Guillermo: Cuando la voluntad es de acero

Guillermo Morales tiene una voluntad de acero.

Con desenfado se mueve por las principales arterias citadinas cada día.

Nada ni nadie logra retenerle en casa. Con naturalidad saluda a timbres de voces conocidas, mientras sigue su andar por la ciudad de Cárdenas, no tan lento, a pesar de su condición.

Hoy toca taller de literatura en la Casa de Cultura Gonzalo Roig, y no le gusta llegar tarde. De seguro Yeni, la especialista, le aguarda con otro de esos libros de poesía que tanto le gustan, y que conserva en audios, para escucharlos una y otra vez en cualquier momento libre del día. Se debe a que ese género es uno de los que más le seducen a la hora de escribir, “y mira que me gusta eso… ¡escribir!”. Aunque su habilidad con la computación también es significativa.

Y es que Guillermo Morales tiene una voluntad de acero. Su historia de superación personal se remonta a su adolescencia, cuando empezó a lidiar con una patología que le llevó a reinventarse varias veces en su vida.

Su invidencia solo la delatan unas gafas negras y un bastón, que se ha vuelto extensión de su cuerpo.    

Escuchar sobre los logros de este ingeniero eléctrico en Telecomunicaciones y Vanguardia Nacional por varios años, sus aportes como innovador, sus múltiples premios en eventos nacionales de Literatura y su capacidad para dirigir a semejantes, hacen que se le admire el doble.

LOS PRIMEROS TROPIEZOS

“Estando en secundaria, yo me sentaba detrás y me ponía a hacer barbaridades. Ahí fue que me percaté de que no veía bien. Fui a una óptica por Dos de Mayo, y desde entonces empecé a usar espejuelos de esos con los cristales muy gordos, usaba -10 y -11.

“Así estudié, también hice deporte. Estuve en la Eide en voleibol y balompié. De no ser por la vista, me hubiese dedicado al deporte. A la universidad entré primero en Geofísica, en la Cujae, pero me di cuenta de que aquello no era lo mío y me cambié para Eléctrica.

“Posteriormente empecé a trabajar aquí en la Empresa de Comunicación, primero en Matanzas, luego en la de Cárdenas. Inicialmente de ingeniero, aprendiendo. Luego pasé a jefe de departamento, y llegué a ser director. También fui secretario de la Juventud y del PCC. El centro llegó a ser Vanguardia Nacional, había mucha iniciativa entre los compañeros.

“Un lunes 10 de mayo de 1999 rompí una maceta, mientras bajaba la escalera corriendo. Ya no veía prácticamente nada. Tuve que salir de certificado y no entré más al centro, salvo en calidad de invitado”.

GUILLERMO, EL INNOVADOR

“En un intercambio con unos eléctricos, me mordió el bichito de la innovación, porque todo se puede desarrollar y todo se puede resolver.

“Por ahí encaminé mi trabajo y mi vida. Fui tres veces Vanguardia Nacional, del sindicato y la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir). Llegué a ser vicepresidente municipal de los aniristas en el municipio. Llevamos la Anir de Cárdenas a “Centro Capital de la Ciencia”.  Dimos un impulso tremendo.

“Siempre presentaba cuatro o cinco trabajos en los fórums. Muchas cosas que hice, se aplicaron por años. Pero ya tenía problemas serios en la vista. De día, salía y me perdía.

“La planta de telecomunicaciones no solo atendía Cárdenas, también Varadero. Cuando aquello, estaban los apagones de 18 horas, y las plantas emergentes se rompían mucho. Había unas que se llamaban Lister, que eran inglesas, muy buenas, pero tenían problemas en un circuito que yo más o menos conocía. Apenas veía, pero con la ayuda de un amigo logramos repararlas, y así evitar que en apagones se quedaran zonas incomunicadas. Arreglamos la de Martí, Máximo Gómez… Eso me ponía contento, me sentía muy útil.

