Hermandad a prueba de fuego

La mañana del 6 de agosto del año 2022, Yusney Sarmiento salió del Cuartel de Bomberos en busca de un café. Le acompañaban dos de sus amigos, bomberos como él. Del resto de sus compañeros apenas conocía el paradero. Por eso decidió salir del Comando, tomar algo en la Plaza de la Vigía, y regresar. Intentaba así pensar en otra cosa. Quien le vio aquella mañana nunca olvidará su mirada inexpresiva, como la de alguien devastado por un golpe fuerte que le arrebató de cuajo algo muy preciado.

Horas antes de salir por un café, se encontraba en la Base de Supertanqueros, donde dirigía una brigada de bomberos que asistieron al primer llamado para combatir un incendio de grandes proporciones, provocado por la caída de una descarga eléctrica.

Una gran explosión, en horas de la madrugada, les obligó a replegar las fuerzas, mientras varios compañeros quedaron atrapados por las llamas y la intensidad de la onda expansiva.

Sentado a una mesa, Yusney no logra comprender del todo lo sucedido. Incluso, pasará un año y recordará que en ese entonces todo le resultaba confuso. “No estábamos seguros de los que quedábamos vivos, los que estaban lesionados, los muertos. Al principio, a mí también me daban por desaparecido”.

“Aún hoy no puedo explicar lo que sentí esa mañana. Era un sentimiento raro, todo fue muy difícil, complicado, doloroso, no encuentro las palabras… No puedo decir lo que sentí esa mañana.

“Yo estaba allí, Dayron estaba ahí, pero muchos no, estaban en el hospital o desaparecidos. Sí recuerdo nuestra convicción de regresar al incendio y que no nos lo permitían, fue un día muy triste y lo único que se me ocurrió fue salir a tomar un café y volver a la unidad esperando el llamado, y conocer sobre el paradero de nuestros amigos. Ha pasado un año y todavía se me hace un nudo en la garganta.

Natural de San Germán, pequeño pueblo holguinero perteneciente al municipio de Urbano Noris, Yusney llegó a Matanzas hace 14 años. Un buen día decidió no estudiar Medicina y hacerse bombero. A la larga también salvaría vidas, quizá de manera más inmediata, y hasta temeraria.

Mas, no fue el exceso de arrojo y coraje lo que le motivó a convertirse en bombero. “Lo que me inspiró fue la hermandad que hay en una estación. La amistad, la ayuda mutua. Una estación es una familia más que tú tienes porque uno depende del otro. Admiraba ese tipo de compañerismo, esa fue mi primera motivación”.

Esa hermandad entre los bomberos siempre ha despertado la admiración de las personas, lo cual que se puso de manifiesto durante los sucesos de la Zona Industrial de Matanzas, cuando desde diferentes puntos del país decenas de voluntarios y personal de servicio pedían a los transportistas que les acercaran al territorio, donde sus hermanos precisaban ayuda.

En el hospital Comandante Faustino Pérez, el personal de Salud se asombraba al ver cómo aquellos hombres convalecientes rompían en llanto porque no se les permitía regresar a la zona del siniestro, y hasta más de uno se fugó para ocupar un puesto junto a los suyos, a pesar de las quemaduras.

Algunos exigían que apresuraran las curas en sus llagas para retornar. “Es lo que aprendemos desde que pisamos una unidad por primera vez: funcionamos como una hermandad, una especie de cofradía donde debemos cuidarnos las espaldas, en una situación de peligro nos protegemos unos a otros”.

Tanta heroicidad quizá sea el motivo del respeto que despiertan estos hombres y mujeres. Muchas veces su entrega produce aplausos espontáneos tras extinguir las llamas.

Yusney está consciente del peligro que enfrentan ante cada siniestro. “Nosotros corremos hacia la candela cuando la mayoría huye de ella. Nos adentramos en las llamas para buscar personas atrapadas, salvamos los bienes materiales; a veces nos arriesgamos para resguardar un álbum de fotos de gran significación para un familiar, y esos gestos siempre quedan grabados en la mente de las personas.

“Tienes que vencer los miedos, ponerte a prueba una y otra vez. Te arriesgas a salvar a una persona que nunca has visto pero que en ese instante es el ser más importante”.

El rostro del joven se hizo recurrente en varios medios de prensa durante sus años de servicio como oficial del Cuerpo de Bomberos. Hace unos meses pasó a la vida civil, donde desempeña otras tareas.

Sin asomo de vacilación, asegura que, siempre que haga falta, él integrará una dotación. “Yo no necesito un uniforme para ser bombero, ni un carné que me acredite como oficial. Yo voy a ser bombero toda la vida. Me formé para eso y es lo que voy a ser siempre”.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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