El 14 de junio último falleció el reconocido pelotero Tomás Soto Fernández. Hoy, a casi un mes de su deceso el Periódico Girón quiere rendirle homenaje con esta entrevista que le concediera a nuestro equipo del podcast Palabras con sentido.
Si de algún tema puede discutir un cubano es de béisbol. Los aficionados a este deporte trazan estrategias, saben cuándo es bola o strike, y critican al director del equipo por una decisión que finalmente trae la victoria o la derrota. Sin embargo, muy pocos pueden hablar como lo hizo Tomás Soto Fernández, uno de los peloteros más importantes de su tiempo y de los directores más aplaudidos en Cuba y en diferentes regiones del mundo.
Tomás comenzó a jugar a la edad de siete años en lo que se conoció como la Liga de la Manigua, y junto a sus amigos se las ingenió para hacer caretas, guantes y bates con lo que encontraron a su alrededor. Luego jugó con el Regla Béisbol Club de la Unión Atlética Amateur de Cuba y más tarde tuvo el privilegio de incluirse en la nómina de quienes ganaron la primera Serie Nacional.
— ¿Qué recuerda de esa Serie?
— Sin dudas, una de mis mejores actuaciones. Quedé como líder en carreras impulsadas y en dobles, con un promedio de 475, una defensa perfecta, y del equipo fui quien menos se ponchó.
— ¿Cómo se convierte en el Dartañán de la pelota cubana?
— Todo comenzó con el narrador Bobby Salamanca. En 1969 fuimos campeones bajo el mando de Miguel Ángel Domínguez. Teníamos una alineación de lujo. El primer bate era Wilfredo Sánchez, el segundo Rigoberto Rosique y el tercero Félix Isasi. Mi turno era el cuarto, así que Bobby comenzó a llamarnos como los Tres Mosqueteros y el Dartañán. Por aquella época existía una consigna: Henequeneros campeón y Matanzas 1 millón, haciendo referencia al cumplimiento de la zafra azucarera. Ambos objetivos se lograron y aquello fue una locura.
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“Las personas aún me reconocen como Dartañán. Me emociona que así sea, sobre todo porque me recuerda una de mis mejores etapas, cuando existía un amor desmedido por la camiseta, se lloraba con una derrota y se gozaba con una victoria”.
— ¿Cuántos campeonatos tiene?
— Gané en el 62 con Occidentales, en el 65 como refuerzo de Industriales, en el 69 con Henequeneros y en el 84 como director de Citricultores. Aquí debo mencionar a Wilfredo Sánchez porque coincidimos en la victoria de 1969, y en 1984 cuando era director, me apoyó muchísimo para llevarnos el campeonato. Podía ponerlo en cualquier orden al bate que me respondía siempre.
— ¿Por qué decidió retirarse de la acción en el terreno para apoyar desde otras posiciones?
— El entrenamiento de mi época era menos sofisticado, y como consecuencia perdimos muy rápido las condiciones físicas. Cuando muchos de nosotros estuvimos en la décima u oncena Serie Nacional se nos exigió jugar con mucha fuerza, por la propia dinámica que fue adquiriendo el deporte, y esto se traducía en lesiones. Por ello decidí retirarme, aunque seguí como director y entrenador. Tuve el privilegio de dirigir a los Sánchez y a Lázaro Junco, que es una institución del béisbol y que allí donde va siempre cosecha éxitos.
“He representado a Cuba más como manager y técnico que como pelotero. En Colombia dirigí a los Caimanes de Barranquilla y nos llevamos el campeonato en un play off contra la novena de Cartagena. Aquel era como el clásico Industriales – Santiago de Cuba. Además brindé ayuda en Italia, Venezuela y Canadá con excelentes resultados”.
— De todos los premios y reconocimientos, ¿cuál considera que es el más importante?
— Sin dudas es integrar la exclusiva lista como gloria deportiva del Salón de la Fama del Béisbol Cubano. Allí están grandes de nuestro deporte. Me considero pequeñito rodeado de tantas figuras de mi tiempo y de los que se destacan en la actualidad. Agradezco que reconocieran mi trabajo y mi dedicación por completo a la pelota, pues la amo con la vida”.
— ¿Qué le gusta y qué le disgusta a Tomás Soto?
— Me molesta que no le den en el momento oportuno a una persona cuanto le corresponde. Me gusta conversar con la gente, mucho más si de béisbol se trata.
— ¿Tiene algo que reprocharle a la vida?
— Sí. No poder haber ayudado más al deporte cubano, no haber sido mejor pelotero, mejor técnico, mejor director. Aunque estoy orgulloso de cuanto logré y del cariño que recibo de la afición matancera y cubana.