“Los lugares aislados tenían plantas que trabajaban solas, en automático. Pero cuando se presentaba un contratiempo no había nadie para resolverlo, e ir suponía un gasto grande de combustible y tiempo. Por eso, también creé un sistema que me enviaba la información de lo que allí pasaba: lo mismo si se abría una puerta que si entraba agua. Vino a verlo todo el mundo, incluso el viceministro. Ese sistema se nombró Autómata y lo compró Italia, y lo aplicó muchísimo”.

UN MUNDO DE BLANCO

“El golpe de la vista fue muy fuerte, pero no repentino. Llegó un momento en que no podía trabajar más, no podía escribir, ni hacer nada. Me fui para mi casa y ahí estuve ocho meses. Me bajaron una cama, porque no podía subir la escalera.

“La casa mía la diseñé personalmente, y tiene cuatro o cinco ventanas arriba del fregadero. Solía contar las tablillas todos los días, hasta que me fue imposible.

“Escuchaba mucho radio. Desde las cinco de la mañana arrancaba, y empezaba con Haciendo radio y a la una sintonizaba cualquier otra cosa. Oía emisoras en inglés. En ese entonces me obsesioné por el fútbol rugby, porque era fácil de escuchar, igual que el baloncesto y la pelota.

“Los primeros momentos, esos en que uno pierde la visión, son dificilísimos, sobre todo para una persona como yo, que caminaba mucho. Iba a la Planta varias veces y no estaba cerca. Me movía constantemente. Se sentía muy impactante pasar a otra forma de vida.

“Fueron momentos sumamente difíciles, en los que pensé muchas veces en quitarme la vida. Tenía problemas en el matrimonio, se me imposibilitó ganar dinero, eran tiempo del Período Especial. Por cierto, todo el mundo cree que cuando se pierde la visión, todo se ve negro. En mi caso, todo lo veo blanco.

“Pero empecé a criar cerdos, a hacer alarmas para casas, protectores de refrigeradores… sin ver, al tacto. Alguien me iba guiando, tuve compañeros que me ayudaron.

“Un día, por Radio Reloj, escuché que en Las Tunas habían inaugurado, en una biblioteca, un sistema para ciegos. Yo nunca había podido trabajar con una computadora. En Etecsa había máquinas, pero de nada me servían.

“Por ese tiempo entré en la Asociación Nacional de Ciegos (Anci). Me anoté en el Joven Club, e iba todos los días a aprender. Las muchachitas me enseñaban con paciencia. De hecho, acabé siendo instructor de computación.

“Después que perdí la visión, mi dinámica se ha sustentado en dos pasiones: la literatura y la computación. Ambas tienen la similitud de que uno puede crear, y me gusta la creación.

COLORES EN FORMA DE LETRAS

“Fue en un curso de cuadros que presenté mi primera décima, malísima. Fíjese que me acuerdo y tengo que reírme. Un directivo me escuchó y me embulló a participar en un encuentro de escritores. Esa vez participé con un cuento, que mezclaba mi experiencia vivida en Managua, Nicaragua, cuando estuve de misión, y una vivencia que tuve cuando estudié en La Habana. Ese cuento llegó al encuentro nacional.

“Comencé a leer a Onelio Jorge Cardoso, lo cual significó mi reencuentro con la lectura, porque antes leía con asiduidad, sobre todo a Cortázar y a Kafka. La computadora fue una ayuda en ese sentido, porque conseguía todo digital y me era más fácil.

“Para escribir, prefiero poesía y testimonio. Me gusta mucho trabajar sobre la historia. En poesía, lo que más me conmueve es el dolor, la necesidad, las dificultades. Trato de conmover con mis letras. No escribo poemas de torres de cristal, sino de mi realidad, de lo que padecemos, de la filosofía del ser humano.

