Hace poco más de una semana, cuando se bajó del auto clásico que lo llevó hasta la grama del Victoria de Girón, Jonder Martínez ya tenía las emociones a flor de piel, pero también sabía que aquello no era un adiós, sino un punto de giro, el más difícil de su carrera:
«Fueron 26 años de sacrificio, entrega, de muchas limitaciones, lejos de la familia, y fue muy difícil darme cuenta de que ya no podía seguir lanzando, producto de las lesiones también, pero con mucha ayuda de mi esposa, poco a poco, me fui dando cuenta de que ya había que darle paso a las futuras generaciones».
En más de dos décadas, el 27, que nació en el Mariel, hoy provincia de Artemisa, se hizo un hombre de Cuba, pues no solo puso su brazo para defender las cuatro letras en las principales competencias internacionales, sino que lanzó para ganar campeonatos nacionales con tres equipos: La Habana, Villa Clara y Matanzas:
«Entre los momentos que guardo con más cariño están los tres títulos nacionales y también ser campeón olímpico».
El episodio más difícil, me repite, fue justamente aquella tarde en que, oficialmente, tal cual hacía en el box, Jonder Martínez se «autorreleva» en la vida y aprende a sacarle partido a su nueva posición en el staff de los Cocodrilos:
«También me gusta esta otra etapa de mi carrera deportiva, lo estoy disfrutando lo mejor posible, me ha venido bien. No ha sido muy extraño para mí, porque desde que estaba activo, siempre me ha gustado aconsejar a los más jóvenes. Ahora lo que cambió es que no estoy lanzando y les doy un poco más de consejos; cojo un poquito más de lucha, porque hay veces que debatimos cómo lanzarle a cualquier bateador, entonces cuando les dan un batazo, lo siento como si fuera yo el que estuviera lanzando y, sinceramente, es otro tipo de emoción; es como si yo mismo fuera el que estuviera lanzando nuevamente».
Sobre sus compañeros en la dirección de Matanzas, comentó: «Ya desde los últimos años, ellos me fueron preparando, porque habían visto que a mí me gusta ayudar a los más jóvenes; muchos de ellos me ven como un ejemplo a seguir por mi manera de ser siempre, por mi disciplina dentro y fuera del terreno. Ferrer este año me dijo: vienes a trabajar conmigo, aunque no estés en la nómina, pero vas a estar aquí para que me ayudes, conjuntamente con Salgado y Garro, en el trabajo con los lanzadores. Los tres, en equipo, hemos tratado de que el pitcheo matancero siga adelante».
Y no importa que en los últimos partidos las cosas no hayan salido como ellos y la fanaticada quisieran. Jonder confía en sus muchachos, sabe que saldrán a darlo todo; y si le preguntas qué va a hacer Matanzas, te responde sin dudarlo: «Matanzas: buscar el título otra vez».
Para las nuevas generaciones de serpentineros, tiene recomendaciones basadas en la experiencia y el amor infinito por el béisbol: «Mi consejo es que sean disciplinados; que traten de aprender un poquitico más todos los días; y que sean muy observadores en el mismo juego de pelota, porque ninguno se parece a otro; que sean dedicados en esta profesión, para que puedan lograr sus metas».
El 27 sigue en el terreno, aunque desde otra posición, con la misma bomba y esa «guapería» cubanísima que nos llenaba de confianza cuando se subía en la lomita. Jonder Martínez no espera que todos sean iguales, pero reconoce que a él le gustaba cuando los juegos se ponían «bastante calientes», y confiesa: «A mí me gusta que el pitcher sea agresivo, pero con inteligencia. Les aconsejo también a las figuras jóvenes que sean así, que enfrenten los juegos de pelota con agresividad, pero con calma a la misma vez; es difícil, pero se puede hacer».
¿Qué no sabrá él sobre «poder hacer»? Un hombre que ha sido tan tremendo pelotero como padre, hijo, esposo, amigo; un tipo así, con carácter y corazón, de los que nadie permitiría que se vaya, porque siempre le queda un extra para entregar y ganar. (Tomado de Cubasí)
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