Crónica de Domingo: Inventario de ausencias 

¿Dónde está el caracol gigante africano que al final nunca me enteré si se podía comer o él iba a comernos a nosotros? ¿Dónde está la 16 doble, ese animal a combustión que todos los días me tragaba y me soltaba frente a la universidad como un guiñapo humano? 

¿Dónde están esos vendedores de pan que te despertaban a las ocho de la mañana con sus bicicletas Forever con una caja gigante instalada en la parrilla? ¿Dónde está el pan de flauta, el pan caliente, el pan de gloria? ¿Dónde está Encarta, que revisábamos en los laboratorios de la escuela cuando ninguno tenía una computadora en casa y el buscaminas y el solitario, en aquel Windows 98, eran como el pan: la gloria?  

¿Dónde están los miles de pulóveres con la bandera de Inglaterra que se usaron aquí después de las Olimpiadas de Londres 2012 y que todo el mundo parecía que llevaba una diana en el pecho? Tal vez se encuentren en el mismo cajón con los pulóveres Ed Hardys, con sus tigres, rosas y calaveras a relieve y los Supremes. ¿Dónde están los helados Supreme, ya que andamos de vuelta por esa palabra? 

¿Dónde están los fósforos, los que no prendían, los que se te desmoronaban cuando tocaban la lija y que te hacían creer que en esta Isla no podía haber pirómanos? ¿Dónde están las chivichanas que armabas con un par de tablas y unas cajas de bolas de camión y te lanzabas del final de una loma y te creías campeón de la Fórmula 1? ¿Dónde están los bancos de películas que te ponían en la mano una libreta con el listado de los filmes disponibles, pero tú siempre alquilabas las mismas? 

¿Dónde está Steven Seagal, ese hombre escaparate que colocaba la misma expresión facial para todo y que con una sola mano podía deshabilitar lo mismo un batallón de marines que un centenar de yakuzas? ¿Dónde están los cigarros aromas, los suave de bodega, que se te apagaban mientras los fumabas y luego para prenderlos con los fósforos, esos mismos que se desmoronaban al tocar la lija, era asunto de dioses, no de hombres?

¿Dónde están los DVD, los aparatos que cuando ponías música en ellos te salía un cartel que decía eso mismo, DVD, que rebotaba y rebotaba de aquí para allá por los bordes de la pantalla hasta marearte? ¿Dónde están Tito el Bambino y el Héctor el Father, que mi aula de cuarto grado aprendió los fundamentos del perreo mientras bailaban con Felina? 

¿Dónde me escondieron a Escriba y lea, que veía con mi padre cuando niño y me parecía un insulto cuando ofrecían apoyo visual? ¿Será que de aquí a 1í años no se entenderá cuando a modo de chiste referencial pregunte si tal suceso fue antes o después de la Revolución Francesa? 

¿Dónde está el Vigor, el preservativo, que antes te vendían hasta en las jugueras y dulcerías y así entendiste la intrínseca relación entre el paladar y la líbido? ¿Dónde está el yogurt de soya que te tomabas directo de la bolsa, de una dentellada arrancabas el borde del nailon, y te empinabas y que te mataba el hambre, te lo mataba bien matado? 

¿Dónde está la Charanga Habanera, como el Boni se habrán quedado pasmados? ¿Dónde están las aventuras con sus efectos especiales de palo y los mismos vestuarios que usaban en las novelas de época, pero asimismo te sentabas frente al televisor bien bañado y comido y, aunque nunca hayas leído a Dumas, sabes de qué va El conde de Montecristo? ¿Dónde está la calabacita? Desde que no sé por cuál lugar anda, por cuál sueño de niño intranquilo, el insomnio me persigue, sin ella por aquí acostarse tarde perdió su encanto. 

¿Dónde está la caldosa del 28 de septiembre, que bajabas de tu casa con un jarrito de aluminio a buscar la parte que te correspondía y te quedabas ahí, con los vecinos, trabajando en la unidad del barrio? ¿Dónde están esos muñecos de perro que cuando les tocabas la cabeza comenzaban a moverla de arriba y abajo por el muelle en su interior y que los choferes los colocaban en la pizarra de los carros? 

¿Dónde está….? 

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