“La literatura ha sido una forma de realizarme. Ahora mismo estaba leyendo un poema, y buscando, me encontré cosas escritas de antes, y me siguen gustando. Algunas las arreglo, pero lo importante es que me sigue cautivando esta actividad.

“Yo tengo una gran laguna de 25 años laborando con transistores integrados y separado de la literatura. Agradezco a los especialistas de la Casa de Cultura que me han ayudado muchísimo.

“También tengo reconocimientos en eventos. Gané un concurso de poesía América Bobia, y quedé finalista en el Encuentro Debate José Jacinto Milanés. En concursos nacionales de la Anci he obtenido primer lugar en poesía, así como lauros en testimonio y cuento.

“Como mismo antes hacía una innovación, ahora lo que me apasiona es crear, escribir un texto bueno.

“Yenny, la especialista de la Casa de Cultura, me lee todos los lunes un libro de poemas que buscamos y analizamos. Por lo general, siempre coincidimos sobre la calidad del material y entonces lo grabo. Después acudo a unos editores. Escucho esos textos en la guagua, en mi casa, en la Anci, y lo disfruto y eso me eleva mucho.

“Una de las ventajas de la literatura es que te traslada. Es maravilloso cuando uno se mete en una novela, en mi caso mediante la audición, y vive lo mismo que el protagonista. Estar, por ejemplo, en Rusia, en el siglo XXIV o en el XVI. Eso lo disfruto enormemente.

 SIN MIEDO A LA VIDA

“Ahora voy a todas partes: a Matanzas, todas las semanas; incluso, a Oriente voy solo. Siento mucha confianza en mis capacidades para ello. Aquí en Cárdenas no tengo preocupación alguna, salgo a cualquier hora.

“La gente te ayuda mucho. He aprendido eso, que generalmente te ayudan, o tú lo pides si lo necesitas. El carácter humanista de la Revolución siempre se mete en el interior de la gente. Vayan a Europa, o a donde sea, el bichito del humanismo siempre permanece ahí.

“La posición es sobreponerse siempre. Así fue cuando, canto a canto, ya sin ver, levanté el corral de los puerquitos. Siempre que lograba acertar en uno, me decía que este lo puse yo, y me daba aliento.

“Uno en la vida siempre debe imponerse. Cuando me he caído en la calle, en un charco, porque aunque no sea habitual sí sucede, me lo siento, me duele, pero me levanto y sigo.

“Los miembros de la Anci nos vamos para la playa, reímos, hablamos de temas, la pasamos de maravilla, compartimos la comida. Hemos hecho publicaciones para las redes. Hasta uso un traductor que pasa la voz mía a texto, porque escribo más lento.

CUANDO LA VOLUNTAD ES DE ACERO

El taller culminó temprano. El tiempo vuela cuando se hace lo que tanto gusta. Aunque se siente bien en la Casa de Cultura que cada semana le abre sus puertas, hay tareas por asumir y responsabilidades que no pueden esperar.

Comandar a los miembros de la Anci de Cárdenas no es una tarea tan sencilla como parece. Hay muchos que recién inician en ese mundo, y necesitan de quien guíe sus pasos. Son momentos difíciles para ellos, y bien que Guillermo lo sabe. Pero, canto a canto, se levantan paredes y se fortifican almas.

Llevará tiempo moverse con desenfado por las arterias citadinas, pero se logra. Lo importante es levantarse tras cada caída.

Cuando la voluntad es de acero, dan igual las pruebas que aparezcan con los años y las veces que haga falta reinventarse. La vida sonríe con sus luces y sombras. Lo importante, según Guillermo, es nunca dejarse vencer.

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1 Comment

  1. Me ha impresionado mucho la veracidad del artículo,porque fui compañero de Guillermo en el Pre, en la EIDE, en la CUJAE después de graduados nos seguimos comunicando, y puedo atestiguar, que es una persona con voluntad de acero ante las dificultades, y me agradó el escrito sobre el

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