prensa en que sólo discutiría estos temas con la comunidad emigrada, porque eran asuntos que le preocupaban a ambas partes; pero que no los abordaría con el Gobierno de los Estados Unidos, al que no le incumbían. Asimismo, recalcó que la materialización del diálogo era posible sin que ello representara una concesión de principios frente al Gobierno estadounidense.

Cuba mostró de esa forma su disposición a discutir sobre tres asuntos fundamentales con la comunidad cubana en el exterior: la cuestión de los presos, la cuestión de la reunificación y la cuestión del derecho de viajar a Cuba.

“La primera reacción del Gobierno norteamericano fue una declaración pública acogiendo positivamente el diálogo, aunque cautelosa y moderada en su tono. Privadamente los funcionarios de la Administración se dedicaron a tratar de obtener información a fin de precisar los objetivos que perseguía el Gobierno cubano. El presidente Carter hizo una declaración en la que definió la actitud norteamericana de no entender Diálogo como un gesto cubano hacia los Estados Unidos y por ende expresó que no era necesario reciprocar la acción cubana. El tono de las declaraciones de Carter evidenció un frío y obligado reconocimiento”, apunta Elier Ramírez Cañedo.

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El primer diálogo se celebró finalmente en La Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978. Estuvieron presentes 75 miembros de la comunidad cubana en los Estados Unidos.

Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró un segundo momento del diálogo. En esa ocasión, la cifra de integrantes de la comunidad llegó a 140. Entre ellos había desde profesionales, religiosos y hombres de negocios, hasta algunos ex batistianos y participantes de la invasión a Cuba por Playa Girón.

Los contactos tuvieron importantes resultados. Ambas partes acordaron la liberación de 3 000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de 400 por mes. También pactaron la liberación de todas las mujeres sancionadas sin excepción.

Los representantes de la comunidad cubana en el exterior se comprometieron a realizar las gestiones necesarias con las autoridades del Gobierno de los Estados Unidos para conseguir las visas de entrada a ese país para los ex reclusos y sus familiares, así como para los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo.

Otro acuerdo rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba que Cuba autorizaría la salida permanente hacia los Estados Unidos u otras naciones por razones humanitarias justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos países.

Además, el Gobierno de Cuba señaló que, a partir del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la Isla de cubanos residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.

De acuerdo con el historiador, “los representantes de la comunidad cubana plantearon en las conversaciones cuestiones como: la creación de un Instituto del Estado Cubano para atender las cuestiones de la comunidad en el exterior, el derecho a la repatriación, la posibilidad de conceder becas de estudios a jóvenes cubanos y la posibilidad de celebrar intercambios académicos y culturales”. Estas iniciativas fueron recibidas con interés por el Gobierno cubano.

“El diálogo no solo sirvió para resolver los problemas existentes entre los cubanos de Cuba y los radicados en los Estados Unidos, o para crear conciencia del pluralismo político dentro de la comunidad, sino también porque Cuba eliminó unilateralmente, sin que fuera parte de una negociación con los Estados Unidos, la cuestión de los ‘presos políticos’. El Gobierno de Washington solo intervendría en la autorización y forma de entrada a su territorio”, plantea el historiador.

Asimismo, concluye que: “Los resultados del Diálogo situaron a la emigración cubana en el exterior, fundamentalmente en los Estados Unidos, como un factor a favor del cambio de la política de los Estados Unidos hacia Cuba y crearon un clima favorable a mejoramiento de las relaciones, que luego sería empañado por la llamada ‘crisis’ de los MIG-23”.

Este diálogo en 1978 constituyó también un punto de inflexión en la política migratoria cubana que fijó una línea de aproximación, con sus avances y retrocesos, que llega hasta nuestros días.

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Sobre el autor: Cubadebate

1 Comment

  1. La IV Conferencia más que la continuidad del proceso de acercamiento continuo e irreversible entre la nación cubana y su emigración, tendrá un gran éxito y demostrará la fortaleza de los movimientos que luchan en el exterior por la normalización de relaciones con su país de origen, en especial con su oposición radical al Bloqueo, más que fortalecer el diálogo y el vínculo, será el espacio en que la relación constructiva enfatizada en los últimos años con el apoyo desinteresado y permanente de los cubanos residentes en el exterior, materializado en donaciones e insumos médicos en la lucha contra la pandemia, se eleve a la participación en el desarrollo de la sociedad en la visión de mitigar en lo posible el impacto del Bloqueo estadounidense sobre el Pueblo cubano, a la vez que continúan su labor concientizadora en los países donde residen en pos de la eliminación total del Bloqueo, comenzando por todas las medidas coercitivas tomadas por dicho gobierno contra Cuba

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