“Máscara puesta, regulador en boca. Díganme los niveles de sus tanques”. Con la exactitud de un reloj suizo y eliminando margen de error, Judith Rodríguez Reyes vela por la seguridad de su equipo minutos antes de entrar al agua. Ellos son el Grupo Espeleológico Guamacaro, pero también sus colegas en operaciones de rescate y salvamento.
Durante varias jornadas, los integrantes de Guamacaro tuvieron a su cargo la extracción de los 12 proyectiles encontrados en la bahía matancera, como parte del proyecto de arqueología Escuadrón 41-Batería Peñas Altas: cuatro esféricos, de morteros, pertenecientes a la artillería local; y ocho ojivales, de cañones, disparados por la flota estadounidense.
Fue esta una de las tareas más arriesgadas asumidas por el grupo, surgido en 2017 e integrado al Comité Espeleológico de la provincia de Matanzas.
Un poco antes de entrar al agua, la jefa de equipo había acompañado al teniente coronel Inti García, del Órgano de Investigación Criminal del Minint, para verificar el estado de los proyectiles. “Guamacaro trabajó en las labores de excavación del proyecto de arqueología Escuadrón 41-Batería Peñas Altas desde que comenzó, y ha estado en sus tres etapas. Apoyamos tanto en las tareas en tierra como en la parte subacuática”, refiere Judith.
“Sin duda alguna la extracción de los proyectiles ha sido una experiencia increíble y muy compleja, pero extraordinaria”, confiesa la líder del grupo. En conjunto con Esteban Grau, presidente del Comité Espeleológico de Matanzas, realizamos la fotonometría y la georreferencia de los objetos en el agua”.
“La fotonometría consiste en modelar ese espacio que está allá abajo, virtual, guardando la evidencia de cada elemento, en qué lugar se encuentra y cómo está. Puede utilizarse luego en documentales y como herramienta para los historiadores, ya que pueden moverse en el modelo, como si estuvieran buceando en el lugar”, explica Grau, quien es además el vicepresidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba. “La otra importantísima labor es el uso de técnicas que se emplean para marcaje, que posiciona a través de GPS lugares subacuáticos. Estas técnicas son novedosas, se han aplicado en nuestro país a partir de los estudios de los corales, y nosotros lo aplicamos por primera vez en el ámbito arqueológico. O sea, un GPS por encima, y un buzo por debajo, con un sincronismo entre la cámara y el tablet o teléfono que esté en la superficie. Después hay un software que une la hora exacta y así puedes determinar el lugar. Resulta interesantísimo, porque vamos a tener en un plano dónde estaban las balas y los otros elementos arqueológicos que se encontraban frente a la Batería.
“Las labores en el agua fueron bien complejas, porque el proceso de extracción se hizo con todas las medidas de seguridad”, comenta Judith, mientras recuerda la complejidad del proceso. “Trabajamos en equipo, formando parejas, pues primero tuvimos que despegar los proyectiles del fondo marino. Ellos estaban cubiertos por corales y fundidos prácticamente al lecho marino. Los despegamos poco a poco, con cincel y martillo; luego los empacamos en un saco, y con una bolsa inflada procedimos a llevarlos a la grúa que montamos en tierra, con un sistema en vertical para la extracción”.
Para Luis David Castillo Corrales, uno de los buzos implicados, fue “un reto muy duro. Primero, porque todavía podía ser que estuvieran activas sus puntas y ocurrir alguna explosión durante el trabajo. Aunque la teoría dice que no. Pesaban mucho, tuve que hacer mucha fuerza para despegarlos y alzarlos hasta echarlos en las bolsas para que los subieran a la superficie. Todos ahí teníamos que trabajar como uno solo, porque todos teníamos funciones en el lugar. Algunos trabajando directo, otros velando los alrededores, porque estábamos en el mar y cualquier animal nos puede ver como presas”.
La jefa, por su parte, considera que “la parte más complicada fue el traslado, porque debíamos proteger la punta del proyectil, y funcionar como un reloj a la hora de sacar el mismo del agua”.
Guamacaro cuenta con 25 miembros; de ellos, siete buzos certificados (dos con curso de buceo en cuevas).
“Ha sido una experiencia única trabajar la arqueología subacuática. Además de una oportunidad de poder mostrar al mundo este pedacito de historia que se encontraba bajo el agua”, confiesa Rodríguez Reyes.
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El nombre Guamacaro proviene de un valle ubicado en el municipio Limonar, en el que Judith laboró antes: “Fundé el grupo en conjunto con amigos con quienes venía desde años atrás haciendo espeleología. Desde su creación hemos estado trabajando en un área cerca de Ceiba Mocha, donde descubrimos un conjunto de ruinas, algunas ya identificadas como cafetales de finales del siglo XVIII o principios del XIX. De ahí nace Kabiosile, un proyecto aún en desarrollo, que busca rescatar y proteger el patrimonio de este hermoso lugar, una parte de Matanzas olvidada en el tiempo, pues no se sabía que estaba ahí”.
“Uno siempre había escuchado hablar de las ruinas, pero nunca pensé que permanecieran ahí, vivas”, confiesa Karla Beatriz Paredes Galindo. “Mi tesis de licenciatura en Periodismo la hice sobre un periódico cumbre: La Aurora. Vi muchos testimonios sobre los famosos cafetales que tuvo Matanzas. Pero ocurrió la guerra del 68, y luego la del 95, después vino la ruina del café, la gran producción azucarera, y todas esas ruinas quedaron abandonadas. No creí poderlas ver y ser partícipe de esta experiencia. Y cuando comencé en el grupo a hacer estas expediciones, a quedarnos allí varios días y caminar, pues eso fue apasionante”.
La exploración de nuevas cavidades en el sistema Gato Jíbaro, de las terrazas marinas de la bahía de Matanzas y de las cuevas subacuáticas del gran sistema Santa Catalina, la red de cartografía del sistema cavernario Palmarito y la extracción de los proyectiles del Escuadrón 41-Batería Peñas Altas, constituyen algunos de los grandes proyectos asumidos por Guamacaro, como parte del Comité Espeleológico de Matanzas.
“Me encanta este mundo de la espeleología y me siento orgullosa de pertenecer al grupo, donde somos una familia. También mi esposo Rodney está integrado y ha tenido experiencias muy lindas”, confiesa Rosmery Pino Alpízar. “Gracias a este grupo he aprendido sobre la importancia y el cuidado del mundo subterráneo, el cual me fascina, al igual que las cuevas y su fauna, sobre todo de murciélagos. Salimos con frecuencia en expediciones de conjunto con la Sociedad de Espeleología de Matanzas y el profesor Ercilio Vento, quien siempre nos enseña cosas verdaderamente interesantes”.
Considera Luis David que “los retos más grandes han sido El Gato, en Matanzas; y Palmarito, en Pinar del Río. La primera es parte del gran sistema cavernario de Bellamar. Con muchas oquedades y lugares que continuamente dan peligro a nuestras vidas, pero vamos siempre a hacer ciencia. La segunda son 52 kilómetros de río subterráneo, que pasa por debajo de los mogotes de Viñales. Una belleza, pero un peligro en todos los sentidos. Algunos de nosotros nos hemos formado como buzos para también poder hacer espeleobuceo y arqueología subacuática”.
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Nuevas cuevas descubiertas, tanto en tierra como bajo agua, ruinas vinculadas al café y a la primera hidroeléctrica, son algunos de los resultados que ya atesora este grupo de amantes de la naturaleza y la historia.
“Hemos pasado cursos, los cuales han fortalecido nuestros conocimientos, para darnos cuenta de que entrar a una cavidad no es solo invadir un hueco. Es también acceder a un ecosistema más grande y variado que hay en la tierra, que mantiene a raya o al límite las poblaciones de diferentes especies”, refiere Luis David. “Es un reto estar en las montañas buscando lugares para seguir trabajando, conociendo del terreno y aplicándolo, tomando señas de todas las personas, porque cada cual siempre aporta su granito. Hemos tenido que estudiar muchas horas en los archivos, en conjunto con la Oficina del Historiador, para poder entender lo que hacemos después en las expediciones”.
Para Karla Beatriz, va más allá del conocimiento. “Aprendes a socializar, a compartir un pedazo de maní o un trozo de pan. Nos reímos, nos divertimos, nos bañamos en el río, hacemos cuentos…, y eso también forma parte del grupo, además de la seriedad y la parte investigativa. Nos caracteriza la jovialidad”.
“Gracias a Guamacaro y la formación que he tenido, estoy ahora haciendo una maestría en Estudios Históricos y Antropológicos, en la Universidad de Cienfuegos. Tengo como tutor al Doctor en Ciencias Ercilio Vento”, comenta Luis David, quien se manifiesta en todo momento orgulloso de formar parte del sueño de Judith.
Ellos son una familia, lo mismo mientras realizan labores como miembros del Grupo Especializado en Operaciones de Salvamento, como las asumidas en Supertanqueros y el accidente en la Termoeléctrica Antonio Guiteras, que cuando atraviesan bosques o bucean fondos marinos en busca de las bellezas ocultas y la historia no contada de la Atenas de Cuba, y un poco más allá.